Terrorismo
lírico (I)
Nos contó durante tres cuartos de hora cómo logró
escribir su maldito libro, cuando una simple disculpa habría sido suficiente.
PELHAM GRENVILLE WODEHOUSE
Centenares
de muertos teclean sus palabras
mientras los seres vivos escapan del contagio.
Una legión de muertos escribientes,
un batallón de espectros que declaman,
fantasmas que se escuchan a sí mismos
en la siempre tozuda y vacua realidad
donde nada importa a nadie.
Como
bien sabía Cioran, el romanticismo inglés
fue una amalgama acertada de láudano, exilio y tisis;
el alemán fue peor: una mezcla fulminante
de alcohol, provincia y suicidio.
Estamos tardando mucho en imitarlos.
Como
los yihadistas, anhelamos ser mártires
de la causa del ruido, rodeamos el vientre
con varios cinturones de explosivos
cuya detonación en cualquier antro
solo produce un multitudinario tumulto de desdenes.
Los
supuestos lectores escapan a hurtadillas
mientras nos inmolamos en la explosión del ego,
mientras vamos contando durante varias horas
cómo logramos escribir nuestro maldito libro,
cuando una simple disculpa
habría sido suficiente.
De:
“El lenguaje de las cosas mudas”
No hay comentarios:
Publicar un comentario