"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 20 de abril de 2019
ANTONIO BRAÑAS
Blues
De gris
cristalería, plumas
sobre los puentes ferroviarios.
De veloces astillas. Gacela maniatada.
De compromisos frutales y margaritas.
En hélices que narran la fórmula de las estaciones.
Y silencios de ardida superficie.
En terrenos baldíos donde los niños lanzan
increíbles estrellas al corazón de las hojas futuras,
mi propio corazón guardado por infieles llaves,
mi mano derecha consagrada al olvido,
al fuego de este día que pasa sin detenerse
en acuerdos de índole amorosa
ni en las cartas que se escriben esperanzadamente
ni en el rumor de la sangre en un vaso de rosas fugitivo,
y tiñe de vejez el vuelo de tu falda,
cuando en arcos sonoros, tú, la sonriente,
provocas su ademán adusto,
distraes su intención fluvial.
¿Entonces?
Entonces, nada.
Sólo que, la melancolía,
en ventanas firmemente escolares,
giradora en el vacío de los árboles,
sobre el austero césped dominical
sin testimonio,
únicamente en medio de la lluvia
que posiblemente cae con designio sagrado:
cae sobre las manos de mis antepasados inhábiles guitarristas,
dulces adoradores de la piedra tallada.
Sobre sus ojos ausentes,
rota en girasoles, cae
llena de instrumentos sonoros totalmente anegada
de puentes sojuzgados.
sobre los puentes ferroviarios.
De veloces astillas. Gacela maniatada.
De compromisos frutales y margaritas.
En hélices que narran la fórmula de las estaciones.
Y silencios de ardida superficie.
En terrenos baldíos donde los niños lanzan
increíbles estrellas al corazón de las hojas futuras,
mi propio corazón guardado por infieles llaves,
mi mano derecha consagrada al olvido,
al fuego de este día que pasa sin detenerse
en acuerdos de índole amorosa
ni en las cartas que se escriben esperanzadamente
ni en el rumor de la sangre en un vaso de rosas fugitivo,
y tiñe de vejez el vuelo de tu falda,
cuando en arcos sonoros, tú, la sonriente,
provocas su ademán adusto,
distraes su intención fluvial.
¿Entonces?
Entonces, nada.
Sólo que, la melancolía,
en ventanas firmemente escolares,
giradora en el vacío de los árboles,
sobre el austero césped dominical
sin testimonio,
únicamente en medio de la lluvia
que posiblemente cae con designio sagrado:
cae sobre las manos de mis antepasados inhábiles guitarristas,
dulces adoradores de la piedra tallada.
Sobre sus ojos ausentes,
rota en girasoles, cae
llena de instrumentos sonoros totalmente anegada
de puentes sojuzgados.
ALFONSO ORANTES
Ducha
anófeles
romántico
aquella noche trompetillaba el mismo cántico;
a la vulgar blancura del burgués plenilunio
consonante dió junio
el poeta aburrido
del monótono ruido
y del mismo indumento de novia
sin himeneo del cursilón paisaje,
siente profusa fovia
y como una protesta se desgarra su traje
nuevo adán, deshonesto
a la luna acribilla con mil y un denuesto;
la interpela
y la llama: bocio de la noche; viruela
en la cara aplastada del cielo; cancro
del infinito; chancro
del azul sifilítico; ano
albino de lo in-humano;
cochino esfinter mensual; celeste polilla;
plato
roto en malhadado garabato;
tortilla
de yeso, seca y fría; ridícula oreja
de un tazón azulenco de falsa porcelana
desportillada y vieja;
palangana
para el baño de asiento
del picado y sarnoso firmamento;
bacinica
donde un sol con uremia
se orina; media lata de anemia;
bandeja
de incomparable plata añeja;
último colmillo
de falsa noche-lobo sin boca; lobanillo
flotante; gargajo
purulento de luz;
rodela de pus;
moneda falsa..
ayer
te decían: colombina,
hoy: cafiaspirina
sin cruz bayer,
sin poder para siquiera hacer menor
el dolor
perenne en la huera cabeza de cristal
de la sobada esfera celestial
de pronto el demente
poeta
frente a frente
a aquel botón
de hueso cosido a la chaqueta
nocturna, se ve; en fugaz lucidez, tiene revelación:
aquel insulto rudo
era inútil; vana aquella estéril lucha;
estando así desnudo,
lo práctico es mejor, intuyó;
con la mano haló
de una invisible tiradera;
tomó de su luz muerta larga ducha
-la luna es una regadera-
y adviene
el prodigio: la higiene
hace la curación
porque el poeta loco, siempre tuvo razón.....
aquella noche trompetillaba el mismo cántico;
a la vulgar blancura del burgués plenilunio
consonante dió junio
el poeta aburrido
del monótono ruido
y del mismo indumento de novia
sin himeneo del cursilón paisaje,
siente profusa fovia
y como una protesta se desgarra su traje
nuevo adán, deshonesto
a la luna acribilla con mil y un denuesto;
la interpela
y la llama: bocio de la noche; viruela
en la cara aplastada del cielo; cancro
del infinito; chancro
del azul sifilítico; ano
albino de lo in-humano;
cochino esfinter mensual; celeste polilla;
plato
roto en malhadado garabato;
tortilla
de yeso, seca y fría; ridícula oreja
de un tazón azulenco de falsa porcelana
desportillada y vieja;
palangana
para el baño de asiento
del picado y sarnoso firmamento;
bacinica
donde un sol con uremia
se orina; media lata de anemia;
bandeja
de incomparable plata añeja;
último colmillo
de falsa noche-lobo sin boca; lobanillo
flotante; gargajo
purulento de luz;
rodela de pus;
moneda falsa..
ayer
te decían: colombina,
hoy: cafiaspirina
sin cruz bayer,
sin poder para siquiera hacer menor
el dolor
perenne en la huera cabeza de cristal
de la sobada esfera celestial
de pronto el demente
poeta
frente a frente
a aquel botón
de hueso cosido a la chaqueta
nocturna, se ve; en fugaz lucidez, tiene revelación:
aquel insulto rudo
era inútil; vana aquella estéril lucha;
estando así desnudo,
lo práctico es mejor, intuyó;
con la mano haló
de una invisible tiradera;
tomó de su luz muerta larga ducha
-la luna es una regadera-
y adviene
el prodigio: la higiene
hace la curación
porque el poeta loco, siempre tuvo razón.....
ANTONIO COLINAS
Zamira ama los lobos
Zamira
ama los lobos.
Yo
quisiera ir con ella a buscarlos
a las
tierras más altas,
donde
los robledales rojos de Sotillo
han
perdido sus hojas en las fuentes,
allá
donde los caballos
beben
el agua helada de las cascadas
y se
espera la nieve
como
una bendición.
Tú y yo
estamos en este hospital
esperando
a la muerte.
No la
muerte tuya ni la muerte mía,
sino la
de aquellos que nos dieron la vida.
Y
éstos, ¿a quienes pasarán,
cuando
mueran, sus muertes?
Tú y yo
esperando el final,
El
vacío del límite,
mientras
la vida brilla y tiembla entre nosotros
como un
cuchillo inocente.
Y es
que, esperando la muerte de los otros,
esperamos,
un poco, la muerte nuestra.
Quizá,
por ello, Zamira ama los lobos.
Quizá,
por ello, yo deseo también
salir a
buscarlos con ella este mes de diciembre
a los
páramos altos,
a los
prados remotos.
Y
podríamos ver los espinos,
y las
brasas de sangre del sol
en
mimbrales morados.
Puesta
ya en nuestros ojos
la
venda de la nieve,
que no
pensemos más, que ya no nos deslumbre
el acre
resplandor de los quirófanos.
Zamira
ama los lobos,
quiere
escapar del laberinto de piedra y cristal
del
dolor.
Zamira:
partamos y no regresemos.
ALFREDO ESPINO
La muchachita pálida
Aquella
muchachita pálida que vivía
pidiendo
una limosna, de mesón en mesón,
en el
umbral la hallaron al despuntar el día,
con las
manitas yertas y mudo el corazón.
Nadie
sabe quien era ni de donde venía
su risa
era una mueca de la desilusión.
Y
estaba el sello amargo de la melancolía
perpetuado
en dos hondas ojeras de carbón.
En las
carnes humanas dejo el hambre sus rastros...
La
miraron las nubes, lo supieron los astros...
El
cielo llovió estrellas en la paz del suburbio
Nadie
sabe quien era la muchachita pálida...
Entre
tanto -en la noche, la noche triste y cálida-
arrastrando
luceros sigue el arroyo turbio...
SONIA SILVA ROSAS
Distancia
La
distancia es cementerio de ausencias,
nopal
cosido al pecho
cuerpo
tendido en la autopista.
Es humo
que
lanzan los olvidados
a la
noche,
himno a
la soledad,
refugio
de los trastornados.
Es el
bajel que abordan los suicidas.
La
distancia arroja sus migajas
a los
abandonados,
esos
que andamos por el mundo
con el
corazón expuesto:
últimamente
la distancia
practica
el tiro al blanco.
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