martes, 27 de noviembre de 2018


RICARDO CASTILLO





Autogol



Nací en Guadalajara.
Mis primeros padres fueron Mamá Lupe y Papá Guille.
Crecí como trébol de jardín,
como moneda de cinco centavos, como tortilla.
Crecí con la realidad desmentida en los riñones,
con cursilerías en el camarote del amor.
Mi mamá lloraba en los resquicios
con el encabronamiento a oscuras, con la violencia a
            tientas.
Mi papá se moría mirándome a los ojos,
muriéndose en la cámara lenta de los años,
            exigiéndole a la vida.
Y luego la ceguez de mi abuelo, los hermanos,
el desamparo sexual de mis primas,
el barrio en sombras
y luego yo, tan mirón, tan melodramático.

Jamás he servido para nada.
No he hecho sino cronometrar el aniquilamiento.

Como alguien me lo dijo una vez: Valgo Madre.


ARISTÓTELES ESPAÑA





Aparición de Karen Devia

“de una mano a otra mano solíamos viajar”
 Enrique Lihn



Regresa el lenguaje, los sonidos de vocales; intensas,
la melancolía de partir y ser un conejo errante,
lleno de pieles extrañas;
ser un cóndor también
en lo alto de una montaña,
llenar el caos con el misterio
de sus preguntas;
una especie espejo en un trapecio
con sus ojos de poeta,
con sus labios de aleluya;
leer las venas de la soledad
como quien escucha a Mozart
recostado en un eucaliptos.
Aprendo de ella de la inmortalidad, el significado de ser lúdico,
volver a actuar en el escenario del mundo
con mis orejas heridas
y el tacto de la urbe.
Viajar en su poeta móvil es un viaje al infinito,
cerros, calles rojas, hospitales,
fotocopias de los adverbios que no quedan,
la humedad de sentirse huérfano, pero diáfano,
con ecos aún del hospital psiquiátrico.
Estacionamos con Karen Devia, sacan partes
a su tierno poeta móvil, están a punto
de quitarle su nave espacial.
Actúa frente a carabineros de Chile
como Elizabeth Taylor en “Un tranvía llamado deseo”,
me habla de sus hijas como una gatita
llena de lluvia y de sus amores etéreos .
Karen atraviesa enormes túneles
con sus distintos personajes.
Tac, como siempre, me guiña el ojo,
y me dice que Ella es un cántaro,
una ruta donde no van
aviones ni embarcaciones.
Entonces, regresamos al cerro Yungay,
a mi refugio atómico,
lleno de caracoles, lámparas difusas,
fantasmas lácteos;
y se despide con un abrazo de tórtola.
Tac me habla de lugares lejanos,
como un mediodía de nieve en Toronto,
una calle sin salida en Buenos Aires,
de un loco pingüino de Punta Arenas,
de un bote con alas de Chiloé,
de una roca de almácigos mustios en Chuquicamata,
el oleaje de ríos verdes en Santiago.
Pero es Valparaíso, me dice, el mundo real.
Karen avanza toda velocidad
y me la imagino arriba de un árbol
dirigiendo un coro de duendes amarillos;
la imagino atravesando la nada.
Chao Karen, le decimos con Tac,
y me lleva a la habitación
donde aún hay huesos inmóviles
de este mundo y del otro.


4 de octubre de 2009

Centro terapéutico Pablo Neruda



ALAIN BOSQUET




  
Los dioses desconfiados



«No, no», decían los dioses,
«si ha de haber un ojo,
que pertenezca a la montaña.»
«No, no», decían los dioses,
«si ha de haber una risa,
ofrezcámosela al océano para que se anime.
¡La palabra para el pavo,
para el cactus, para el arroyo!
Y el pensamiento,
que de él se adueñe la roca
para reconocerse mejor.»
«No, no», decían los dioses,
«ahorrémonos
el error humano.»


De: "Cuatro testamentos y otros poemas"

Versión de Enrique Moreno Castillo


ANDRÉS RUIZ






Se me atoran en la garganta
los pájaros enjaulados
cuando hablo de libertad
y, sin embargo
me columpio en sus silbidos.
La onda sonora de sus cantos
corroe en mi lengua
como arterias derramadas
hasta puedo sentir sus náuseas en mi boca
al reflejarse nuestros ojos
Seguramente tendremos
muertes parecidas.



FADIR DELGADO





Manifestación de la luz



Está en una cueva
Hay una luz que titila
Una raíz de vidrio que le corta los párpados
No es nada más
Sólo un montón de miedo
Un sudor de lodo
Un terrible ruido

La luz tiene espinas
Espinas que le hieren los ojos
El temblor de sus muslos espanta las hormigas sobre el cuerpo
La luz protesta
Es humo
Humo que le arde en los huesos
Cierra los ojos
pero la luz en huelga no se va hasta que los abra
Alguien suelta unos perros rabiosos
El exceso de luz le impide verlos por completo
Tienen colmillos con las puntas brillantes


No sabe adónde huir
La baba de los perros inunda el lugar
Cree que los perros tienen luciérnagas en la lengua
La baba de rabia se le mete en el cuerpo
La luz protesta con un niño en el centro
Un niño cubierto de agujas que se lo arrojan a la cara
Quisiera saber quién está detrás de todo esto
¿Por qué la luz protesta?
¿Quién convoca las marchas?
¿Quién es el líder?

Se quiere arrancar la piel y entregársela a los perros
Un desierto le nace de la boca
Bebe la rabia de los perros
y se hace hambre
me hago hambre
Tengo un desierto en la boca
Una luz tierra que se mete en los dientes
Un niño de agujas cortándome los ojos.


ELIZABETH REINOSA ALIAGA





Boca ciega



La mujer flota en el agua
parece tan creíble
pensar que hace unos minutos
atrapaba un pez de espuma.
Que su mano soportó un cordel
que la hizo sangrar desde su origen.
Sobre la mujer no hay nubes
ni pájaros, ni moscas
solo signos que interrogan
el silencio.