domingo, 14 de enero de 2018


JACK KEROUAC





Esta tarde de Julio
una gran rana
En el umbral de mi puerta.

ÁLVARO VALVERDE





He llegado. Me acerco...



He llegado. Me acerco
con cautela a la orilla y distingo en las aguas
una suerte de antigua y fugaz transparencia.
Queda al lado un desierto, un lugar retirado
que una puerta franquea preservando el destino
de los hombres que huyen. Una breve vereda
que coronan cipreses nos conduce a la senda
reiterada, a los pasos
que se llegan a Yuste -el otoño dorado
de la hiedra rojiza y el estanque en penumbra-,
al jardín de Abadía -ruinas, mármol, canales,
Lope, acantos y olivos-.
Es difícil saber
sobre qué edificamos
la virtud. Qué lugares
-evocados o vistos- nos contienen.
Paredes,
tapias, huertos, bancales,
muros hechos de piedras
colocadas siguiendo cumplimientos idénticos.
Minuciosos remiten
a un estado de cosas que se pierde.
Enseñanzas
de la edad sometidas
a un complejo sistema en precario equilibrio.
Su presencia anticipa la verdad de la historia.
No es extraño volver, sorprendido, la vista
y caer en la cuenta: somos agua, y aun piedra;
árbol, río, retamas. Somos tierra. Hago mías
las razones de Anteo.

Arrancada a la roca la ruindad de los huertos,
empeñados en darle a las aguas su cauce,
embalsando su fuerza en los largos estíos,
aguardando la nieve transformada en torrente,
afinando en la viga la bondad de los troncos,
observando en las nubes la promesa de lluvia,
¿no cumplirnos un ciclo necesario e idéntico?


De: "El reino oscuro"

ARNULFO VALDEZ OLETA




Aquella mañana          como todas las mañanas
Nada extraño  en las noticias locales
Anunciaron la muerte de un perro
El dueño le soltó la correa                 dicen
El perro se zafó el gaznate     dicen
Que se enredó solo                            sabe
Las manos del dueño quemadas       cuentan
Se acabó el ladrido
El fiel  el buen amigo
Aquella mañana
De aullidos y aullidos
Y no hay perro quien le llore al que murió
Porque ya murieron todos
Y no existe paraíso mejor para un perro
Que la mano de un nuevo dueño
En la mañana como todas las mañanas
Nada extraño  viendo las noticias locales 



AIDA CARTAGENA




Poema de Tu Olvido



El alma en una mansión de nieve,
el traje dela palabra dejó desnuda la ausencia
y tu nombre era innombrable,
por que había naufragado
en la playa de unos labis desiertos.



MORIANA DELGADO




Corazón de ébano



-La suerte está echada- me respondió,
mientras mis propias distancias subterráneas
discurrían por inmensas pendientes,
mientras me ataban los tobillos a los fríos rieles de metal,
mientras el sonido de la máquina aumentaba.

Ahora veo que los amores vendados son ya obsoletos
y las decisiones que nos marca el olvido han sido impuestas.
Qué queda bajo estas palabras que nos han entrecruzado,
bajo el amplio mundo de la condensada figura inhumana.
Comencé pensando en los escrúpulos que nos siguen,
en las cumbres de desesperación que nadie escucha,
en embarcaciones y treguas acordadas para siempre y por siempre.
Soy el retroceso de los años,
la antepenumbra del acantilado,
la puerta del comienzo y el umbral del final.
Soy lo que nunca fui,
fui todo lo que quise ser,
soy la fantasía del precipicio
y el hedor de una caída prevista.
Soy culpable, soy culpable.




LURIEL LAVISTA


  

La sangre de la vida



Cierra fuertemente los ojos
fuma despacio en aquella pocilga vacía,
consanguínea con el festín de ruidos innombrables.

La obra más marginal
en la que alguien se pregunta menos por la razón
es el último instante posible
de ser todos y no ser nadie.

La duda no carcome, ennoblece
se diferencia abismalmente de toda mediocridad;
la última utopía añorada ya está resuelta
es una vil y contagiosa instrucción mental.

Somos ya lo único de cuanto dependemos
conoces el hampa del hambre,
el humor de la saciedad,
la sinrazón de la belleza,
la náusea de varias columnas del derroche
y la alegría de minar todo recuerdo;
El hocico de la acusación,
la burla de la impotencia,
el amor dado a medias,
la amistad dependiente y nada franca.

La obra más marginal
en la que no se encuentra motivo de pertenencia
es el último pensamiento posible
de acecharlo todo y confundir la nada.