sábado, 16 de mayo de 2015

ELIZABETH BISHOP

 

Quai d'Orleans
                                                             A Margaret Miller

Cada barcaza por el río remolca sin esfuerzo una poderosa
    estela,
inmensa hoja de roble de grises destellos sobre un gris más
    opaco;
y detrás de ella flotan hojas verdaderas, descienden hacia el
    mar.

Venas de azogue en las gigantes hojas, ondulaciones
    avanzan
hacia el lado del muelle, se extinguen contra sus murallas,
suaves, como a su fin van las estrellas fugaces en algún
    punto del cielo.

Y tropeles de hojas pequeñas, de hojas reales las persiguen
    a la deriva
hasta perderse, humildes en el vestíbulo disolvente del mar.
De pie, inmovilizados como rocas miramos las hojas y las
    ondas
mientras la luz sostiene con las nerviosas aguas una
    entrevista.

“Si lo que vemos pudiera olvidarnos la mitad de lo que a sí
    mismo se olvida
—quiero decirte— pero no podremos librarnos
en toda la vida del fósil de las hojas.

 

 

ÁNGEL GONZÁLEZ




Mensaje a las estatuas

 

Vosotras, piedras
violentamente deformadas,
rotas
por el golpe preciso del cincel,
exhibiréis aún durante siglos
el último perfil que os dejaron:
senos inconmovibles a un suspiro,
firmes
piernas que desconocen la fatiga,
músculos
tensos
en su esfuerzo inútil,
cabelleras que el viento
no despeina,
ojos abiertos que la luz rechazan.
Pero
vuestra arrogancia
inmóvil, vuestra fría
belleza,
la desdeñosa fe del inmutable
gesto, acabarán
un día.
El tiempo es más tenaz.
La tierra espera
por vosotras también.
En ella caeréis por vuestro peso,
seréis,
si no ceniza,
ruinas,
polvo, y vuestra
soñada eternidad será la nada.
Hacia la piedra regresaréis piedra,
indiferente mineral, hundido
escombro,
después de haber vivido el duro, ilustre,
solemne, victorioso, ecuestre sueño
de una gloria erigida a la memoria
de algo también disperso en el olvido.

 

 

ALFREDO VEIRAVÉ


 

Nada se pierde todo se transforma

 

Deja que se vayan igual volverán
cabalgando en otros caballos más briosos
las riendas hay que dejarlas sueltas
          no las tires hacia atrás hacia tu pecho
y verás que vuelven
                                      (los paladares los tigres los fetos
                                               el ocio y los engranajes)
Si escoges un huevo de perdiz
          tendrás el rumor del vuelo
Si pierdes la costumbre del agua
          adquirirás de pronto la humedad
Si esperas
          podrás ocupar un sitio de tu preferencia
Si corriges
          más vale quemar los papeles.

 

 

GERARDO DENIZ


 

Siesta

 

O salir sin hacer ruido al golpe del día, a palpar la humedad
    que vive en los muros, detrás de trepadoras y tallos
    volubles,
quemarse pies y manos con barandales blancos y baldosas
    muy secas,
mirar desde abajo una ventana de hotel igual a tantas
    mientras en este minuto dejado solo la brisa reacia sigue
    vuelta hacia el mar
—y por este mar se va hasta Borneo—,
ni las velas respiran y llegan despacio al puerto
las supersticiones de la tarde.
                                              Dejar aquí
en trance vegetal el cargamento de géneros y frutos
empedernidos, sargazo de sal y penumbra, los talones fríos,
entre ese olor a pintura nueva en los rincones
y a cedro inmortal en el armario —prosodia que el sol
    desconoce. Y ahora
apartar despacio de la piel el oído
con un sonar de espuma en la ribera.

Por las terrazas desiertas, infinitivos clavados como insectos
    pacíficos.

 

 

LÍBER FALCAO


 

Luna

 

Tan perfecta y blanca.
¡Tan alta!
Tan lejana y blanca.

Lejos de la muerte,
y de la vida lejos.
Lejos de los llantos.
De las risas, lejos.
¡Tanto!

No sabe esta luna
cómo todo es triste.
Cómo es bello el mundo
y la misma muerte acaso,
acaso, es volver sin irse.

Sola arriba, sola.
Tan perfecta y blanca.
¡Tan alta!
¡Tan lejos de todo!

Nada arriba, nada.
Ella sola y nada.

 

 

ELISEO DIEGO


 

El circo en tierra extraña

  

Amiga mía, tengo miedo
de todo en esta noche.
Tú estás muy lejos, y no puedo
recordar cómo miras, esta noche.

Los enanos caen como bolos
en la pista del circo. Sus trompetas
me calan de frío. Estoy solo
ya en la sala repleta.

Tengo terror de que no vayas
a ser a la luz del día
más que una linda historia. Callas
dentro de mí. La música es sombría.

Desaparecen los enanos
idos en sueño. Asumo
el pleno horror de la vigilia. Vano
ya todo. Tus ojos son de humo.