viernes, 13 de enero de 2023


 

ALEXIS ROMERO

 


 

ruego

quietud
mantente despierta
me quedo sin columnas
cuando de tus ojos se marcha la luz

un día sin tu invasión
es un dátil podrido en la plegaria

envía el halcón que rasga lo falso
no el otro que muere en el destello
sino el que observa los sueños
donde un hombre debe llorar

encárgale la fragilidad de mis hombros
para que me invada tu ajena altura
 
De: “La inclinación” 

 

MARÍA ANGÉLICA MORENO

  


En la madrugada



Parque Aragua es un desierto.

Sin el taconear de los travestis
sin el cantar de Panchito.

Algunas luces se cuelan
por las ventanas
de los edificios
acompañando a esta
ave nocturna

brillando solo para mí.

 
 

IGOR BARRETO

 


Posible comienzo

 

 

Con el cambio de lugar de los símbolos
se inició la destrucción del país.
La imagen
se fue totalmente a negro.
Todavía hay miedo
y la timidez está tan cerca de la ira.
¿Qué hacer para que desaparezca
lo ocurrido intencionalmente?
Tal vez
vendrá otro hombre
con gran poder sobre el azar.
Recuperemos
un sentido mayor.
Aún tenemos restos de la casa:
existe una puerta
y lo que falta
regresará.
 
  

De: “El Muro de Mandelshtam”

 

NUNO JÚDICE

  


La condición humana

 

 

Tengo en las manos la condición humana, los hilos
de polen que las abejas dejaron caer en las mesas
de los cafés, un peso de angustia que no llega
para equilibrar un grano de polvo en la balanza
del ser. Pudiera amasarla como se hace con la harina,
darle la consistencia del pan que irá al horno,
y sacarla aún caliente, con la pala del poema, para distribuirla
a mi alrededor. ¡Cuántas rebanadas de condición
humana se podrían cortar! Los hombres
las llevan en los bolsillos, aún humeantes,
escondiéndolas de los mendigos, y los pájaros
recogerían los restos, con sus picos exangües
de un vuelo invernal. Pero pongo el pan frente
a mí, y lo dejo enfriar, viendo la condición humana
evaporarse como el humo. “¿Para qué quieres el pan?”,
me preguntan. Para cortarlo en la noche, y comérmelo
frío, saboreando la dura corteza de la condición humana.
 
 

Versión de Marco Antonio Campos

 

IDA GRAMCKO

  

 


 

 

Un hombre puro, un encendido cuerpo

de panes, frutas, copas,
se va tendiendo en el mantel abierto
por cada objeto en sucesivas bocas.
¡Voy!, le grita una voz desde muy dentro
y una mujer o las pintadas rosas
del delantal que cruza el aposento
sube al amor con las fronteras rotas.
Fuerte, vivaz, inagotable sexo también entre las cosas.
El sueño de la unión plasmado en gesto
se descubre formal cuando las gotas
van de la jarra hasta el cristal sediento
y surgen dos amantes que se tocan.
Parejas vulnerables al desierto
de sí mismas, se ligan, se desposan,
porque de pronto un corazón, un tiesto
mira el jarro vertiéndose y lo invoca
y el agua acude hasta su llamamiento
y un nuevo amor disfruta en lo que agota:
un íntimo hontanar entre el concierto,
la voz secreta, al fin… ¡vertiginosa!,
pues la maceta apóyase en el viento
cual pie desnudo en fugitiva roca.
Y todo así, ya siendo y deshaciendo
su ser por otro ser… Cuando reposa
el orden familiar, el limpio medio
en donde el fin se sabe y se coloca,
un hábito; el azar, vuelca su estruendo
y vibra en la costumbre silenciosa.
Un hábito: el azar, nuestro misterio
colgando en el percal, entre la ropa
que suda el sol… Y muchedumbre, incendio….
El hombre afuera, ¡afuera! Y sin derrota.
 
 

FEDERICO PACANINS

 

 

 

Cielo transparente
lente de un infinito
que no se entiende.
Tope de espacio y tiempo
sin principio ni final