martes, 21 de enero de 2020


RAQUEL VÁZQUEZ





Ucronía



Serían las palabras adecuadas.
Con la elocuencia justa, hacer explícita
la talla sobre el aire;
un beso tímido, dos, ya sin duda
entrenzados los ojos.

Y en cada encuentro la piel como un fénix
que en la misma ceniza
ya reconoce el vuelo,
con sonrisas que riegan
la orquídea de la luz que cae en la tarde,

los abrazos sin cifra
ni tampoco computados los pasos
—alguno errado—, incluso los bostezos:
la sombra, al fin, tan necesaria siempre
para alguna promesa
que, aun nacida del tacto,
se mantendría inmune a la erosión.

Sería la rutina
en un realismo mágico,
los hallazgos, los juegos con los niños
o al cuadrar la hipoteca,
la discrepancia, el grito inapropiado
al que sigue un perdón tal vez no velocista
pero que nunca deja inconcluso el camino.

Igual que el de los años, las arrugas,
camas impuestas, blanco
de hospitales, el negro inamovible
con el que acaban por hacer su trueque
todos los horizontes y lenguajes.

Y ahora sólo serían las frases oportunas.
Si no fuera el reloj, los minutos sembrados
en medio de los tópicos,
la cuenta ya abonada al camarero
y dos sillas que gimen su derrota:

la hora de despedirse
—cada uno hacia su casa—.

Despedirse en silencio, una vez más,
de aquel maldito tiempo que no llega.


FRANCISCO VILLAESPESA





Vorrei morire



Sentir intensamente la vida. Haber amado
y haber sufrido mucho, tener el alma ciega
esperando en la sombra una luz que no llega
o empeñada en dar vida a un sueño ya pasado.

Amar lo fugitivo. Enamorarse de una
sonrisa, de una sombra... Sentir la poesía
de alguna melancólica y lejana armonía
que, de un balcón abierto, vuela bajo la luna.

Despreciar lo mezquino. Hacer con loco empeño
del ensueño la vida y de la vida ensueño...
Extenuarse en una larga caricia loca;

y al final de una tarde magnífica y florida,
esfumarse en el cielo, abandonar la vida
con un sonoro verso de amores en la boca.



KRIS VALLEJO





Safo



En cuartos cerrados se celebran rituales
de esos que cambian el curso de los ríos
y matan lenguajes atávicos
Allí juntamos las manos tibias
como rocas al pie del volcán
Los ojos llenos de nubes cansadas

En cuartos cerrados nos abrazamos
a la corteza destrozada de la espera
damos suspiros contra paredes hondas
queriendo beber del mañana

Nada que se tropiece con la luz que se extingue

Nada que estorbe en la caída y el pozo

¿Qué somos si no un pozo?
adentro todas las tormentas
todas las lágrimas
nadie se asoma si no es con sed
Los veranos son largos en nuestra canícula
¿qué pájaros hacen sus nidos en un pozo?

He de cantarte en mi voz más suave
en este cuarto cerrado quiero tomar tu mano
llevarte entre los filones de oro que salen de mi vientre



MARISA MARTÍNEZ PÉRSICO





Expedición doméstica



Son las siete en Reichsgau
y en otro punto equidistante
del planeta.          

(Cuando iba a la escuela me gustaba
abrazar el planisferio y calcular
la simetría de los
husos. Siempre supe
                        que Japón era el revés de Buenos Aires.)

A la tarde me arrojo a la humedad
de la bruma y acaricio
el crepúsculo violeta.
Mi cuota de orfandad se debilita
si recorro las calles
de Carintia.

       Ni siquiera me aleja un hemisferio  
       del espacio que tu cuerpo ocupa.

Pero anoche llovió y
cómo extrañé tus pasteles de membrillo,
el fragor de la cuchara contra
el plato, tu puñado de bucles.
Pinceladas reflejas
de sentirte en casa.

Acá se ve la auriga
y en los bares se respira olor a Maxim´s.
Es molesto adecuarse a otra rutina.
Nunca acaba por ser del todo tuya
y la nostalgia persiste.

El té de enebro
tus cruces y estampitas
enredar palabras por hablar de golpe
la manera de hacer
un dobladillo.

Golpean a la puerta. Me levanto
a abrirte. Dejo paso a tu inercia
y apoyás dos bolsas
en el piso.

                ¿Qué te pasa?

Te miro como si te desconociera,
como si un terremoto nos hubiera

partido, y por la puerta entreabierta
florecen las clemátides.

                                   Nada. Qué bueno que viniste.


MARIA MERCÈ MARÇAL





Punk Is Not Dead

Palabras para Àngela



Hija oscura del fuego
inextinguible. Amor
violento del desierto:
coraje de palmera.
Ángel no, sino ángela
rebelde, sin un cielo
que perder o ganar.
Sólo, rígido azul,
la pregunta, en abismo.
Tienes agudo el filo
como astros que un alud
de unas sombras de presa, 
a sangre, desarmaba, 
y con cresta sangrante,
brutalmente, en el alba
han rearmado los gallos.
Chillan los espolones
arrancados, el miedo,
la venganza del día
que el cuchillo ha cegado.
La pena calza orgullo
de bota militar
y el mal busca las altas
torres en que colgar
la alegría-jirón
de bandera robada
al enemigo. Amor
violento de un desierto
sin espejismos. Negro
despertar de una mar
temeraria. ¿Comprendes?
Porque te vi los ojos
entrando con el paso
descalzo de tus verdes
por el bosque expoliado
sin herir el minúsculo
sueño de aquella hierba.
Porque te vi los ojos,
el horror viene a mí
como un pájaro agónico
que reclama un tributo
debido, con impúdico,
vil chantaje de amor.
Y no sé, oscura hija
de la mar y del fuego,
qué arma o qué reclamo
puede echar a este viejo
desleal del futuro.
Ni encima de qué puente
de barcas astilladas
el fuego de una ola
nos unirá en la lucha.


 Versión de Clara Curell


DULCE MARÍA LOYNAZ





Está bien lo que está...



Está bien lo que está:
Sé que todo está bien.
Sé el Nexo.
Y la Razón.
Y hasta el Designio.
Yo lo sé todo,
lo aprendí en un libro sin páginas,
sin letras y sin nombre ...
Y no soy como el loco
que se quema los dedos trémulos
por separar la llama rosa de la mecha negra ...
Pasó volando y me rozó la frente...
Era buena la Vida:
Había rosas.
Unos minutos antes me había sonreído un niño...
Pasó volando y me rozó la frente.
No sé por dónde vino
ni por dónde se perdió luego pálida y ligera...
No recuerdo la fecha.
No sabría decir de qué color era ni de qué forma;
no sabría, de veras, decir nada.
Pasó volando... -había muchas rosas...-
y era buena la Vida todavía...