jueves, 13 de diciembre de 2012

EUGENIO DE ANDRADE






En un lugar al sur...



Es un lugar al sur, un lugar donde
la cal
amotinada desafia el mirar.
Donde viviste. Donde a veces en sueños
vives aún. El nombre empapado de agua
te escurre de la boca.
Por caminos de cabras descendías
a la playa, el mar batía

en aquellas piedras, en estas sílabas.
Los ojos se perdían ahogados
en el fulgor
del último o del primer día.

Era la perfección.

Versión de Aníbal Núñez
  

HAROLD ALVARADO TENORIO




  
Café Beach Café



El amargo sabor de los sueños
volverá para darte una muchacha
con el pelo suelto
contando recibos del paso del día. 

Desnúdate de ti
y ella vendrá a vestirse
con las caderas, los ojos y los gestos
que hubo en tu camino
ese verano del ochenta y dos.

ÁNGEL AUGIER





Cuba



Cuba, flotante línea suspendida
en la punta del agua sin sosiego;
llama en el centro de su propio fuego,
roja al viento la túnica encendida. 

Cuba, de amor extiendes tu medida
y la sombra sepulta su astro ciego:
tu sangre, ardiente luz, es dulce riego
para alzar el tamaño de la vida. 

Marítima y frutal, solar y sola,
las olas que establecen tu corola
forman, Cuba, coraza a tu alegría.

Y en tu carrera de canción y espuma
deslumbra a la mirada entre la bruma
el fulgor con que en ti florece el día.


PABLO NERUDA





La canción desesperada



Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.

Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!

Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!

En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.

Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!

Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.

Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!

En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!

Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y del acto.

Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.

Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.

Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.

Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.

Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!

Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.

Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.

Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.

Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.

Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.

Ése fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!

Oh sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron.

De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste
de pie como un marino en la proa de un barco.

Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.

Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.

El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.

Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.

Ah más allá de todo. Ah más allá de todo. 

Es la hora de partir. Oh abandonado!


ROBERTO JUARROZ





El amor empieza cuando se rompen...



El amor empieza cuando se rompen
los dedos
y se dan vuelta las solapas del traje,
cuando ya no hace falta pero tampoco
sobra
la vejez de mirarse,
cuando la torre de los recuerdos, baja o
alta,
se agacha hasta la sangre.

El amor empieza cuando Dios termina
Y cuando el hombre cae,
mientras las cosas, demasiado eternas,
comienzan a gastarse,
y los signos, las bocas y los signos,
se muerden mutuamente en cualquier
parte.

El amor empieza
cuando la luz se agrieta como un
muerto disfrazado
sobre la soledad irremediable.

Porque el amor es simplemente eso:
la forma del comienzo
tercamente escondida
detrás de los finales.


MARÍA ROSAL





Tierra baldía



Quiero hallarte en el vino
y en el vino besarte,
donde sé que tu lengua
puede apenas herirme.
Encender una hoguera
con todos los rastrojos
de la tierra baldía
que nunca sembraremos.

Me gozas en secreto
a la luz amarilla
de farolas y lunas,
en el agua estancada,
entre los callejones
al abrigo imposible
de los gatos de enero.
Mientras la cantinela
de marinos sin patria
nos distrae de la muerte.

Con la noche me ciño
blanco velo de novia
y salgo a pasear
donde los buques llegan.
He aquí la loca -dicen-
cuando abro mis muslos,
cuando aliso mi vientre.
Les ofrezco maduros
pechos como magnolias.
Sin embargo no hay hombre
que apaciguarme pueda.
¿Dónde he de hallar el vuelo
que remonte mi carne?
¿En qué carne enemiga
morder hasta encontrarme?