ruego
quietud
mantente despierta
me quedo sin columnas
cuando de tus ojos se marcha la luz
un
día sin tu invasión
es un dátil podrido en la plegaria
envía
el halcón que rasga lo falso
no el otro que muere en el destello
sino el que observa los sueños
donde un hombre debe llorar
encárgale
la fragilidad de mis hombros
para que me invada tu ajena altura
De: “La inclinación”
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