"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 2 de febrero de 2025
ANNE SEXTON
Rezando
en un Boeing 707
Madre,
cada vez que le hablo a Dios
tú te entrometes.
Sales con tus bla bla blas en bloque,
otra vez con el asunto de las cartas.
Si escribo un poema
tú das un reporte contable.
Si hago el amor
me das las frases más graciosas.
Señora Sarcasmo,
¿por qué no te queda ningún hijo?
Ellos
se aguantan sus reverencias.
Ellos se agachan con tu estilo.
Ellos se estrechan las manos –como-estás-tú
en esa misma forma inimitable.
Ellos se saltan la sopa con perejil
como tú nunca pudiste.
Ellos llevan a sus hijos en sus brazos
como tazas de chocolate caliente
como tú nunca pudiste
y todavía, todavía
con tu sonrisa, con tu hoyuelo, te imitábamos
te imitábamos a lo lejos…
el gran pino del verano,
la playa que te bañó de aceite,
el jardín hecho de narices,
la luna atada sobre el mar,
los grandes perros de sangre caliente…
la muñeca que me diste, Mary Gray,
o que tu madre me dio
o que me dio la crida.
Quizás fue ella.
Ella tenía un alma,
y era italiana.
Madre,
cada vez que le hablo a Dios
tú te entrometes.
Arriba en el avión,
bajo las nubes tan pequeñas como cachorros,
el fuego postrado en el sol,
hablé con Dios y le pedí
platicarle mis fracasos y mis éxitos,
le pedí que me hiciera un juicio moral
como lo hace.
Él
dice
no has hecho,
no has hecho.
Madre,
tú y Dios
flotan con el mismo vientre
arriba.
Versión
de: Patricia Rivas
VIOLETA PARRA
La
carta
Los hambrientos piden pan
Me
mandaron una carta
por
el correo temprano.
En
esa carta me dicen
que
cayó preso mi hermano
y,
sin lástima, con grillos,
por
la calle lo arrastraron, sí.
La
carta dice el motivo
que
ha cometido Roberto:
haber
apoyado el paro
que
ya se había resuelto.
Si
acaso esto es un motivo,
presa
también voy, sargento, sí.
Yo
que me encuentro tan lejos,
esperando
una noticia,
me
viene a decir la carta
que
en mi patria no hay justicia:
los
hambrientos piden pan,
plomo
les da la milicia, sí.
De
esta manera pomposa
quieren
conservar su asiento
los
de abanico y de frac,
sin
tener merecimiento.
Van
y vienen de la iglesia
y
olvidan los mandamientos, sí.
¿Habrase
visto insolencia,
barbarie
y alevosía,
de
presentar el trabuco
y
matar a sangre fría
a
quien defensa no tiene
con
las dos manos vacías?, sí.
La
carta que he recebido
me
pide contestación.
Yo
pido que se propale
por
toda la población
que
«El León» es un sanguinario
en
toda generación, sí.
Por
suerte tengo guitarra
para
llorar mi dolor;
también
tengo nueve hermanos
fuera
del que se engrilló.
Los
nueve son comunistas
con
el favor de mi Dios, sí.
JUANA DE IBARBOUROU
Melancolía
La
sutil hilandera teje su encaje oscuro
con ansiedad extraña, con paciencia amorosa.
¡Qué prodigio si fuera hecho de lino puro
y fuera, en vez de negra la araña, color rosa!
En
un rincón del huerto aromoso y sombrío
la velluda hilandera teje su tela leve.
En ella sus diamantes suspenderá el rocío
y la amarán la luna, el alba, el sol, la nieve.
Amiga
araña: hilo cual tú mi velo de oro
y en medio del silencio mis joyas elaboro.
Nos une, pues, la angustia de un idéntico afán.
Mas
pagan tu desvelo la luna y el rocío.
¡Dios sabe, amiga araña, qué hallaré por el mío!
¡Dios sabe, amiga araña, qué premio me darán!
BELLA AJMADÚLINA
Invierno
Este
gesto del invierno hacía mí,
frío y aplicado.
Sí, hay algo en el invierno
de la medicina tierna.
De otro modo, cómo de repente,
de la oscuridad y el tormento,
la enfermedad confiada
le dirige sus manos.
Oh amable, seguí con tu brujería,
de nuevo rozará mi frente
el beso santo del anillo helado.
Y es cada vez más fuerte la tentación
de encontrar el engaño con la confianza,
mirarle los ojos a los perros,
abrazar los árboles,
perdonar como jugando,
y habiendo perdonado
perdonar todavía a alguien,
confundirse con el día invernal,
con su óvalo vacío,
ser siempre para él
su matiz pequeño.
Reducirse a no existir,
para implorar detrás de las paredes
no una sombra mía sino la luz,
por mí tapada.
En
qué me diferencio
de la mujer con la flor
o de la muchacha que ríe
y juega al anillo.
¿Y el anillito no llega hasta sus manos?
Me distingo de la habitación con el empapelado,
donde estoy sentada sobre el final del día
y la mujer con los puños de cibelina
aparta de mí su mirada arrogante.
Cómo compadezco su mirada altiva,
y temo, temo espantarla,
cuando ella se inclina
sobre el cenicero de cobre
para sacudir la ceniza.
¡Oh, Dios mío!
Cómo le compadezco,
su hombro, su hombro deprimido,
y su cuello blanquito y fino,
que siente calor bajo las pieles.
Y temo que de repente comience a llorar,
que sus labios griten terriblemente,
que esconda las manos en las mangas
y que las perlas golpeen el suelo…
Versión
de: Irina Astrau
CARLOS RIVAS LARRAURI
Presagio
Mamacita
chula
Mamacita... mama.
¿qué tienen los perros
qu'están ladra y ladra...?
¿Por qué ullan tan feo...?
¿Por qué no se callan...?
Mama, mamacita...
no sé qué me pasa,
pero tengo miedo...
¡muncho miedo, mama.
No sé quén me dijo
que cuando los perros ullan tan refeo,
pasa una disgracia... ¿A ti no ti asustan...?
Óilos nomás, ..... .! Óilos nomás cómo los endinos ladran...!
Voy a rigañarlos dende la ventana
porque... ¡ tengo miedo... muncho miedo, .......!
¡ Qué pasa, "Sultán".. .!
¡ Cállese, "Zoraida".. .!
¡ A ver tú, "Chinguiñas"
si también te callas. ..!
¡ No mi hacen aprecio.
Siguen ladra y ladra...
¿Por qué será eso...?
¿Por qué no se callan...?
¿Será porque senten que va a haber disgracia.. .?
No sé, pero tengo en el pecho una ansia
qu'igual qui una bola me sube y me baja...
Mama, mamacita,
¿queres que me vaya
a dormir contigo en tu mesma cama...?
Teniéndote cercas no m 'emporta nada
si aquellos endinos ladran o no ladran...
¿Eh...? ¿No me rispondes...?
Mira que ya mi anda de miedo,
y los perros di ullar no se cansan..
Ándale, mamita,
¿qué estás amuinada porque no te dejo dormir...?
Pos aguarda qui ora, con mis besos tu muina si acaba..
¡ Jesús...! ¡Mamacita.. .! ¿Qué tienes.. .? ¿Qué pasa...? ¿Por que stás tan
fría...?
¡ Mamacita. . . mama. ¿Por qué no rispondes. ¿Por que stás callada. .
¡Nada...! ¡No ricuerda...!
¿Qué tendrá mi mama...?
¡Mi Diosito lindo,
sálvamela. . . sálvamela. . .!
¡Mama... mamacita.. .!
¡ Mamacita. . . mama. .
Y la buena madre para siempre calla;
despliega la Muerte sus fúnebres alas;
un golpe de viento abrió la ventana,
y afuera los perros aúllan y ladran
incesantemente, como si miraran
la Pálida Intrusa que rodea la casa.
JULIA PRILUTZKY
Tú
duermes, ya lo sé
Tú
duermes, ya lo sé.
Te estoy velando.
No importa que estés lejos,
que no escuche
tu cadencia en la sombra;
no importa que no pueda
pasar mi mano sobre tu cabeza,
tus sienes y tus hombros.
Yo
estoy velando, siempre.
No importa que no pueda acurrucarme
para que tú me envuelvas sin saberlo,
para que tú me abraces sin sentirlo,
para que me retengas
mientras yo tiemblo y digo simplemente
palabras que no escuchas.
Yo puedo estar tan lejos
pero sigo velando cuando duermes.