"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 6 de febrero de 2019
ROGER WOLFE
El comienzo del verano y la noche
yace como un cuerpo herido
que la aurora no consigue desvelar.
Recorro la ciudad
taconeando
en las aceras agrietadas
con mis viejas botas
de Valverde,
tan cansadas como yo
del incesante embate
de cascos rotos y batallas.
Un contenedor
arde solitario en una esquina
ante los ojos embotados
de un borracho
que ya no sabe que lo está.
No hay policía.
Y es extraño.
Dos mecánicos amantes
se palpan las partes
con gestos agotados
que ni siquiera el último
tiro de nieve emponzoñada
es capaz de revivir.
Parpadean los semáforos
tintineando en huérfana advertencia.
Y no hay sencillamente estrellas
que me valgan.
yace como un cuerpo herido
que la aurora no consigue desvelar.
Recorro la ciudad
taconeando
en las aceras agrietadas
con mis viejas botas
de Valverde,
tan cansadas como yo
del incesante embate
de cascos rotos y batallas.
Un contenedor
arde solitario en una esquina
ante los ojos embotados
de un borracho
que ya no sabe que lo está.
No hay policía.
Y es extraño.
Dos mecánicos amantes
se palpan las partes
con gestos agotados
que ni siquiera el último
tiro de nieve emponzoñada
es capaz de revivir.
Parpadean los semáforos
tintineando en huérfana advertencia.
Y no hay sencillamente estrellas
que me valgan.
DEREK WALCOTT
Esto
es la fama: domingos,
una sensación de vacío
como en Balthus,
callejuelas empedradas,
iluminadas por el sol, resplandecientes,
una pared, una torre marrón
al final de una calle,
un azul sin campanas,
como un lienzo muerto
en su blanco
marco, y flores:
gladiolos, gladiolos
marchitos, pétalos de piedra
en un jarrón. Las alabanzas elevadas
al cielo por el coro
interrumpidas. Un libro
de grabados que pasa él mismo
las hojas. El repiqueteo
de tacones altos en una acera.
Un reloj que arrastra las horas.
Un ansia de trabajo.
una sensación de vacío
como en Balthus,
callejuelas empedradas,
iluminadas por el sol, resplandecientes,
una pared, una torre marrón
al final de una calle,
un azul sin campanas,
como un lienzo muerto
en su blanco
marco, y flores:
gladiolos, gladiolos
marchitos, pétalos de piedra
en un jarrón. Las alabanzas elevadas
al cielo por el coro
interrumpidas. Un libro
de grabados que pasa él mismo
las hojas. El repiqueteo
de tacones altos en una acera.
Un reloj que arrastra las horas.
Un ansia de trabajo.
Versión de Antonio Rasines
RENE SEGURA
Matando la estética con galletas de mantequilla
Perdiendo
fe con excesos
Perdiendo motivos con dialéctica
Madrugando para meditar y meditando para escapar.
Perdiendo motivos con dialéctica
Madrugando para meditar y meditando para escapar.
Perdiendo
autoestima con lógica
Matando deseos, deseando no tenerlos
Perdiendo mi camino, caminando
Destruyendo todo, diciendo que importa.
Matando deseos, deseando no tenerlos
Perdiendo mi camino, caminando
Destruyendo todo, diciendo que importa.
Asesinándome,
viviendo
Perdiendo las ganas de conocer, teorizando
Gastando odio, utilizándolo
Perdiendo la luz, cerrando los ojos.
Perdiendo las ganas de conocer, teorizando
Gastando odio, utilizándolo
Perdiendo la luz, cerrando los ojos.
Y
Acabando escritos con la palabra fin.
GABRIEL ALEJANDRO PAZ
3
No hace falta cerrar los ojos
porque lo desconocido conoce nuestra historia
No hace falta cerrar los ojos
porque lo desconocido conoce nuestra historia
Cerrar
los ojos y huir
no hace falta
no hace falta
Los
artesanos esperan
cuentan argollas
su venganza el silencio
su delirio las trenzas
cuentan argollas
su venganza el silencio
su delirio las trenzas
La
india más bella con los ojos rojos me miró por última vez
le compré una pulsera
le compré una pulsera
Cerrar
los ojos no hizo falta
todos conocían mi historia
la historia de ellos mismos
lo desconocido
despertándose en la madera del collar
todos conocían mi historia
la historia de ellos mismos
lo desconocido
despertándose en la madera del collar
De: “Camino a Perú”
SEVERO SARDUY
Aunque ungiste el umbral y ensalivaste...
Aunque ungiste el umbral y ensalivaste
no pudo penetrar, lamida y suave,
ni siquiera calar tan vasta nave,
por su volumen como por su lastre.
Burlada mi cautela y en contraste
-linimentos, pudores ni cuidados-
con exiguos anales olvidados
de golpe y sin aviso te adentraste.
Nunca más tolerancia ni acogida
hallará en mí tan solapada inerte
que a placeres antípodas convida
y en rigores simétricos se invierte:
muerte que forma parte de la vida.
Vida que forma parte de la muerte.
Aunque ungiste el umbral y ensalivaste
no pudo penetrar, lamida y suave,
ni siquiera calar tan vasta nave,
por su volumen como por su lastre.
Burlada mi cautela y en contraste
-linimentos, pudores ni cuidados-
con exiguos anales olvidados
de golpe y sin aviso te adentraste.
Nunca más tolerancia ni acogida
hallará en mí tan solapada inerte
que a placeres antípodas convida
y en rigores simétricos se invierte:
muerte que forma parte de la vida.
Vida que forma parte de la muerte.
JOSÉ EMILIO PACHECO
Contraelegía
Mi
único tema es lo que ya no está
Y mi obsesión se llama lo perdido
Mi punzante estribillo es nunca más
Y sin embargo amo este cambio perpetuo
este variar segundo tras segundo
porque sin él lo que llamamos vida
sería de piedra.
Y mi obsesión se llama lo perdido
Mi punzante estribillo es nunca más
Y sin embargo amo este cambio perpetuo
este variar segundo tras segundo
porque sin él lo que llamamos vida
sería de piedra.
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