lunes, 4 de enero de 2021


 

RUTH TOLEDANO

 


 

Será súbdita o reina…

 

 

Será súbdita o reina
en la región
a solas.
(Cuando parta el pirómano
hacia nuevos imperios de ceniza.)

 

EMILIO CARRERE

 

 

 

Musseta

 

 

Murger, el viejo poeta
de bohemia y fresca musa,
fue quien te llamó, Musseta,
cornamusa.

Tu boca es flor de la orgía,
y tu risa se desata
en sonora perlería
de cascabeles de plata.

 

Frívola y loca Musseta
―juventud, versos y brisas―,
tejió para ti el poeta
una corona de risas.

 

¡Risas! Poesía alada
de la juventud florida.

 

¡Juventud! ¡Hora encantada
de la vida!

 

Hada de las alegrías,
tus carcajadas triunfales
van volando en melodías
y madrigales.

 

Juvenil, tu loca boca
canta lo fácil, lo errante…
Eres una rima loca
de un florilegio galante.

 

Lo efímero, amor que abrasa
y muere, rosa de un día.
¡Tienes la melancolía
de la juventud que pasa!…

 

 

 

EUGENIO PADORNO

 

 

 

Pisapapeles en la arena

 

 

Con el pensado ardor que une
en el entresuelo de anticuario el

 

huidizo metal de un torso de
muchacha y los miembros atesados

 

de un fauno tras la urna
del ojo dos cuerpos bajo el viento

 

africano ocultos yacen tallados sobre
mutables lecturas de arenas soleadas

 

entre maleza de lenguajes.

 

DIANE ACKERMAN

 

 

  

Titán, la enigmática luna de Saturno

 



En Titán, calentado por una manta de hidrógeno,
los volcanes helados arrojan amoniaco
arrancado de un corazón gélido. Lavas
líquidas y heladas sostienen un imperio
más grande que Mercurio, y que se parece un poco
a la primitiva Tierra: llanuras asfálticas y calientes
estanques minerales. Pero
cómo me gustaría tomar las aguas de Titán, bajo
ese cielo surcado por el humo
donde el suelo está borroso por la neblina rojo cereza
y arriba, como vientres flotantes,
nubes
elevándose y moviéndose, de las que llueve
sopa primigenia, mientras la vida espera en las alas.

 

VLADIMIR MAÏACOVSKI

 

 

 

 

Amor 3

 


 

Tal vez,
                quizá,
                             alguna vez,
por el camino de una alameda del zoológico,
entrará también ella.
Ella,
           ella también amaba a los animales,
y sonriendo llegará,
                                          así como está,
                                                                       en la foto de la mesa.
Ella es tan hermosa,
a ella con seguridad la resucitarán.
Vuestro siglo XXX
                                     vencerá,
al corazón destrozado por las pequeñeces.
Ahora,
               trataremos de terminar,
todo lo que no hemos podido amar en la vida,
en innumerables noches estrelladas.

¡Resucitádme,
                              aunque más no sea,
                                                                      porque soy poeta,
y esperaba el futuro,
luchando contra las mezquindades de la vida cotidiana!
¡Resucitádme,
                            aunque más no sea por eso!
¡Resucitádme!
                              Quiero acabar de vivir lo mío,
                                                                                            mi vida
para que no exista un amor sirviente,
ni matrimonios, sucios, 
                                                concuspiscentes, 
Maldiciendo la cama, 
                                            dejando el sofá,
alzaré por el mundo, 
                                          un amor universal.
Para que un día,
                                 que el dolor degrada,
cambie,
y no implorar más,
                                       mendigando,
y al primer llamado de:
                                                ¡Camarada!
se dé vuelta toda la tierra.
Para no vivir,
sacrificándose por una casa, por un agujero.
Para que la familia,
                                       desde hoy,
                                                              cambie,
el padre,
                 sea por lo menos el Universo,
y la madre 
                      sea por lo menos la Tierra.

 

MIHAÏ BENIUC

 

  

 

Caminos     (fragmentos)



Yo vestiré de negro 
de arriba abajo 
mi soledad. 
Igual que en el mes de agosto, 
lloraré estrellas a montones. 
Altivo dolor mío, 
da tu voz, desde ahora, a las fuentes del canto, 
hondamente encerradas en mi alma 
como en el corazón de una montaña. 
Que el cuerno de la muerte resuene nuevamente 
a través de mis versos. 
Os deshojáis así, os deshojáis, 
últimos sueños míos, 
en la magnificencia del otoño. 


* * * * *


Con mis pasos ansiosos de caminos, 
devano el ovillo de la distancia. 
El decir "a lo lejos" me es tan caro 
como una mujer. 
Para mí el horizonte mueve velos de nubes, 
y las cimas de las montañas me sonríen 
con sus dientes de nieve. 
Los bosques acarician mis mejillas 
con sus dedos de ramas. 
Y la onda espumosa de los ríos, 
igual que un perro amigo, 
mueve a mis pies la cola, 
ladrando alegremente. 
Mi corazón celebra, campana de la boda, 
la gran fiesta del Siglo 
cuando el alba despliega banderolas 
de llamas y de sangre. 
La savia sube, rica, por los tallos, 
nuncio de una gloriosa primavera. 

En el fértil y rico 
terreno de mi alma, 
he trasplantado 
el árbol no terreno del amor entre los hombres, 
y en un inmenso abrazo 
rindo el espíritu y grito: 
¡Vida, vida!


* * * * * 

¡Oh, vosotros, los siglos, montones de ruinas!, 
¿he de esperar aún el tiempo venidero, 
pavo real de púrpura en lo alto de la casa, 
cuando todo va a hervir, se va a quemar 
y, flotando carteles y banderas, 
va a transformar en lava las masas victoriosas? 

Yo vestiré de negro 
de arriba abajo 
mi soledad. 
Igual que el mes de agosto, 
lloraré estrellas a montones. 
Altivo dolor mío,
da tu voz, desde ahora, a las fuentes del canto, 
hondamente encerradas en mi alma 
como en el corazón de una montaña. 
Que el cuerno de la muerte nuevamente resuene 
a través de mis versos. 
¡Volad, volad 
en la magnificencia del otoño, 
volad, sueños dorados 
de las primaveras que se avecinan!

 

 

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León