sábado, 7 de diciembre de 2024


 

DANIEL ARELLA

 

 

 

Plegaria del guerrero yogui 

a Edilio Moreno

 

 

Montaña,

entrégame

tu paciencia de ceniza

como un sable

 

para arder como fuego alto

detrás

en lo invisible

 

el cielo de tus manos limpias

 

de donde sólo bebe

el agua

la desaparición celeste

de estar solo

frente

a la nada simple

 

Montaña, entrégame

tu paciencia de ceniza

como un sable

 

sólo eso basta

 

en la cima sabré arder

junto al espíritu.

 

  

De: “La última cena de las Dakinis”

 

 

PABLO NERUDA

 

 


 

El mar

 

 

 

NECESITO del mar porque me enseña:

no sé si aprendo música o conciencia:

no sé si es ola sola o ser profundo

o sólo ronca voz o deslumbrante

suposición de peces y navios.

El hecho es que hasta cuando estoy dormido

de algún modo magnético circulo

en la universidad del oleaje.

No son sólo las conchas trituradas

como si algún planeta tembloroso

participara paulatina muerte,

no, del fragmento reconstruyo el día,

de una racha de sal la estalactita

y de una cucharada el dios inmenso.

 

 

Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire,

incesante viento, agua y arena.

 

 

Parece poco para el hombre joven

que aquí llegó a vivir con sus incendios,

y sin embargo el pulso que subía

y bajaba a su abismo,

el frío del azul que crepitaba,

el desmoronamiento de la estrella,

el tierno desplegarse de la ola

despilfarrando nieve con la espuma,

el poder quieto, allí, determinado

como un trono de piedra en lo profundo,

substituyó el recinto en que crecían

tristeza terca, amontonando olvido,

y cambió bruscamente mi existencia:

di mi adhesión al puro movimiento.

 

 

MARIO BENEDETTI

 

 

 

 

Hasta mañana

 



Voy a cerrar los ojos en voz baja

voy a meterme a tientas en el sueño.

En este instante el odio no trabaja

para la muerte que es su pobre dueño

la voluntad suspende su latido

y yo me siento lejos, tan pequeño

 

que a Dios invoco, pero no le pido

nada, con tal de compartir apenas

este universo que hemos conseguido

 

por las malas y a veces por las buenas.

¿Por qué el mundo soñado no es el mismo

que este mundo de muerte a manos llenas?

 

Mi pesadilla es siempre el optimismo:

 me duermo débil, sueño que soy fuerte,

 pero el futuro aguarda. Es un abismo.

 

No me lo digan cuando me despierte.

 

 

 

SANDRO COHEN

 

 


 

 

Música somos nosotros

 



A cuatro manos sobre el blanco y negro,

cuatro manos, el hombro contra el hombro.

A cuatro manos, dedos, veinte lumbres

en el blanco y su negro, piel, marfil.

 

Puede tocarse música por dentro,

tu música de adentro y por lo bajo.

Así suena tu música, a respiro

y tormenta, remanso y catarata.

 

Una vez y de nuevo, flotas sobre

el teclado con dedos, brazos, lengua,

el pecho contra espalda, espalda contra

el tiempo, fuga con dos contra tres

sobre la partitura entre tus piernas

en la cadenza, ritardando, notas

negras son sobre blancas, esta fusa

hasta el fandango, hasta el fin, hasta el fondo.

 

Canta contra mis ojos. toca, loca.

no te detengas, llena mis oídos

de tu viento, saliva con sudor

y semen, lágrimas y sangre adentro.

 

Mueve tus dedos, piano y piano, suave

pianísimo y más fuerte, ¡sí!, más lento.

 

¿Notas las notas? ¿mis corcheas, fusas

revueltas? todo es piel entre las sábanas

escrito en blanco y negro a cuatro manos,

dos lenguas con sus dedos, su saliva

en mi hombro y en tu pecho, sus tresillos

desbocados, su encabalgada furia

de frases al oído, dedos… canta

con tus dedos adentro, que los muevas

piano, suave, tan fuerte como puedas

hasta que vibren todos nuestros músculos,

hasta que se relajen, por vencidos.

 

toca tu blanco y negro a cuatro manos.

 

Entre tus dedos y el marfil, silencio.

Entre papeles y armonía, el aire.

Estamos suspendidos todavía,

por siempre:

          música

somos

nosotros.

 

 

JAIME SABINES

 

 


 

Codiciada, prohibida....

 



Codiciada, prohibida,

cercana estás, a un paso, hechicera.

Te ofreces con los ojos al que pasa,

al que te mira, madura, derramante,

al que pide tu cuerpo como una tumba.

Joven maligna, virgen,

encendida, cerrada,

te estoy viendo y amando,

tu sangre alborotada,

tu cabeza girando y ascendiendo,

tu cuerpo horizontal sobre las uvas y el humo.

Eres perfecta, deseada.

Te amo a ti y a tu madre cuando estáis juntas.

Ella es hermosa todavía y tiene

lo que tú no sabes.

No sé a quién prefiero

cuando te arregla el vestido

y te suelta para que busques el amor.

 

 

GABRIELA MISTRAL

 

  

 

Tres árboles

 

 

Tres árboles caídos
quedaron a la orilla del sendero.
El leñador los olvidó, y conversan
apretados de amor, como tres ciegos.

El sol de ocaso pone
su sangre viva en los hendidos leños
¡y se llevan los vientos la fragancia
de su costado abierto!

Uno torcido, tiende
su brazo inmenso y de follaje trémulo
hacia el otro, y sus heridas
como dos ojos son, llenos de ruego.

El leñador los olvidó. La noche
vendrá. Estaré con ellos.

Recibiré en mi corazón sus mansas
resinas. Me serán como de fuego.
¡Y mudos y ceñidos,
nos halle el día en un montón de duelo!