sábado, 24 de octubre de 2020

NIKOLAI GUMILIOV

 


  

 

 

La lluvia

 



A través de los vidrios en la lluvia

El mundo se antoja abigarrado;

Al mirarlo poblado de colores

Todo en él me pertenece.

 

El verde se vuelve siniestro

Como si se hubiera sulfatado

Un matorral de rosas rojas

En él se ha dibujado.

 

Las gotas caen mesuradas en los charcos

y musitan sus propias canciones

Como cuando cantan las mujeres

Con voz apresurada por las tardes.

 

¡Gloria al cielo que anuncian las lluvias!

En este río de la primavera

Se mezclan en el agua turbia

Los peces y los troncos silvestres.

 

En las honduras vanas de los molinos mágicos

Se escucha el relincho de potros frenéticos

Y el alma, el más aciago de todos los cautivos,

Se torna libre y vuela.

 

 

Versión de Jorge Bustamante García

 

TED HUGHES

 

 


 


 

Montañas

 



     Soy una mosca si éstas no son piedras,

si no son piedras éstas soy un dedo.

 

     Dedo, hombro, ojo.

El aire las rodea como atento.

 

     Allí estaban ayer y el mundo anteayer,

contentas todas de su herencia,

 

no hacía falta trabajo, sólo poseer el día,

sólo poseer poder y su presencia,

 

sonriendo a distancia, luminosas las faces

de la paz del paterno testamento,

 

flores en el cabello, decorando sus miembros

el dolor del amor y el dolor del temor y el dolor de la muerte.

 

 

Versión de Jesús Pardo

 

GEORG HEYM

 

 


Umbra Vitae



 

Adelante se inclinan los hombres por las calles,

contemplando los signos de los cielos,

en donde los cometas, con narices de fuego,

amenazantes se deslizan en torno de las torres.

 

Los astrólogos llenan los tejados

y clavan en el cielo largos tubos,

y hay hechiceros: brotan de desvanes

retorcidos, a oscuras, conjurando los astros.

 

Los suicidas andan en grandes hordas

buscando entre la noche su existencia perdida,

encorvados sobre los puntos cardinales,

barriendo el polvo con escobas como brazos pobres.

 

Polvo que apenas dura,

perdiendo en el camino sus cabellos,

brincan, aprisa mueren

y yacen en el campo con la cabeza rota,

 

pataleando, a veces, todavía. Y las bestias del campo

alrededor transitan ciegamente y les clavan

los cuernos en el vientre. Se enfrían sepultados

bajo salvias y espinos.

 

Pero los mares se detienen. Los barcos,

suspendidos en olas, con aflicción se pudren,

dispersos, y no hay corriente móvil

y los patios celestes están todos cerrados.

 

Los árboles no cambian estaciones,

eternamente muertos en su fin

y abren sus largas manos, sus dedos de madera

por caminos ruinosos.

 

Quien va a morir se sienta para levantarse

y acaba de decir sus últimas palabras.

Se desvanece de pronto. ¿En dónde está su vida?

Sus ojos se quiebran como el cristal.

 

Muchos son sombras. Escondidas y turbias.

Sueños que rozan sobre puertas mudas.

Quien despierta agobiado por otras madrugadas

debe quitar la pesadez del sueño de sus párpados grises.

 


Versión de Ernst Edmund Keil
De: "Tres poetas expresionistas alemanes"

 

NÂZIM HIKMET

 

 



Con este calor pienso en ti...

 

 


Con este calor pienso en ti

                                    tu desnudez

tu cuello tus muñecas

las cosas que me decías

con los pies como una blanca paloma descansando en un cojín.

 

Con este calor pienso en ti

no sé si lo que más recuerdo

                                  lo que viene a mis ojos

es tu cuello tus muñecas

tus pies descalzos

las cosas que me decías cuando eras mía.

 

Con este calor amarillo pienso en ti

en la habitación de un hotel con este calor amarillo pienso en ti

                                                       y me despojo de mi soledad

         mi soledad que se parece un poco a la muerte.

 

10 de julio de 1959

 

De: "Últimos poemas 1959-1960-1961"
Versión de Fernando García Burillo
  

 

MIHAÏ BENIUC

 

 



De la sombra

 



Un día, por encima de los años, mi cuerpo

abandonará penas, alegrías,

la sed de ser, el sueño y los ensueños,

y despojándome de todo igual que la serpiente

de su vieja piel,

me deslizaré entre la hierba de los grandes silencios

fantasma de sátiro difunto,

y desde la insondable sombra veré la vida,

ella -con mozas gráciles y labios jóvenes,

y yo- con una copa destrozada en la mano.

Mis canciones, sonoras caracolas,

sin mí se quedarán en el ribazo,

amarillas, azules, rojas, blancas,

las finas espirales agudas hacia arriba.

En algunas, quizás,

los cangrejos de blandas espaldas

se acurrucarán

dejando sus tijeras cortadoras afuera,

temiendo a las estrellas de mar.

Otras, sin embargo,

los niños, dando saltos en la arena,

las alzarán al sol, resplandecientes,

y tal vez

sobre una,

alguna niña

apoyará el oído

para escuchar el son profundo de lo eterno,

en tanto que el ardiente ímpetu del futuro,

de una orilla a la otra,

sobre los continentes,

tejerá sus canciones nuevas sobre las ondas.

¡Ay! Y yo no estaré allí

y de los agujeros de mis órbitas

se escurrirán grandes granos de oscuridad.

Pero las caracolas rojas, gualdas, azules,

que los niños harán danzar al sol,

brillarán más hermosas,

y una muchacha encantará su oído

con la sonora caracola

oyendo el porvenir.

 

 

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

 

INGEBORG BACHMANN

 


 

El tiempo postergado

 


 

Vienen días más duros.

El tiempo postergado hasta nuevo aviso

asoma por el horizonte.

Pronto tendrás que atarte los zapatos

y correr los perros de vuelta a las granjas marismeñas.

Pues las vísceras de los peces

se han enfriado al viento.

Arde pobre la luz de los altramuces.

Tu mirada rastrea la niebla:

el tiempo postergado hasta nuevo aviso

asoma por el horizonte.

 

Allí se te hunde la amada en la arena,

sube por su cabello ondeante,

le quita la palabra,

le ordena callarse,

le parece mortal

y dispuesta a la despedida

tras cada abrazo.

 

No mires hacia atrás.

Átate los zapatos.

Corre los perros de vuelta.

Tira los peces al mar.

¡Apaga los altramuces!

 

Vienen días más duros.

 

 

Versión de Arturo Parada

De: "El tiempo postergado"