"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 20 de septiembre de 2019
RODOLFO ALONSO
Cara rota
no
se ha colmado la medida
lo
que has dicho lo que has amado
se
tiene ahora bajo el sol
para
ser despedazo o festejado
no
estás todavía del otro lado
se
ha dicho que tienes cosas por decir
no
se acabo esto
mientras
brille implacable la luz que desordena
todo
lo que debe decirse o ser amado
ESTEBAN MOORE
el viento que sopla desde el desierto
cristalino
“Strahlenwind
deiner spragge” *
el
viento que sopla desde el desierto cristalino
tan
blando como un terzo cielo –anunciará del
universo,
infinitas desconocidas geometrías/el
más
pequeño de sus detalles / los dominios de
una
agregada luminosidad
* “Strahlenwind deiner
Spragge”;
“La ráfaga de viento de tu
lenguaje” Paul Celan, Sprachgitter, 1959.
JOAQUIN PASOS
Elegía de la pájara
Oh loca y dulce pájara comedora de frutas,
devuélveme el vino verde de tu plumaje esquivo,
derrámalo en el aire emborrachado a gritos,
agítalo en mi alma con tu pico desnudo!
Que la diosa que surte los campos de aves nuevas
vierta sobre mi sangre este licor agreste,
que tu color circule a través de mi cuerpo
nido de locos pájaros ¡ay! pájaros muertos.
Pero la dulce luna, la que escucha los cantos
silenciosos de las aves sin lengua,
el cadáver de tu alma flotando como un pétalo.
Con tu mirada ciega y honda como un clavo
estás fijando el vértice de este momento triste,
mientras suena en el aire rumor de plumas secas
y las alas quebradas se desgajan con sueño.
Sube, pájara, sube a la postrera rama,
la que despide al mundo, el puerto de los cielos;
lanza tu carne loca florecida de plumas,
lanza tu carne dulce perfumada de frutas.
Hacia ti estas dos manos, estas manos que esperan
el manojo de sangre de selva de tu cuerpo
para mostrarlo al mundo como una joya fúlgida,
como lo mejor, lo mejor de la cosecha.
Sobre este llanto mío que se apague tu vuelo,
que se ahogue en sollozos el clarín de tu grito,
y que tu cuerpo tibio descanse para siempre
en mi dolor que tiene la forma de tu nido.
JUANA BIGNOZZI
El hombre que me compra flores
el
hombre que me compra flores
se
las guarda en el bolsillo después de dedicármelas
recomienda
serenidad ante mis síntomas y mis pérdidas,
cuando
se ha asegurado de que recuerdo la hora del regreso
me
pide que deje de buscar mi maleta
vuelva
a calzarme mis incómodos zapatos
y
busquemos un buen lugar para comer
ALFONSO CORTÉS
Ventana
Un trozo azul tiene mayor
intensidad que todo el cielo,
yo siento que allí vive, a flor
del éxtasis feliz, mi anhelo.
Un viento de espíritus, pasa
muy lejos, desde mi ventana,
dando un aire en que despedaza
su carne una angélica diana.
Y en la alegría de los Gestos,
ebrios de azur, que se derraman…
siento bullir locos pretextos,
que estando aquí, ¡de allá me llaman!
Un trozo azul tiene mayor
intensidad que todo el cielo,
yo siento que allí vive, a flor
del éxtasis feliz, mi anhelo.
Un viento de espíritus, pasa
muy lejos, desde mi ventana,
dando un aire en que despedaza
su carne una angélica diana.
Y en la alegría de los Gestos,
ebrios de azur, que se derraman…
siento bullir locos pretextos,
que estando aquí, ¡de allá me llaman!
FERNANDO FERREIRA DE LOANDA
El ausente
Háblame
de las muchachas, háblame de aquellas
que
me esperan a la orilla de los muelles,
navío
tras navío anclado, después de la mañana.
No
te inquietes si el gallo del campanario
te
dice desde el este
que
los vientos de mala facción también se orientan
hacia
allá.
Háblame
de las que se quedan
inclinadas
en el balcón del mar
y
preguntan por mí
y
por las aguas donde ando.
De
aquellas que en las mañanas de bruma
mi
recuerdo arrebata hacia el puerto,
con
la esperanza de esconder mi rostro
en
el jadeo, arrullo del pecho.
Y
de las que me aguardan en las terrazas
vueltas
hacia el mar, ansiosas
en
una espera impasible de piedra.
Dime
si el sol les doró la cara,
si
con la primavera sus senos florecieron,
si
de los otros esconden el secreto
para
que yo lo diluya
en
madrugadas que se aproximan,
y
si guardan el mensaje bajo velos opacos
donde
la tibieza se refugia
y
en la tibieza el misterio.
¿Quiénes
son aquellas que a los lejos veo
señalándome
en el horizonte
y
qué mundo les habita la mirada?
¿Y
qué te recuerda esa ansiosa espera, a la puerta
del
mar,
por
mi retorno que se cumplirá en una fuga
movido
por los vientos vigorosos que soplan del sur?
Dime
si todavía existe el gran azul que las cubría
y
si ningún vientre creció en mi ausencia,
o
si alguna, después de mi tan prometido amor,
agotada
de esperar, casó.
Háblame
del color de sus insomnios,
si
habito en sus sueños,
si
todas las noches las poseo
y
si, cuando bailan, es con el ausente que bailan.
Si
cuando se inclinan en el descansillo de la escalera
y
me buscan por las playas largas y muertas,
no
temen que les robe la flor,
las
que flor traen.
Háblame
de las cartas que nunca me fueron enviadas
y
de los sollozos retenidos en los tinteros
en
las manos trémulas todavía de adioses ya tan
remotos
por
desconocer el paradero del ausente;
de
las que al asomarse a las ventanas abiertas
hacia
el muelle
suponen
encontrarme recargado en un poste,
esperándolas,
y
de las que, deshecho el engaño, al desnudarse
suspiran
por mí: Simbad.
De
Bangkok vengo, pasé por Borneo,
llegué
al Havre y conocí a Marie.
Había
mar también (¡oh nostalgia de Violante!)
bañando
las costas de España.
A
muchas prometí que casaría;
contigo
sólo, sin embargo, me casaré.
Y
debajo de tu cuerpo desnudo, entre sábanas de lino,
después
del amor, en las madrugadas, se levantará el
sol.
Muchas
veces te adiviné en la infancia,
en
las indelebles muchachas de los mosaicos.
Eras
azul en el vaso de porcelana.
Tus
cabellos, sólo de cerca vistos,
podré
decir si son o no
plumas
de mis sueños de niño.
Tus
mejillas parecen la orla de una isla
que
no existe, que jamás existirá.
Y
el hálito de tu amor no empaña los espejos
donde
me cristalizo.
Despierta
a mi amor, para mis manos,
para
el calor de mis muslos,
para
las noches que pasaremos en claro,
para
las noches en que no tendremos pasado ni
ambiciones,
las
largas noches en que nos olvidaremos
de
que los gallos cantan y hay madrugadas.
¡Oh!
¡Saber
que en lo desconocido existen tus
senos,
como un puerto que me espera!
1948
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