sábado, 16 de julio de 2022


 

JO SHAPCOTT

 


 

Paseando con las abejas

 


Caminé hasta la ciudad con la colmena dentro de mí.

Las abejas resonaban en mis costillas: para entonces

mi boca era de cera, mi boca era de miel.

Los peatones con sus maletines y computadoras portátiles

se me quedaban viendo mientras las abejas salían de mis ojos y orejas.

Cuando entré al banco el zumbido

creció en mi pecho y supe que las abejas

querían decir negocios, hacer negocio. Las obreras volaron

adentro del pasillo frío, descansaron en los mostradores de mármol,

menearon sus antenas sobre el papel y el cuero.

“Guíanos, señor” murmuré. Después sentí

cómo la abeja reina se estremecía cerca de mi corazón

y todos mirábamos con dos ojos y con cinco,

todos mirábamos cómo el dinero se fundía como cera.

  

Versión de Violeta Orozco

 

ANDREI LANGA

 

 

Meteoritos

 


Cómo puedes explicar qué pasa con el fuego: ¿se transforma en ceniza o sube al cielo?

Así se ha quemado tu cuerpo en una noche y entonces has visto, un poco tarde, como la tierra quedó atrás con rastros impresos de meteoritos.

 

La versión al español es del mismo autor Andrei Langa

 

 

MANUEL ASTUR

 

 


El petirrojo

 

 

El petirrojo se deja caer desde el alero
y un segundo antes de estrellarse
contra el suelo
recuerda que sabe volar
y alza el vuelo.

A lo mejor nos pasa así,
y así subimos al cielo.

Así, justo cuando olvidamos el miedo,
antes de volver a posarnos
en otro nombre
y creerlo nuestro.

 

 

MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR

 

  

¡Oh soberana diosa!

 

 

¡Oh soberana diosa,
así tu Endimión goces segura,
sin que vidas celosa,
ni desprecie por otra tu hermosura;
que te duela mi llanto,
pues sabes qué es amar, y amaste tanto:
ya ves que mis desvelos
nacen de fieros y rabiosos celos!

Darete el blanco toro,
de quien Europa, enamorada, goza;
de Midas, el tesoro,
y de Febo, tu hermano, la carroza;
el vellocino hermoso,
que de Jasón fue premio venturoso,
y por bella y lozana,
juzgaré que mereces la manzana.

¿Cómo, di, ingrato fiero,
tan mal pagas mi amor, tan mal mi pena?
Mas ¡ay de mí!, que quiero
contar del mar la más menuda arena,
ver en el suelo estrellas,
y en el hermoso cielo plantas bellas;
pues, si lo consideras,
es lo mismo pedirte que me quieras.
Del amor dijo el sabio
que sólo con amor pagar se puede.
No es pequeño mi agravio,
no quiera Amor que sin castigo quede;
pues cuando más te adoro,
si lo entiendes así, confusa ignoro,
y es mi mal tan extraño,
que mientras más te quiero, más me engaño.

Ojos, ¿no la mirasteis?
Pues pagad el mirar con estas penas.
Corazón, ¿no la amasteis?
Pues sufrid con paciencia estas cadenas.
Razón, ¿no te rendiste?
Pues, di, ¿por qué razón estás tan triste?
¿Pues es mayor fineza
amar en lo que amáis esa tibieza?
¿No sabes que te adoro?
Pues ¿cómo finges que mi amor ignoras?
Mas ¿qué mayor tesoro,
que cuando tú nueva belleza adoras,
halles el pecho mío
tan abrazado, cuando el tuyo frío?
Y ten en la memoria
que amar sin premio es la mayor victoria.

 

JULIO BARRENECHEA

 

  

La bella muerte

 

 

¿Y si la muerte no fuera tan fría,
ni tan negra la eternidad?
Si más bien fuera un nuevo día
con una tibia claridad.

Si fuera cosa de la vida,
la difícil oscuridad.
¿Y si la sombra redimida,
fuera la luz del más allá?

Si el temor de la muerte fuera
una incapacidad de amor,
creyendo que nuestra frontera
es el cese del corazón.

Y si las manos que deshacen
nuestra atadura corporal,
nos dieran venturoso pase
hacia un sedante despertar.

 

WINÉTT DE ROKHA

 

 


Otoño en 1930

 

 

Sobrecogida, bajo el arco cándido
de los vientos azules,
arrojo desde mi balaustrada en avance,
(como labios que van a besar),
la mirada hacia el océano amarillo.

Todo vive ese olor mojado
de rasal llovido y de naranja;
el gato -flor de cardo de invierno-
se electriza y se hace cantar,
las moscas buscan las vigas ahumadas,
las gallinas cloquean y sacuden su ropa interior;
y mi corazón
trata de acomodar su tristeza de velos desgajados,
descalza y sin pupilas.