martes, 13 de enero de 2015

GARCILASO DE LA VEGA


 

Soneto III

 

La mar en medio y tierras he dejado
de cuanto bien, cuitado, yo tenía;
y yéndome alejando cada día,
gentes, costumbres, lenguas he pasado.

Ya de volver estoy desconfiado;
pienso remedios en mi fantasía;
y el que más cierto espero es aquel día
que acabará la vida y el cuidado.

De cualquier mal pudiera socorrerme
con veros yo, señora, o esperallo,
si esperallo pudiera sin perdello;

mas no de veros ya para valerme,
si no es morir, ningún remedio hallo,
y si éste lo es, tampoco podré habello.




 

PABLO NERUDA


 
Soneto XI

 

Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de tu pelo
y por las calles voy sin nutrirme, callado,
no me sostiene el pan, el alba me desquicia,
busco el sonido líquido de tus pies en el día.

Estoy hambriento de tu risa resbalada,
de tus manos color de furioso granero,
tengo hambre de la pálida piedra de tus uñas,
quiero comer tu piel como una intacta almendra.

Quiero comer el rayo quemado en tu hermosura,
la nariz soberana del arrogante rostro,
quiero comer la sombra fugaz de tus pestañas

y hambriento vengo y voy olfateando el crepúsculo
buscándote, buscando tu corazón caliente
como un puma en la soledad de Quitratúe.

 

 

 

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ


 

La sentencia del justo

 

Firma Pilatos la que juzga ajena.
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?

La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.

Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano;

Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias.

 

RUBÉN DARÍO


 

De invierno

 
 
En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
Envuelta con su abrigo de marta cibelina
Y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
Rozando con su hocico la falda de Alençón,
No lejos de las jarras de porcelana china
Que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño;
Entro, sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris;
Voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

Como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos, mírame, con su mirar risueño,
Y en tanto cae la nieve del cielo de París.

 

 

JOSÉ DE ESPRONCEDA

 

 Marchitas ya las juveniles flores…



 Marchitas ya las juveniles flores,  
 Nublado el sol de la esperanza mía,  
 Hora tras hora cuento y mi agonía  
 Crecen y mi ansiedad y mis dolores

 Sobre terso cristal ricos colores,
 Pinta alegre tal vez mi fantasía,  
 Cuando la triste realidad sombría  
 Mancha el cristal y empaña sus fulgores

 Los ojos vuelvo en incesante anhelo,  
 Y gira entorno indiferente el mundo,
 Y entorno gira indiferente el cielo

 A ti las quejas de mi mal profundo,  
 Hermosa sin ventura, yo te envío:  
 Mis versos son tu corazón y el mío.  

 

PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA

 

Crisanto

  

¿Quién en la humana suerte habrá tenido   
juntos tantos afectos desiguales?  
Males, ¿pues no bastó haber sido males,  
sino males opuestos haber sido?  

Al cielo vida por saber le pido 
de un trino Dios misterios celestiales;  
muerte le pido por mirarme, en tales  
penas, de una beldad favorecido.  

Pues, ¿cómo vida y muerte mi desvelo   
es posible que al cielo aun tiempo pida,
si es pedir juntos pérdida y consuelo?    

Mas acierto a pedirle: no me impida  
vida o muerte, supuesto que es el cielo  
árbitro de la muerte y de la vida.