viernes, 7 de agosto de 2015

PAZ MOLINA




Huida



Las axilas del ángel huelen a promesa rota.
Se detuvo el carromato en la funeraria de la esquina
bajaron una monja congelada con una gran sonrisa abierta
sobre la calle como un temblor espléndido.
La muerte se ha enseñorado
su peluca maltrecha perfuma los rincones
paraliza el trafico
interrumpe programas culturales.
Se desploman inerte los poetas
se cortan las venas
en alaridos que silencian los ruidos de la noche.
Cuelgan desnudos los cadáveres.
Ya no fornicarán.
Ya ninguno qerrá orinar en un rincón cualquiera
Toda preparación o diploma resultaría inútil
en esta situación resuelta para siempre.
Los deudos gimen, escriben con tiza verde
sobre las paredes blancas
maldiciones que a todos aturden y a ninguno
alcanzan, ataques a dios , al demonio, a quien sea.
Bajan las cortinas los hoteles, cuelgan carteles
pidiendo conmiseración los almacenes
ya nadie negocia sin antes pedir la extremaunción.
Los sacerdotes empeñan candelabros
las ancianas manosean relicarios
y un gato gris huye sobresaltado por el callejón
que conduce a una nueva geografía.

 

 

 

AMADO NERVO


 

Renunciación



¡Oh, Siddharta Gautama!, tú tenías razón:
las angustias nos vienen del deseo; el edén
consiste en no anhelar, en la renunciación
completa, irrevocable, de toda posesión;
quien no desea nada, dondequiera está bien.

El deseo es un vaso de infinita amargura,
un pulpo de tentáculos insaciables, que al par
que se cortan, renacen para nuestra tortura.
El deseo es el padre del esplín, de la hartura,
¡y hay en él más perfidias que en las olas del mar!

Quien bebe como el Cínico el agua con la mano,
quien de volver la espalda al dinero es capaz,
quien ama sobre todas las cosas al Arcano,
¡ése es el victorioso, el fuerte, el soberano...
y no hay paz comparable con su perenne paz!

 

 

CHARLES BAUDELAIRE



 
De Spleen e Ideal:
 
47. A la que es demasiado alegre

Tu cabeza, tu gesto, tu aire
Como un bello paisaje, son bellos;
Juguetea en tu cara la risa
Cual fresco viento en claro cielo.

El triste paseante al que rozas
Se deslumbra por la lozanía
Que brota como un resplandor
De tus espaldas y tus brazos.

El restallante colorido
De que salpicas tus tocados
Hace pensar a los poetas
En un vivo ballet de flores.

Tus locos trajes son emblema
De tu espíritu abigarrado;
Loca que me has enloquecido,
Tanto como te odio te amo.

Frecuentemente en el jardín
Por donde arrastro mi atonía,
Como una ironía he sentido
Que el sol desgarraba mi pecho;

Y el verdor y la primavera
Tanto hirieron mi corazón,
Que castigué sobre una flor
La osadía de la Naturaleza.

Así, yo quisiera una noche,
Cuando la hora del placer llega,
Trepar sin ruido, como un cobarde,
A los tesoros que te adornan,

A fin de castigar tu carne,
De magullar tu seno absuelto
Y abrir a tu atónito flanco
Una larga y profunda herida.

Y, ¡vertiginosa dulzura!
A través de esos nuevos labios,
Más deslumbrantes y más bellos,
Mi veneno inocularte, hermana.

 
De: Las flores del mal
(Versiones de Antonio Martínez Sarrión)
 
 
 

PEDRO SALINAS



Pregunta más allá



¿Por qué pregunto dónde estás,
si no estoy ciego.
si tú no estás ausente?
Si te veo
ir y venir,
a ti, a tu cuerpo alto
que se termina en voz,
como en humo la llama,
en el aire, impalpable.

Y te pregunto, sí,
y te pregunto de qué eres,
de quién;
y abres los brazos
y me enseñas
la alta imagen de ti
y me dices que mía.
Y te pregunto, siempre.

JULIO FLÓREZ ROA


  

Cruzó como un relámpago el vacío
(XVI de Gotas de Ajenjo) 



Cruzó como un relámpago el vacío,
Bajo el trémulo palio de las frondas;
Y cayó, de cabeza, en pleno río,
Destrozando el espejo de las ondas.
Tres veces resurgió su cuerpo impuro
Su cuerpo encenegado en la molicie
Y otras tantas hundióse en el oscuro
Fondo, bajo la rota superficie.
Después flotó el cadáver en el agua,
En donde el sol, al expirar, ponía
El último reflejo de su fragua.
¡Y el cadáver se fue con las abiertas
Pupilas asombradas: lo seguía
Un callado cortejo de hojas muertas!
¡Agucé mis ternuras hasta vivir de hinojos
A sus plantas, en éxtasis: tal fue mi idolatría
Sin ver más luz que el lampo divino de sus ojos,
Ni ansiar más gloria que una: llamarla mía, mía.
Un pescador la extrajo del agua el otro día.
La vi Y entonces tuve frenéticos antojos
De ceñirme a su yerta carne por si podía
Animar el turgente mármol de sus despojos.
Me contuvo un amigo, el más amado: un hombre
Cuyo nombre me callo porque no importa el nombre.
No te enloquezcas, dijo, ya que no fuiste experto:
Esa mujer que serte constante y fiel juraba,
Te engañaba conmigo, y, oye: Nos engañaba
Con otro ¡y por ese otro, es por quien ella ha muerto!


 

RAÚL GÓMEZ JATTIN



Siento escalofríos de ti



Siento escalofríos de ti,
Hermana muerte,
De verme en esta sala
Mirando un cuadro de David
Y súbitamente entrar en la vejez
Sin ningún diente
Y todas las arrugas
Y los vientos negros
Esparciendo mis cabellos.
Yo te conozco, hermana
Sé que eres una nube
De ojos yertos
Que busca otra de luz
Hasta convertirse en una.
Te conozco y sin embargo
Encontrarte en la sala del David
Frente a frente
Fue un gran susto
Hermana mía.