sábado, 23 de septiembre de 2017


MIGUEL FLORIANO




Quizá el fervor



Desconoces el miedo. Eres valiente
de una forma crucial, definitiva.
Lo sé por experiencia: si la noche
impone su doctrina de silencio y
de súbito, en un acceso de amargura,
mis dudas se detonan en un ímpetu
de palabras feroces, tú, en lugar
de admitir un temblor, vas y compones
una clara sonrisa para luego
proponerme en voz muy baja, candorosa,
armar una canción, pulir un verso,
salir a pasear por las dormidas
orillas de Poniente o San Lorenzo.
No conoces el miedo. Has aprendido
–no sé cómo decirlo– a confundirte
con una grácil y desnuda primavera.
Apiádate de mí, entonces, o al menos
desentierra el secreto de tu fuerza.
De mí, que no conozco
más que el don abyecto de la fragilidad
y el lujo avaro de la cobardía.


SERGIO CRUZ




Párpado



¿Y si toda esta sed pudiera aguantarse?
No he arado más de lo que siembro,
no he matado a mis hermanos,
no he quemado las ofrendas.

Siempre hay una plataforma lista para despegar,
una incógnita que avanza por el cielo.

Uno no va por las vías pensando en caerse.

Uno no sabe qué decir; yo
aquí
me quedo, entre
los sesenta centímetros
que separan del tren
y el destino que juega
a no oírnos.


TANIA MÁRQUEZ ARAGÓN




Camino hacia atrás



Ir más allá
¿A dónde más?
¿A dónde allá?
¿A dónde ir?
¿Dónde?
la huida ocurre en el mismo lugar
el momento se deshilacha
un paso en la laguna
un paso en el volcán
un paso en la ola
en mi herida mental la naturaleza se derrama
mi familia olvida mi nombre
un paso en la montaña
sendero pánico
mi reflejo antiguo me dice
los que te quieren no te quieren tanto
un paso en la frontera
¿Quién soy en la intersección de caminos?
un paso en el calendario
regresé paisaje gastado
rostros de las ciudades
regresé a ti, ciudad natal
cambios repetitivos
un paso atraviesa el puente
mi otro yo se quedó en donde estuve
un paso hundido en el lodo
suspendido paso en ninguna parte
el camino a casa se convirtió en mi casa
un paso que es un salto
¿Cuál es el final que nadie espera?
ese quiero
ir hacia lo nunca visto, lo nunca oído, lo nunca dicho..


MARTA GARCÊS



  
Una mujer de piernas atadas



Una mujer de piernas atadas
A las normas de los justos y necesarios.
Presa de los brotes que en las miradas
Desgarran la piedad impía del perdón.
Una sombra de noche impaciente,
Que no se ve reflejada
Y a la que nadie mira,
Acusadora, indiferente, cansada.

Una gota impura de lluvia,
Que busca más allá de tu cintura,
A veces lágrima,
A veces esputo.
Estéril de la felicidad dulce
Que todos persiguen.
Aparente mujer bien,
Protegida en sus paredes.
Acosada por los silencios amargos
De los muertos cerebrales que
Extraños me repiten:
“Esto no está bien”.

Sin hijos, sin deseos,
Sin planteamientos de existencia.
Egoísta y angustiada,
Que con las manos atrapa
Los esfuerzos de las moscas que
Se cuelan por la ventana en forma de luz.

Hermosa vieja de ojeras pronunciadas,
Noticia del día a día.
Cada cual con sus mierdas,
Y parando los hechos de las ruinas
En los rostros desmaquillados.

Derramando manchas rojas, por las piernas,
Expuestas al mercado de los fieles,
Los justos, los necesarios.

Escribe entre recuerdos y anhelos,
Empujando a los muertos a su fin
Con la sospecha de la vida
Atada a su espalda.

A veces imaginación, esperanza, vida
Hecha polvo (del polvo vienes,
A él volverás) y destierro.

Una mujer que huye,
A veces macho oprimido
Por dos pequeños pechos.

Unión desplazada por mi espalda,
Cuando tus manos se posan en ella.
Ya no tengo idioma, ni hogar,
Ni sé gritar, ni me golpeo
La edad de las preguntas
Con aplausos de estupefacientes.

Borrón y cuenta nueva,
Hasta que las flores renazcan
En su otoño,
En el miedo de perder
De su inocencia la cordura.

Yo, extiendo los dedos hacia tu cara,
Y mi cuerpo se exprime bajo los tuyos.
Las flechas de las gracias
Que proyectan los besos de la luna
Van a la par con el destino doblado
Que nos mece.



DIANA AZCONA TREJO




III



En el papel dice
que yo autorizo:
una parte de tu cráneo
será resguardada en un banco
helado                      de tejidos.

En el papel dice que tu frente
esperará por ti doce meses.
Después,
no podrá regresar a tu cabeza.

Yo lo firmé.


De: Crónicas de hospital


RUBÉN VÁZQUEZ CHAROLET




Donde duermen las orugas


Amemos nuestros cuerpos primero,
porque son finitos y el tiempo los pudre,
ya habrá eternidad para el alma
y comprobar que existe.

Deja al eseyer librar su batalla
contra los fantasmas de mi pasado,
deja al eseyer encontrar el nirvana
en la divina proporción de tu cuerpo.

Que nunca crezca la distancia
donde nacen descargas eléctricas,
que nunca las orugas se queden durmiendo
donde juegan como niños mis dedos.