"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 20 de enero de 2019
FÉLIX SUÁREZ
Mentira, dulce
Clodia.
Mentira que no disfrutes tú mis versos cojos, mi pobre fama, los dos y hasta
tres besos que te he robado.
Mentira,
digo, tus castas manos, tus castos ojos. Lo sé bien: ardes por dentro, te
quemas con un calor de yegua que relincha en tus entrañas. Y aunque niegues tu
amor, tu cuerpo grita lo contrario. Lo sabemos tú, yo y el oráculo aquel de
Apolo que ha dicho, sabiamente, que te encanta.
JOSÉ LANDA
Mirando cierto muelle
Mira el
muelle
La
brisa que dirige a sus naves el deseo
La
brisa y su ojo codicioso
La
brisa y su entrepierna caliente
Toca el
muelle
–Su
neblina araña rostros oculta heridas
Cuida
los muros que levanta el silencio
La
agonía la ceguera del puerto–
Muerde
la arena
Degusta
su pepita amarga donde ni Francis Drake
ni
Morgan previeron nuestros pasos
Donde
sólo nos queda la memoria ese vómito marino.
ALICIA CAMPOS CERVERA
En detalle
Esta mañana se murió mi gato.
Hacía diecisiete años que vivíamos juntos.
Me lo regalaron cuando yo era joven
dentro de una cajita de cartón agujereado.
Al abrirla salió la pelotita de pelo suave.
Podría entrar hasta en los más mínimos detalles
(de la vida de mi gato).
Aunque he de confesar que su muerte
ha sido el más fuerte de sus detalles.
Hace cinco años
un bus marca Leyland modelo
1960
me aplastó con su gigantesca
rueda izquierda trasera
el dedo chico de mi también izquierdo pie.
El detalle consistió en que
no me aplastara por lo menos
toda la pierna.
Desde entonces cojeo un poco, pero
siempre le quedé agradecida
al destino por el detalle.
Oh, sorprendentes y maravillosos detalles,
múltiples y curiosos detalles,
algunos redondos, otros cuadrados
algunos azules, otros grises detalles.
Todos ellos, pequeños y grandes,
mosaicos de la variopinta vida
siempre tan rica en detalles.
Abrumada, alguna vez,
ante el descaro de algún que otro detalle
he debido recordarme a mí misma
que lo prudente en ciertos casos es callar.
El descaro esencial de según qué detalle
no es más que la insubordinación
descontrolada,
el alzamiento en armas
de algún sigiloso ejército enano
que nos envía algo o alguien...
para obsequiarnos con un detalle.
Detalles de mi vida...
esperpénticos,
inefables rezagós
grisuras
interminable trasiego detallado.
Me pregunto a veces,
cómo vendrá a mí el último de mis días,
postrer detalle.
Y sólo espero que no me sorprenda
en una mueca demasiado ridícula
La dignidad es algo que siempre se agradece...
como detalle.
.
DEREK WALCOTT
Si estuviese aquí, en este cuarto blanco, en este
hotel...
Si
estuviese aquí, en este cuarto blanco, en este hotel,
cuyas bisagras permanecen calientes, incluso bajo el viento marino,
te repanchigarías, dejado inconsciente por la hora de siesta;
no podría levantarte la campana de la resurrección
ni el gong del mar con su retintín plateado, seguirías echado.
Si te tocaran sólo cambiarías esa posición por la de un corredor en el
maratón del sonámbulo. Y te dejaría dormir. Las cosas se
desploman gradualmente
cuando el despertador, con su batuta de director,
empieza a la una: las reses doblan las rodillas
en los pastos tranquilos, sólo el rabo de la yegua se menea,
dándole con el plumero alas moscas, melones borrachos caen rodando
a las cunetas, y los mosquitos siguen volando en espiral a su paraíso.
Ahora el primer jardinero, bajo el árbol de la sabiduría,
olvida que es Adán. En el aire acostillado
cada parche de sombra se dilata como un oasis
por la fatigada mariposa, una laguna verde para fondear.
Playa blanca abajo, calmada como una frente
que ha sentido el viento, un estatismo sacramental
te traería el sueño, que es la corona del verano,
el sueño que divide sin rencor a sus amantes,
el sudor sin pecado, el horno sin fuego,
el sosiego sin el auto, el agonizante sin miedo,
mientras la tarde retira esas barras de la ventana
que rayaron tu sueño como el de un gatito, o el de un prisionero.
cuyas bisagras permanecen calientes, incluso bajo el viento marino,
te repanchigarías, dejado inconsciente por la hora de siesta;
no podría levantarte la campana de la resurrección
ni el gong del mar con su retintín plateado, seguirías echado.
Si te tocaran sólo cambiarías esa posición por la de un corredor en el
maratón del sonámbulo. Y te dejaría dormir. Las cosas se
desploman gradualmente
cuando el despertador, con su batuta de director,
empieza a la una: las reses doblan las rodillas
en los pastos tranquilos, sólo el rabo de la yegua se menea,
dándole con el plumero alas moscas, melones borrachos caen rodando
a las cunetas, y los mosquitos siguen volando en espiral a su paraíso.
Ahora el primer jardinero, bajo el árbol de la sabiduría,
olvida que es Adán. En el aire acostillado
cada parche de sombra se dilata como un oasis
por la fatigada mariposa, una laguna verde para fondear.
Playa blanca abajo, calmada como una frente
que ha sentido el viento, un estatismo sacramental
te traería el sueño, que es la corona del verano,
el sueño que divide sin rencor a sus amantes,
el sudor sin pecado, el horno sin fuego,
el sosiego sin el auto, el agonizante sin miedo,
mientras la tarde retira esas barras de la ventana
que rayaron tu sueño como el de un gatito, o el de un prisionero.
Versión de Vicente Araguas
ERVEY CASTILLO ALCUDIA
Un día más que otro
Aunque
trates de huir
aunque
busques distraer la ruta levantando las piedras del camino
aunque
digas que no es cierto
un día
más que otro ya estás ahí
reconoces
entonces los pasos verdaderos
tu
oficio, el don, la cruz que te han colgado
Dios,
tú
sabes bien que no somos nada ante el destino,
y que
tu destino es cosa nuestra.
ROGER WOLFE
Democracia
Otra maldita tarde
de domingo, una de esas
tardes que algún día escogeré
para colgarme
del último clavo ardiendo
de mi angustia.
En la calle
familias con niños,
padres y madres
sonrosadamente satisfechos
de su recién cumplido
deber electoral;
gente encorvada sobre radios
que escupen datos, porcentajes
en los bancos.
Corderos de camino al matadero
dándole a escoger el arma
al matarife.
Otra maldita tarde
de domingo, una de esas
tardes que algún día escogeré
para colgarme
del último clavo ardiendo
de mi angustia.
En la calle
familias con niños,
padres y madres
sonrosadamente satisfechos
de su recién cumplido
deber electoral;
gente encorvada sobre radios
que escupen datos, porcentajes
en los bancos.
Corderos de camino al matadero
dándole a escoger el arma
al matarife.
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