Paseando
con las abejas
Caminé
hasta la ciudad con la colmena dentro de mí.
Las
abejas resonaban en mis costillas: para entonces
mi
boca era de cera, mi boca era de miel.
Los
peatones con sus maletines y computadoras portátiles
se
me quedaban viendo mientras las abejas salían de mis ojos y orejas.
Cuando
entré al banco el zumbido
creció
en mi pecho y supe que las abejas
querían
decir negocios, hacer negocio. Las obreras volaron
adentro
del pasillo frío, descansaron en los mostradores de mármol,
menearon
sus antenas sobre el papel y el cuero.
“Guíanos,
señor” murmuré. Después sentí
cómo
la abeja reina se estremecía cerca de mi corazón
y
todos mirábamos con dos ojos y con cinco,
todos
mirábamos cómo el dinero se fundía como cera.
Versión
de Violeta Orozco
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