"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 15 de noviembre de 2015
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
La
estrella
Todo
está en calma.
La ciudad y su halo anaranjado
tiemblan ligeramente
cuando desde la peña los miramos.
Un mundo de cabezas descansa,
y los borrachos
con racimos dorados,
caras de dioses falsos
coronados por su propia ebriedad,
juntan angustia y gozo
en su fiesta nocturna.
El cansancio cubre los rescoldos del día
y todo se junta en una gran respiración.
Los cuerpos bajo las sábanas viven
y se buscan en las camas desiertas.
Un hombre que sueña nunca está solo,
lo acompañan fantasmas de todas sus edades,
las figuras de todas las edades del mundo.
Al abrir la ventana
se aferra al último vestigio de la noche:
la estrella matutina.
Todo está en calma;
sobre la gran cabeza brillan las estrellas;
en el cielo hay caminos,
y esta noche todos tenemos alas.
La ciudad y su halo anaranjado
tiemblan ligeramente
cuando desde la peña los miramos.
Un mundo de cabezas descansa,
y los borrachos
con racimos dorados,
caras de dioses falsos
coronados por su propia ebriedad,
juntan angustia y gozo
en su fiesta nocturna.
El cansancio cubre los rescoldos del día
y todo se junta en una gran respiración.
Los cuerpos bajo las sábanas viven
y se buscan en las camas desiertas.
Un hombre que sueña nunca está solo,
lo acompañan fantasmas de todas sus edades,
las figuras de todas las edades del mundo.
Al abrir la ventana
se aferra al último vestigio de la noche:
la estrella matutina.
Todo está en calma;
sobre la gran cabeza brillan las estrellas;
en el cielo hay caminos,
y esta noche todos tenemos alas.
SILVINA OCAMPO
Mátame,
espléndido y sombrío amor,
si ves perderse en mi alma la esperanza;
si el grito de dolor en mí se cansa
como muere en mis manos esta flor.
si ves perderse en mi alma la esperanza;
si el grito de dolor en mí se cansa
como muere en mis manos esta flor.
En el
abismo de mi corazón
hallaste espacio digno de tu anhelo,
en vano me alejaste de tu cielo
dejando en llamas mi desolación.
hallaste espacio digno de tu anhelo,
en vano me alejaste de tu cielo
dejando en llamas mi desolación.
Contempla
la miseria, la riqueza
de quien conoce toda tu alegría.
Contempla mi narcótica tristeza.
de quien conoce toda tu alegría.
Contempla mi narcótica tristeza.
¡Oh
tú, que me entregaste la armonía!
Desesperando creo en tu promesa.
Amor, contémplame, en tus brazos, presa.
Desesperando creo en tu promesa.
Amor, contémplame, en tus brazos, presa.
ALBERTO ÁNGEL MONTOYA
Con
una ambigüedad de ave y de fiera,
leopardesa y paloma en tu destino,
al selvático ardor juntas un fino
tacto de arrullo en virginal espera.
leopardesa y paloma en tu destino,
al selvático ardor juntas un fino
tacto de arrullo en virginal espera.
Mas,
ay, que tras la plácida quimera,
vuelven a ser por dualidad del sino,
garra la mano al ímpetu felino
y anca de leona la gentil cadera.
vuelven a ser por dualidad del sino,
garra la mano al ímpetu felino
y anca de leona la gentil cadera.
Con
cuánta candidez de virgen muda
por la sorpresa, en tu callar se advierte
frágil pudor que la inocencia escuda,
por la sorpresa, en tu callar se advierte
frágil pudor que la inocencia escuda,
sabiendo
que otra vez, lúbrica y fuerte,
volverás a gemir toda desnuda
aún en los brazos del Ángel de la muerte.
volverás a gemir toda desnuda
aún en los brazos del Ángel de la muerte.
RAFAEL ALBERTI
Creemos,
amor mío, que aquellos paisajes
se quedaron dormidos o muertos con nosotros
en la edad, en el día en que los habitamos;
que los árboles pierden la memoria
y las noches se van, dando al olvido
lo que las hizo hermosas y tal vez inmortales.
se quedaron dormidos o muertos con nosotros
en la edad, en el día en que los habitamos;
que los árboles pierden la memoria
y las noches se van, dando al olvido
lo que las hizo hermosas y tal vez inmortales.
Pero
basta el más leve palpitar de una hoja,
una estrella borrada que respira de pronto
para vernos los mismos alegres que llenamos
los lugares que juntos nos tuvieron.
Y así despiertas hoy, mi amor, a mi costado,
entre los groselleros y las fresas ocultas
al amparo del firme corazón de los bosques.
Allí está la caricia mojada de rocío,
las briznas delicadas que refrescan tu lecho,
los silfos encantados de ornar tu cabellera
y las altas ardillas misteriosas que llueven
sobre tu sueño el verde menudo de las ramas.
una estrella borrada que respira de pronto
para vernos los mismos alegres que llenamos
los lugares que juntos nos tuvieron.
Y así despiertas hoy, mi amor, a mi costado,
entre los groselleros y las fresas ocultas
al amparo del firme corazón de los bosques.
Allí está la caricia mojada de rocío,
las briznas delicadas que refrescan tu lecho,
los silfos encantados de ornar tu cabellera
y las altas ardillas misteriosas que llueven
sobre tu sueño el verde menudo de las ramas.
Sé
feliz, hoja, siempre: nunca tengas otoño,
hoja que me has traído
con tu temblor pequeño
el aroma de tanta ciega edad luminosa.
Y tú, mínima estrella perdida que me abres
las íntimas ventanas de mis noches más jóvenes,
nunca cierres tu lumbre
sobre tantas alcobas que al alba nos durmieron
y aquella biblioteca con la luna
y los libros aquellos dulcemente caídos
y los montes afuera desvelados cantándonos.
hoja que me has traído
con tu temblor pequeño
el aroma de tanta ciega edad luminosa.
Y tú, mínima estrella perdida que me abres
las íntimas ventanas de mis noches más jóvenes,
nunca cierres tu lumbre
sobre tantas alcobas que al alba nos durmieron
y aquella biblioteca con la luna
y los libros aquellos dulcemente caídos
y los montes afuera desvelados cantándonos.
JOSÉ MARÍA HINOJOSA
Sueños
Embadúrnate
el cuerpo,
de oscuridad
y de silencio,
y podrás levantar
la copa de los sueños.
de oscuridad
y de silencio,
y podrás levantar
la copa de los sueños.
Pasaron
superpuestas
ráfagas de recuerdos,
y los nuevos clisés
sólo quedan impresos,
mientras hay luz de menta
dentro del pensamiento.
ráfagas de recuerdos,
y los nuevos clisés
sólo quedan impresos,
mientras hay luz de menta
dentro del pensamiento.
Una
astilla de luz,
agujerea
los tulipanes negros.
agujerea
los tulipanes negros.
CÉSAR VALLEJO
Silencio.
Aquí se ha hecho ya de noche,
ya tras del cementerio se fue el sol;
aquí se está llorando a mil pupilas:
no vuelvas; ya murió mi corazón.
Silencio. Aquí ya todo está vestido
de dolor riguroso; y arde apenas,
como un mal kerosene, esta pasión.
ya tras del cementerio se fue el sol;
aquí se está llorando a mil pupilas:
no vuelvas; ya murió mi corazón.
Silencio. Aquí ya todo está vestido
de dolor riguroso; y arde apenas,
como un mal kerosene, esta pasión.
Primavera
vendrá. Cantarás «Eva»
desde un minuto horizontal, desde un
hornillo en que arderán los nardos de Eros.
¡Forja allí tu perdón para el poeta,
que ha de dolerme aún,
como clavo que cierra un ataúd!
desde un minuto horizontal, desde un
hornillo en que arderán los nardos de Eros.
¡Forja allí tu perdón para el poeta,
que ha de dolerme aún,
como clavo que cierra un ataúd!
Mas...
una noche de lirismo, tu
buen seno, tu mar rojo
se azotará con olas de quince años,
al ver lejos, aviado con recuerdos
mi corsario bajel, mi ingratitud.
buen seno, tu mar rojo
se azotará con olas de quince años,
al ver lejos, aviado con recuerdos
mi corsario bajel, mi ingratitud.
Después,
tu manzanar, tu labio dándose,
y que se aja por mí por la vez última,
y que muere sangriento de amar mucho,
como un croquis pagano de Jesús.
y que se aja por mí por la vez última,
y que muere sangriento de amar mucho,
como un croquis pagano de Jesús.
Amada!
Y cantarás;
y ha de vibrar el femenino en mi alma,
como en una enlutada catedral.
y ha de vibrar el femenino en mi alma,
como en una enlutada catedral.
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