viernes, 20 de noviembre de 2015


HUGO GUTIÉRREZ VEGA




El diablo



Noche sin sortilegios.
En el cielo se encienden
las estrellas opacas.
Mañana un día trivial y de áridos trabajos
descubrirá la imagen del enemigo malo.
Estará en los párpados mustios del aduanero,
en las manos pálidas del burócrata
en su trinchera de papeles,
en la desconfianza prendida del cogote del policía,
en la retórica cansina del declarante,
en los labios temblones del gerente.
Estará adormilado entre los harapos,
galopando en las panzas satisfechas,
sentado en los cafés,
agazapado bajo las sillas de los aeropuertos
y temblando en el índice del maestro terrible.
Pequeño, mediocre,
aburrido, cansado,
con la camisa limpia,
los nuevos pantalones,
caminará por todas las ciudades.
Un día se quedará tendido sobre el césped,
y el sandwich de jamón, la coca-cola
y una hermosa manzana
enmarcarán su muerte.
Mas la ciudad no notará su ausencia;
será reemplazado por pequeñas creaturas
como tú, como yo, que no tienen la culpa,
coludas, trepidantes,
ojos ardientes,
testas encornadas,
con su horror cotidiano,
corbatas nuevas,
zapatos bien lustrados,
tazas de té, cervezas,
todas esas creaturas para la compasión,
con sus noches sin magia
y mañanas iguales
a todas las estúpidas mañanas.



SILVINA OCAMPO



  
Si soy en vano ahora lo que fui...



Si soy en vano ahora lo que fui,
como la blanda y persistente arena
donde se borra el paso que la ordena,
no he sufrido bastante, amor, por ti.

Ah, si me hubieras dado sólo pena
y no la infiel intrépida alegría
tu crueldad no me lastimaría,
no podría apresarme tu cadena.

Quiero amarte y no amarte como te amo;
ser tan impersonal como las rosas;
como el árbol con ramas luminosas

no exigir nunca dichas que hoy reclamo;
alejarme, perderme, abandonarte,
con mi infidelidad recuperarte.


ALBERTO ÁNGEL MONTOYA



  
Es un dulce presagio de combate...

                                    "A batallas de amor, campo de plumas..."
                                                           Luis de Góngora y
Argote



Es un dulce presagio de combate
este extenderse entre la bruma intacta
de frío albor que con tu albura pacta
porque el goce sus ímpetus desate.

Esta albura de lino, y esta mate
palidez que en tu vientre se retracta
en un sitio no más, con esa exacta
negrura azul que alértase al combate.

Largo tu brazo en su extensión dilata
la espera voluptuosa e intranquila;
mas cae al fin la niebla de tu bata,

cuando ante la pasión que los vigila,
de algas y sal al ósculo pirata,
se abren lentos los golfos de tu axila.




RAFAEL ALBERTI



  
Retornos del amor recién aparecido



Cuando tu apareciste,
penaba yo en la entraña más profunda
de una cueva sin aire y sin salida.
Braceaba en lo oscuro, agonizando,
oyendo un estertor que aleteaba
como el latir de un ave imperceptible.
Sobre mí derramaste tus cabellos
y ascendí al sol y vi que eran la aurora
cubriendo un alto mas en primavera.
Fue como si llegara al más hermoso
puerto del mediodía. Se anegaban
en ti los más lucidos paisajes:
claros, agudos montes coronados
de nueve rosa, fuentes escondidas
en el rizado umbroso de los bosques.
Yo aprendí a descansar sobre sus hombros
y a descender por ríos y laderas,
a entrelazarme en las tendidas ramas
y a hacer del sueño mi más dulce muerte.
Arcos me abriste y mis floridos años
recién subidos a la luz, yacieron
bajo el amor de tu apretada sombra,
sacando el corazón al viento libre
y ajustándolo al verde son del tuyo.
Ya iba a dormir, ya a despertar sabiendo
que no penaba en una cueva oscura,
braceando sin aire y sin salida.
Porque habías al fin aparecido.



JOSÉ MARÍA HINOJOSA




Sencillez



Los dedos de la nieve
repiquetearon
en el tamboril
del espacio.

Parábolas de nubes
forman un halo
de cristal,
sobre el monte nevado.

Una línea
y un plano.

Quiero poner mi vista
sólo en el espacio,
que es sencillo
y a la vez complicado.




CÉSAR VALLEJO

  


Si te amara... qué sería?



¿ . . . . . . . . . . . .
-Si te amara... qué sería?
-Una orgía!
-Y si él te amara?
Sería
todo rituario, pero menos dulce.

Y si tú me quisieras?
La sombra sufriría
justos fracasos en tus niñas monjas.

Culebrean latigazos,
cuando el can ama a su dueño?
-No;  pero la luz es nuestra.
Estás enfermo... Vete... Tengo sueño!

( Bajo la alameda vesperal
se quiebra un fragor de rosa ) .
-Idos, pupilas, pronto...
Ya retoña la selva en mi cristal!