
"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 12 de agosto de 2025
MARTIN PAGE
2. Mi
vida es
una tentativa
de ser fiel a los heridos
no a las heridas
Versión
de María Ángeles Aguilar
ÁNGEL GUINDA
Ave María
La
Solidaridad Social te salve, María. Llena eres de desgracia.
El Señor no está contigo; los señores, tampoco.
Maldita tú eres entre todas las mujeres y maldito es el fruto de
tu vientre.
Yo te bendigo y bendigo a tu hijo.
Nunca reces, María, una oración que diga tonterías sin ton ni
son.
Santa María, madre de la vida, hermana del placer y del dolor,
hija de tus padres, olvido de Dios.
Pasa de nosotros, machistas recalcitrantes, ahora y en la hora
de nuestra existencia. Amén.
De:
“Vida ávida: Poesía reunida, 1970-2022”.
ALEJANDRO CÉSPEDES
Terrorismo
lírico (I)
Nos contó durante tres cuartos de hora cómo logró
escribir su maldito libro, cuando una simple disculpa habría sido suficiente.
PELHAM GRENVILLE WODEHOUSE
Centenares
de muertos teclean sus palabras
mientras los seres vivos escapan del contagio.
Una legión de muertos escribientes,
un batallón de espectros que declaman,
fantasmas que se escuchan a sí mismos
en la siempre tozuda y vacua realidad
donde nada importa a nadie.
Como
bien sabía Cioran, el romanticismo inglés
fue una amalgama acertada de láudano, exilio y tisis;
el alemán fue peor: una mezcla fulminante
de alcohol, provincia y suicidio.
Estamos tardando mucho en imitarlos.
Como
los yihadistas, anhelamos ser mártires
de la causa del ruido, rodeamos el vientre
con varios cinturones de explosivos
cuya detonación en cualquier antro
solo produce un multitudinario tumulto de desdenes.
Los
supuestos lectores escapan a hurtadillas
mientras nos inmolamos en la explosión del ego,
mientras vamos contando durante varias horas
cómo logramos escribir nuestro maldito libro,
cuando una simple disculpa
habría sido suficiente.
De:
“El lenguaje de las cosas mudas”
NICOLE BREZIN
Luces
de navidad
Desde
nuestra ventana veo titilar las luces
del árbol de navidad de los vecinos.
Hace dos semanas
vi cómo lo armaban. La preparación,
el juego de una tarde. Tantas veces
de hacer lo mismo en casa. Mamá,
que siempre nos acomodaba
para repetir la foto.
No
te gusta que espíe a los vecinos. Tampoco
que vean nuestra casa. La gente
usa cortinas, me explicas una y otra vez,
como si yo viniese del campo,
como si no entendiese los códigos
del buen vecino de ciudad.
No
te muestro las fotos. En todas
salimos con cara de enojados.
Tampoco te digo que estas luces son
toda la navidad que habrá este año:
sobrellevo
mis pérdidas en silencio.
Afuera
duerme nuestro pobre
y yo quisiera creer
que es su privacidad la que en el fondo
te gustaría defender.
Hace
un tiempo, desde la ventana,
vi a un afilador tocando el caramillo
mientras el pobre dormía,
y una noche, poco después,
pasaron policías a caballo
sin siquiera inmutarlo.
A
veces siento que son los siglos
los que pasan
desordenadamente por la ventana.
A
veces siento que la ventana
se parece un poco a mi memoria.
El tiempo,
desde que me marché,
avanza también hacia el pasado.
Algún
día compraremos un árbol,
te digo.
Y sé
que un día compraremos un árbol,
compraremos un árbol y seguiremos
sin cortinas: cualquiera podrá ver
los malabares que hacemos
intentando copiar con nuestros hijos
las fotos de mi infancia.
Algún
día compremos un árbol
y las luces de nuestro árbol brillarán
en las ventanas de enfrente
para atenuar la soledad de alguien
que como yo desobedezca estos y otros códigos
del buen vecino de ciudad.
De:
“La ley primera”.
FABIO MORÁBITO
Mudanza
A
fuerza de mudarme
he aprendido a no pegar
los muebles a los muros,
a no clavar muy hondo,
a atornillar sólo lo justo.
He aprendido a respetar las huellas
de los viejos inquilinos:
un clavo, una moldura,
una pequeña ménsula,
que dejó en su lugar
aunque me estorben.
Algunas manchas las heredo
sin limpiarlas,
entro en la nueva casa
tratando de entender,
es más,
viendo por dónde habré de irme.
Dejo que la mudanza
se disuelva como una fiebre,
como una costra que se cae,
no quiero hacer ruido.
Porque los viejos inquilinos
nunca mueren.
Cuando nos vamos,
cuando dejamos otra vez
los muros como los tuvimos,
siempre queda algún clavo de ellos
en un rincón
o un estropicio
que no supimos resolver.
MARIANELA DOS SANTOS
Aprendiste
a llorar
No
te asustes, mi niño…
¡es normal que llore el cielo
cuando no ve el sol entre sus nubes!
no
temas, mi niño…
¡yo haré guardia al tiempo triste
que ose atormentar tus sueños!
y
será un día igual a tantos otros
y mi amor por ti no será menos
pues
sucede aquí que yo te quiero
y el amor sucede porque existes.
De:
“En todos mis universos”.