lunes, 29 de febrero de 2016


DIANA DEL ÁNGEL




IV



El roce de tus dedos en mi rostro,
volvía el aire tibio y mi epidermis,
más honda, palpitaba como el surco
sediento, a flor de tierra, de semilla.



LUIS CERNUDA



  
Limbo                                                        A Octavio Paz



La plaza sola (gris el aire,
negros los árboles, la tierra
manchada por la nieve),
parecía, no realidad, mas copia
triste sin realidad. Entonces,
ante el umbral, dijiste:
viviendo aquí serías
fantasma de ti mismo.
Inhóspita en su adorno
parsimonioso, porcelanas, bronces,
muebles chinos, la casa
oscura toda era,
pálidas sus ventanas sobre el río,
y el color se escondía
en un retablo español, en un lienzo
francés, su brío amedrentado.
Entre aquellos despojos,
proyecto, el dueño estaba
sentado junto a su retrato
por artista a la moda en años idos,
imagen fatua y fácil
del diletante, divertido entonces
comprando lo que una fe creara
en otro tiempo y otra tierra.
Allí con sus iguales,
damas imperativas bajo sus afeites,
caballeros seguros de sí mismos,
rito social cumplía,
y entre el diálogo moroso,
tú oyendo alguien me dijo: "Me ofrecieron
la primera edición de un poeta raro,
y la he comprado", tu emoción callaste.
Así, pensabas, el poeta
vive para esto, para esto
noches y días amargos, sin ayuda
de nadie, en la contienda
adonde, como el fénix, muere y nace,
para que años después, siglos
después, obtenga al fin el displicente
favor de un grande en este mundo.
Su vida ya puede excusarse,
porque ha muerto del todo;
su trabajo ahora cuenta,
domesticado para el mundo de ellos,
como otro objeto vano,
otro ornamento inútil;
y tú cobarde, mudo
te despediste ahí, como el que asiente,
más allá de la muerte, a la injusticia.
Mejor la destrucción, el fuego.



BALDOMERO FERNÁNDEZ MORENO



  
Setenta balcones y ninguna flor



Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?

La piedra desnuda de tristeza
¡dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta lleno de ilusiones?

¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?

Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá un clave...

¡Setenta balcones y ninguna flor!





MANUEL LOZANO




Retrato de familia



Un ciclón te aspiraba hacia abajo.
Tu cabeza se llenó de cangrejos y palabras
soplando desde la noche inicial.
¿Qué hiciste del tiempo cuando envejecías,
cuándo disfrazabas el cuerpo
con vestido de princesa para el ágape?
Se asesinaban mutuamente.
Dormían con las pieles de cordero que te cubren.
Hermana,
¿por qué asesinaste a la madre?
¿Por qué volcaron pus sobre tu vientre blanco?
¿Por qué te asesinaban?



LIVIO RAMÍREZ



  
Infancia.



En el acribillado jardín
los árboles definitivamente callan
las estatuas me miran desde otra realidad
ni el eco de tu nombre te responde:
oh invisible violencia que te arrasa



GERARDO DIEGO




Quisiera ser convexo...



Quisiera ser convexo
para tu mano cóncava.
Y como un tronco hueco
para acogerte en mi regazo
y darte sombra y sueño.
Suave y horizontal e interminable
para la huella alterna y presurosa
de tu pie izquierdo
y de tu pie derecho.
Ser de todas las formas
como agua siempre a gusto en cualquier vaso
siempre abrazándote por dentro.
Y también como vaso
para abrazar por fuera al mismo tiempo.
Como el agua hecha vaso
tu confín - dentro y fuera - siempre exacto.



domingo, 28 de febrero de 2016


LUIS CERNUDA




Adolescente fui en días idénticos a nubes...



Adolescente fui en días idénticos a nubes,
cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,
y extraño es, si ese recuerdo busco,
que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.

Perder placer es triste
como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;
aquel fui, aquel fui, aquel he sido...
era la ignorancia mi sombra.

Ni gozo ni pena; fui niño
prisionero entre muros cambiantes;
historias como cuerpos, cristales como cielos,
sueño luego, un sueño más alto que la vida.

Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías, como en la adolescencia,
ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.



MANUEL ALCANTARA



  
Biografía



Lo mejor del recuerdo es el olvido...
Málaga naufragaba y emergía...
Manuel, junto a la mar, desentendido;
yo era un niño jugando a la alegría.
Ahora juego a todo lo que obliga
la impuesta profesión de ser humano,
y a veces, al final de la fatiga,
enseño a andar palabras de la mano.
Ser hombre es ir andando hacia el olvido
haciéndose una patria en la esperanza;
cuerpo a cuerpo con Dios se está vendido
y a gritos no se alcanza.
( Dentro de poco se dirá que fuiste,
que alguien llamado así, vivió y amaba...)
Ser hombre es una larga historia triste
y un buen día se acaba.
Desde mis veinticinco historias vengo.
Nada me importó nada.
Pero cualquier capítulo lo tengo
miniado en letra triste y colorada.
Un hombre hecho y deshecho
os habla. Soy distinto cada año.
Tengo un desconocido por el pecho.
Sí. Miradme a los versos. No os engaño.
Tengo el sombrío bosque de la frente
esperando que llueva;
mientras, el alma suena bajo el puente,
y cuando el alma suena es que a Dios lleva.
Vuelvo a andar el camino desandado
y en mi paso resuenan las cadenas.
Recuerda el corazón acostumbrado...,
¡qué buen fisonomista de las penas!
Unas pocas palabras me mantienen:
duda, esperanza, amor... Siempre me pierdo...
Amor, duda, esperanza... Siempre vienen...
La ilusión, si la he visto, no me acuerdo.
Lo mejor del recuerdo es el olvido...
Málaga naufragaba y emergía...
Manuel, junto a la mar, desentendido;
hubo una vez un niño en la bahía.
Y hay un hombre de pie sobre mis huellas
indefenso y sonoro, a ras del suelo,
que se irá mientras hacen las estrellas
propaganda de Dios allá en el cielo.


MANUEL MAPLES ARCE




Tras los adioses últimos




Tardes alcanforadas en vidrieras de enfermo,
tras los adioses últimos de las locomotoras,
y en las palpitaciones cardíacas del pañuelo
hay un desgarramiento de frases espasmódicas.

El ascensor eléctrico y un piano intermitente
complican el sistema de la casa de 'apartmentes',
y en el grito morado de los últimos trenes
intuyo la distancia.

A espaldas de la ausencia se demuda el telégrafo.
Despachos emotivos desangran mi interior.

Sugerencia, L-10 y recortes de periódicos;
¡oh dolorosa mía
tú estás tan lejos de todo,
y estas horas que caen amarillean la vida!

En el fru-fru inalámbrico del vestido automático
que enreda por la casa su pauta seccional,
incido sobre un éxtasis de sol a las vidrieras,
y la ciudad es una ferretería espectral.

Las canciones domésticas
de cocos a la calle.

(¡Ella era un desmayo de pretigios supremos
y dolencias católicas de perfumes envueltos
a través de mis dedos!)

Accidente de lágrimas. Locomotoras últimas
renegridas a fuerza de gritarnos adiós
y ella en 3 latitudes, ácida de blancura,
derramada en silencio sobre mi corazón.


PEDRO SALINAS




Si me llamaras, sí...



¡Si me llamaras, sí,
si me llamaras!

Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!

Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
-¡si me llamaras, sí, si me llamaras!-
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.

Nunca desde los labios que te beso,
nunca desde a voz que dice:
"No te vayas."





JUAN LARREA




No todo estaba dicho



Entre tú y yo el cielo ahogaba a su presa
entre el orden y tú la fuga encamaba a sus peldaños
entre el ala y yo el alba amaba su sangre fría

Entre tú y yo los verdores innatos soltaron
el pecho de vidrio y de trueno
arrastrando carriles de espuma gracia inútil
en los parajes dolorosos para una sola persona

Escombros de llanura por todas partes donde la boca serpea
cuando mi cadáver aún está en su casa




MANUEL DE CABRAL



  
Oda escrita en la piedra



Hay algo mas que el viento buscando ser instinto,
algo más que la ola
que quiere andar de pie como la sangre.
Hay algo más que aquello que rezaba a las piedras,
suave como la muerte del cabello del indio,
simple como el secreto transparente del agua.

Hoy aquellos que fueron siempre mudos,
los que siempre llevaron en la sombra
la dignidad del loto que crece sobre el cieno,
se acercan a la tierra,
y echan voces por granos, como quien va regando
la conciencia.

Llegan horas que nacen para la alondra insigne.
La tierra tiene ahora la cualidad del ave.
Y el horizonte crece, crece en aquellas manos
que saquearon a sangre la esperanza.

Aquellas manos simples,
que traen en los filos de picas y hachas
el oro de las minas de los amaneceres.

Es la América inédita,
la que estaba en el tacto,
la que estaba en la carne,
como aquello que a veces se nos queda
en el vientre materno que se revienta en vida.

La América que un día se quedó entre los hombres
y creció entre sus manos como el río en el mar.

América también:
la que pinta de verde el aguacero,
la que suena en el fuerte como un tiro de paz,
la que muerde en la miga dura de tiempo el negro,
la que un poco se duerme tirada en una esquina
mientras la sangre antigua moja aun las espadas,
mientras todos los siglos caben en la garganta,
mientras el indio andino no conoce a Bolívar,
mientras por los caminos de los Andes las llamas
bajan a paso manso sin que lo sepa el mundo
una pequeña caja de pino en donde viene
tal vez no un niño muerto, sino el sueño profundo
de toda la montaña.

Ya la mañana viene sobre carretas pobres,
carretas que traen de lejos su catedral de fatiga.

Parece gente el aire que da contra la frente.
Viene la sangre niña como el agua primera.
Raíz de madrugada, canta el indio remoto.
La sonrisa se ha puesto de pie como una hazaña.
La mañana de ahora trae durezas de estatua.
Hoy la tierra que sube municipal es cósmica.
Nadie fundó la urbe... Fueron antiguas rocas
que crecieron a fuerza de pensar en las alas.
Hoy no lanza el hondero la piedra suelta al tiempo
sino que se levanta con ella misma el hombre.

Mientras pasa la muerte resucitando espadas.
 


sábado, 27 de febrero de 2016


MARIO BENEDETTI




216



estas tristezas
me las trajo el crepúsculo
y no se fueron



MIGUEL FLORIANO TRASEIRA



  
Amanecida de Grace Kelly



Pronto amanecerá con insolencia,
y esta mano que ensaya en la penumbra
su fatiga e intenta dar
contigo, con algún rincón
sabido de tu cuerpo, tomándote, nombrándote
la piel, esta mano reconciliada
ya con la dulzura pero vulnerable
a la fría emboscada del invierno,
termina por caer desfallecida
sobre las lentas ruinas de su tacto.
Tú apenas has notado nada.
Custodias todavía un tiempo ausente
a la orilla de un sueño muy lejano.
Pero un primer albor te alcanza el rostro,
abriéndote los ojos muy despacio. Te acercas
entonces a besar mi mano muerta.


(Inédito)




RAQUEL LANSEROS



  
Yago Bazal se deja ver dos horas



La luna nueva late dentro del corazón
de un hombre declarado clandestino.
    Es una noche oscura como un crimen.
Yago Bazal avanza monte abajo
entre sombras azules que susurran su historia.

Porque los ideales se volvieron ceniza
hace tiempo que Yago no hace fuego.
Así,
va dejando jirones de sus mejores sueños
     en las plateadas jaras a su paso.

Lo recuerda muy bien.

Un búho reconoce el rostro tenso
a veces decidido a rebelarse
contra quienes lo excluyen de los seres humanos
aunque otras veces también muestra, de pronto,
el cansancio plomizo y demacrado
de una lucha sin plazo.

      Hay pocos camaradas
      y mucha escarcha rota.

No es la palabra frío la que agrieta la cara
ni amorata los dedos en las botas deshechas.
     Es el frío de verdad.
Es el frío espeso
de esta primera Navidad después de la derrota
pegándosele al cuerpo igual que una serpiente.

En la guerra Yago había odiado las palabras.
   Podía notar el pulso
      tibio como la tierra
         en las letras de sangre.
Sin embargo, ahora sabe
que no son las palabras quienes matan.
   Cada letra es un pez en el océano,
   un árbol florecido,
pero hay labios que usan las palabras
como se usa una ametralladora.

Fuera se han encendido
las farolas ausentes de la calle.
   Mientras,
   suspira muy despacio.
   El frío le acompaña como entonces.
Si cierra bien los ojos fatigados
Yago se puede ver
   trepando el muro de su propia huerta
      acallando a sus perros
         penetrando furtivo en su mísera casa
                                                           de trigo húmedo y ajo.
Aún puede oír el sollozo desvalido
de la mujer que ama
al verlo tan delgado y polvoriento.

Todas las noches Yago vuelve a huir monte arriba
con pocas provisiones y un beso triste quemándole los labios
con los ojos perdidos de los hombres
                                  cuyo futuro ha sido demolido.

Todos nosotros somos ahora y para siempre
las pisadas de Yago contra la piedra helada,
yo soy el pan callado de aquella Nochebuena,
tú eres la luna oscura que le ayuda a esconderse.

Y hoy es mil novecientos treinta y nueve.    



RENÉ MORALES HERNÁNDEZ




Finale



Ve y busca aquel que mato a tu madre con la intención de robarle la troca
y violó a tu hermana una noche en que parecía todo tranquilo

ve y busca a ese desconocido que le corto los dedos a tu padre
mientras gritaba como un animal

ve ahora mismo y busca a ese cabrón que sin dudarlo
hizo que tu hermano suplicara por su vida
para que al final después de encerrarlo durante meses
le pegara un tiro mientras dormía

ve y busca a ese hijo de su reputa madre
que te tiene en la mira

y perdónalo

porque si no lo haces
estás jodido de por vida




JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO




El oficio del poeta



Contemplar las palabras
sobre el papel escritas,
medirlas, sopesar
su cuerpo en el conjunto
del poema, y después,
igual que un artesano,
separarse a mirar
cómo la luz emerge
de la sutil textura.
Así es el viejo oficio
del poeta, que comienza
en la idea, en el soplo
sobre el polvo infinito
de la memoria, sobre
la experiencia vivida,
la historia, los deseos,
las pasiones del hombre.

La materia del canto
nos lo ha ofrecido el pueblo
con su voz. Devolvamos
las palabras reunidas
a su auténtico dueño.




JORGE GUILLÉN




Ya se alargan las tardes, ya se deja...



Ya se alargan las tardes, ya se deja
despacio acompañar el sol postrero
mientras él, desde el cielo de febrero,
retira al río la ciudad refleja

de la corriente, sin cesar pareja
-más todavía tras algún remero-
a mí, que errante junto al agua quiero
sentirme así fugaz sin una queja,

viendo la lentitud con que se pierde
serenando su fin tanta hermosura,
dichosa de valer cuando más arde

-bajo los arreboles- hasta el verde
tenaz de los abetos y se apura
la retirada lenta de la tarde.



viernes, 26 de febrero de 2016


MARCELO DANIEL FERRER




Despedida



Y por ese sendero
Donde nuestro amor juramos
Volveremos a caminar...
Sin tomarnos de la mano,
Mirando hacia abajo,
Casi sin hablar.

Donde la naturaleza viva
Con su canto
Querrá hacernos soñar.

Pero lo que antes dijimos
Ya no se repetirá,
Pues no somos los mismos
Que antes por aquí pasaron,
Sellando con un beso,
Lo que hoy destruimos
Sin ni siquiera hablar.


RAMÓN VALDEZ



  
Amigos



Si te sientas conmigo,
Si tú estás a mi lado,
Que seamos amigos,
Ya está casi arreglado.

Te diré dos palabras,
Cualquier cosa que sea,
Buscaré de tus labios
La respuesta cualquiera.


Abriré tu sonrisa
Con palabras graciosas,
Te diré con malicia
Una frase ingeniosa.

Buscaré en tu mirada
Si me has comprendido,
Sólo ofrezco palabras,
Sólo ofrezco mi oído.

El tener quién escuche
Cuando quieres hablar,
Quién te brinde silencio
Cuando quieras pensar.

El tener quién te hable
Si querés escuchar,
Es tan bueno, ¿y qué cuesta?
Casi nada, al final.


Si te sientas conmigo,
Si tú estás a mi lado,
Que seamos amigos,
Ya está casi arreglado.


OTILIO VIGIL DIAZ




Visión lunar



Señora luna yo te he visto:
sobre las cumbres altivas;
sobre las cataratas bravías;
sobre los ríos musicales y errabundos;
sobre el mar veleidoso y pérfido;
sobre las lagunas extáticas;
sobre las envergaduras de las naves perdidas;
Señora luna yo te he visto:
sobre los caminos polvorientos y sabios;
sobre las ruinas solitarias;
sobre el plumaje de los cisnes dormidos;
sobre la pampa inmensa;
sobre las tristezas de las necrópolis;
sobre los campamentos bárbaros;
sobre el marfil de los cadáveres;
sobre los charcos de sangre;
sobre las carroñas de las bestias;
sobre los jardines solitarios;
sobre el espejo de las fuentes olvidadas;
sobre el dolor de los hospitales;
sobre el arabesco de los frailes;
sobre los pámpanos de las fiestas;
Señora luna, yo tengo un anhelo exótico y profundo:
quiero verte dormida, sobre las gemas de sus ojos y sobre las pálidas ojivas de sus manos góticas.




JULIO FLÓREZ ROA




Huyeron las golondrinas
(VI de Gotas de Ajenjo)



Huyeron las golondrinas
De tus alegres balcones;
Ya en la selva no hay canciones
Sino lluvias y neblinas.
Me da el pesar sus espinas
Sólo porque a otras regiones
Huyeron las golondrinas
De tus alegres balcones.
Insondables aflicciones
Se posan entre las ruinas
De mis ya muertas pasiones.
¡Ay, que con las golondrinas
Huyeron mis ilusiones!



JORGE DEBRAVO




Prevalecer



Cuando el cielo os absorba las entrañas
y quiera avergonzaros comparándose
con el cielo animal de la mirada,
volved los ojos hacia la infinitud
que lleváis escondida debajo de los párpados.
Volved los ojos hacia los ojos mismos.
Con eso basta.

Y cuando el viento os quiera avergonzar
comparando sus manos infinitas
con vuestras dos sencillas, tiernas manos,
hundid las manos en el amor, echadlas
a madurar en pura sangre humana.
Echad las manos entre las manos mismas.
Con eso basta.



MANUEL ALTOLAGUIRRE




Hice bien en herirte...



Hice bien en herirte,
mujer desconocida.
Al abrazarte luego
de distinta manera,
¡qué verdadero amor,
el único, sentimos,
y qué besos eléctricos
se dieron nuestras nubes!
Como el mueble y la tela, tus denudo
no tenía importancia bajo el aire,
bajo el alma, bajo nuestras almas.
Nosotros ya no entendíamos de aquello.
Era el suelo de un ámbito
celeste, imponderable.
Éramos transparencias
altísimas, calientes.


jueves, 25 de febrero de 2016


JUAN RAMÓN ORTIZ GALEANO




¿Ojos abiertos?



¡Que diáfana es esta mañana en el campo!
¡qué deslumbrante su ojo de fuego
tejiendo en mis manos
la Luz imborrable!


Efímeros, mi cuerpo y talante
se regocijan en la magnitud,
en la presencia tibia y remota
de su cuerpo invulnerable.


No quiero mirarlo, ni preciso hacerlo,
me basta sentir, en toda mi humanidad,
el tacto dulce y perfecto
de su manantial inagotable.


De: "Patria Sangrante Aldea Enloquecida"


("¿Ojos abiertos?", poema seleccionado en el Concurso Carpe Diem del Centro de Estudios Poéticos y publicado en la antología Carpe Diem, Madrid, Septiembre 2011.)



CARMEN INÉS PERDOMO



  
Bosque



He sentido tu lengua
como una melodía.

Ten piedad de los cantos que brotan
entre la sombra.


De: Silencio en Llamas



LUIS ARMENTA MALPICA



  
[clavel de todos]



Hace mucho silencio que el vidrio
de mis labios no se quiebra. 
Este clavel ya no me deja el agua
de la palabra rosa. 
Ha muerto mi madrastra 
(quien ungiera de alcohol lo que escribimos).
Sus ojos arrogantes ya sin gritar porqué se clavan en las manos
y ese pecho que tiene de infarto a la familia
los últimos cinco años.
Me llevó varios duelos antes de sepultarla 
y con tal compasión (ella dijo insolencia) que soy más pobre en rosas.
La piedra de sus puños aún resuena en mi sangre 
con cada coz palada de ceniza que dejó por herencia
a quienes no la amaron.
Este clavel nos une para que deshojemos
el llanto de su envidia
y pueda seguir río que escuchamos de cerca 
pero ya no nos hunde.


CESAREO MARTÍNEZ



  
La realidad no es como la ves



La realidad no es como la ves
El claro fresco que percibes en este instante
Ni siquiera como la vez que tu ojos la vieron
Nítida, para perderse otra vez
Por debajo de tu sordo mirar discurre alada
Como ese río que alguna vez te prestó su voz
Súbita, como el zarpazo de una fiera, te calza
Y habrá transformado tu forma de mirar
La realidad no es como la ves ahora, nítida y voraz
Y jamás como la verás mañana, líquida y locuaz
Lejos de tus ojos se desliza inconmovible
Y se expresa con horror
La realidad está allí, y no requiere de tus sentidos
Para perderse otra vez



ADALBERTO GARCÍA LÓPEZ




Maríntimo

A Mirtha Sánchez:
tú lo has visto con tus ojos,
yo a través de tus palabras.



Y el mar ha callado hace mucho tiempo
todo su cementerio.
Llegada la noche intenta lanzar un grito,
un enmudecido grito en el rubor de la oscuridad
pero sus muertos se lanzan a la orilla,
en busca de piedra alguna para anclarse:
rasgan la arena, las conchas, los cangrejos
porque el mar se arrepiente de dejarlos ir
tras coquetear con la orilla
(la soledad es también inmensa para ella)
y los jala con su red de espuma y sales
dentro de sí,
muy dentro de sí.


TOMÁS COHEN




Salmuera



Sabes a mar, sabía el aire
que al agua más grande
íbamos para morir de sed.
Adentro, secreto e inmenso aire
que salaba en últimos besos
carne seca para el viaje arduo.
Inmensa, celeste herida
que el dejar de mirar abre,
sueltas nuestros días por años
como sabuesos o lágrimas.
Inmensa, celeste herida
que el dejar de mirar abre,
retiras al corazón de los ojos
como al verdor de las ramas.
Adentro, secreto e inmenso aire
de ti a mí, iba en nuestro beso
por dulzuras a un cuesco amargo.
Sabes a mar, sabía el aire
que nuestro fruto, como el sol,
inhalaba su rubor para caer.



De: “Redoble del ronroneo”

miércoles, 24 de febrero de 2016


MÓNICA LANERI




La inalterable contradicción del ser...



Será fácil ver...
seguiré siempre
en lo mismo,
plasmando lo que siento,
buscando letras 
en donde poner sentidos...
Será fácil ver...
que cambia el barrio,
sus calles...
que la gente 
también se cambió de casa..,
y yo sigo...
será el gato en la puerta...
el cariño canino...
y ese amor que no me falta...
la barricada contra el frío...
seré yo...
seré siempre...
esto que se busca 
y se encuentra...
esto que muere 
y renace...
que muere
y que sigue...
como el mismo recuerdo...
como el mismo olvido...


HUGO GUTÍERREZ VEGA



  
De nuevo llegas a mi casa



Conoces el camino
y sabes que mis cosas
se han amoldado a ti.

En el espejo
queda tu reflejo.

En la tarde de la ciudad,
bajo las máquinas;
en la tarde amarillenta,
sucia, habitada de sombras,
manchada por las prensas,
vociferante río de niebla
hacia la noche del tumulto;
en la tarde tus cabellos
serán un recuerdo presente.
Yo estaré junto
a tus dieciséis años
y junto a tu fracaso,
a tus cansados días
vividos bajo el humo de la ciudad.
Estaré junto a tu voz pasada
escuchando tu voz presente.
Leeremos nuestra historia
en el libro cerrado
de tu vientre.