jueves, 13 de febrero de 2020


JACK KEROUAC





Lluviosa noche,
las hojas en lo alto ondulan
bajo el cielo gris


De: “Some of the Dharma”



LÉOPOLD SÉDAR SENGHOR






Canto de primavera
Para una muchacha negra de talón rosa



I

¡Cantos de aves se elevan diáfanos en el cielo primitivo,
El aroma verde de la hierba asciende, Abril!
Escucho el aliento de la aurora conmovida, las nubes blancas
de mis cortinas.
Escucho el canto del sol sobre mis postigos melodiosos.
Siento como un aliento el recuerdo de Naët sobre mi nuca
desnuda amotinándose.
Mi sangre, a mi pesar cómplice, murmura en mis venas
Eres tú, amiga mía — ¡Oh! escucha la respiración ya cálida
en el abril de otro continente.
¡Oh! escucha cómo se deslizan escarchadas de azul las alas
de las golondrinas migratorias.
Escucha el aleteo blanco y negro de las cigüeñas en el
extremo de sus velos desplegados.
Escucha el mensaje de la primavera de otra época,
de otro continente.
Escucha el mensaje del África lejana y el canto de tu
sangre
Escucho la sabia de abril en tus venas cantar.


II

Tú me has dicho:
—Escucha amigo mío, lejano y sordo, el gruñido precoz
del ciclón como un fuego rodante de maleza.
Y mi sangre grita de angustia en el abandono de mi cabeza
demasiado pesada y entregada a las corrientes eléctricas.
¡Oh, allá la tormenta súbita, es el incendio de las costas
blancas de la blanca paz del África mía.
Y en la noche donde truenan los grandes desgarrones de
metal.
Escucha más cerca de nosotros, sobre trescientos kilómetros,
los aullidos de los chacales sin luna y los maullidos
felinos de las balas.
Escucha el rugido breve de los cañones y los barritos de
los paquidermos de cien toneladas.
¿Es aún el África esta costa móvil, este orden de batalla,
esta línea larga y recta, esta línea de acero y de
fuego?...
Mas escucha al huracán de las águilas-fortalezas, los
escuadrones aéreos tirando a las artillerías
Y fulminando a las capitales en un instante de relámpago.
Y las pesadas locomotoras saltando por debajo de las
catedrales.
Y las soberbias ciudades arden, en llamas más amarillas
que la hierba de la maleza en época de estío.
Y he aquí que las altas torres, orgullo de los hombres,
caen como los gigantes de los bosques con un ruido de
demolición.
Y he aquí que los edificios de cemento y acero se funden
como se derrite la cera a los pies de Dios.
Y la sangre de mis hermanos blancos hierve por las calles,
más roja que el Nilo — ¿abajo qué cólera de Dios?
Y la sangre de mis hermanos negros, los Tirailleur
senegaleses, de la que cada gota derramada es una
punta de fuego en mi flanco.
¡Primavera trágica! ¡Primavera de sangre! ¿Es este tu
mensaje, África?...
¡Oh! amigo mío — ¡Oh! ¿cómo escucharé tu voz?
Como ver tu rostro negro tan dulce a mi mejilla morena a
mi alegría morena.
¿Cuándo tendré que taparme ojos y oídos?


III

Yo te he dicho:
—Escucha el silencio bajo las cóleras llameantes de la
tormenta.
La voz del África rasgando el suelo bajo la rabia de los
cañones de largo alcance
La voz de tu corazón, de tu sangre, escúchala bajo el delirio
que encabezan tus gritos.
¿Tiene acaso la culpa si Dios le ha pedido las primicias
de sus cosechas,
Las más bellas espigas y los más bellos cuerpos, elegidos
pacientemente entre mil pueblos?
¿Tiene acaso la culpa si Dios hace de sus hijos las varas
que castigarán la soberbia de las naciones?
Escucha su voz azul en el aire limpio de odio, mira al
sacrificador verter las libaciones al pie del túmulo.
Ella proclama la gran emoción que hace temblar los cuerpos
con el aliento cálido de abril.
Ella proclama la espera amorosa de la renovación en la
fiebre de esta primavera.
La vida que hace dar vagidos a dos niños recién nacidos
al borde de una tumba hueca.
Ella dice: tu beso es más fuerte que el odio y la muerte.
Veo en el fondo de tus ojos turbados la luz ostentosa del
verano.
Respiro entre tus colinas la embriaguez dulce de las
cosechas.
¡Ah, este rocío de luz en las aletas estremecidas de tu
nariz!
Y tu boca es como una yema que se hincha al sol,
Y como una rosa color del vino añejo que se dilata al canto
de tus labios.
Escucha el mensaje, amiga sombría de talón rosa.
Escucho tu corazón de ámbar que germina en el silencio
y la primavera.


París, abril de 1944


HANS MAGNUS ENZENSBERGER





Lo falso



Un amigo mío, Berlín Este, Leipziger Straβe,
Deutsche Akademie, hace poco que ha abierto
a la ciencia un campo absolutamente nuevo:
la lingüística de los errores. Sí,
ahí hay mucho que hacer.

Como profano no me puedo permitir ninguna valoración,
pero tengo la impresión
de que las faltas se multiplican:
ratones blancos, albinos con ojos rojos,
que trepan unos encima de otros,
sobre sillones y camas
y cada vez arrojan más ratones blancos.

Conversaciones en la ventanilla del banco,
opiniones sobre la banda de los cuatro,
líneas de conducta para el futuro del género humano.
Falsa conciencia, dicen los filósofos.
Si fuera sólo eso.

Frenar o acelerar,
pantalones con o sin dobladillos,
tu moral o la mía.
Quien se cree en derecho
ya está condenado.

Liberarse paleando de una montaña
de cada vez más mohosas palas,
con las puras manos -temo
que no tiene sentido. Todo al revés,
probablemente también esta frase.

Cuando se escuchan un tiempo
las propias palabras,
cómo zumban en la propia cabeza -
uno desea apretar los ojos
como un niño pequeño,
cerrarse los oídos
y sobre todo no decir nada más.
Pero esto sería falso.


De: "Los elíxires de la ciencia"
Versión de José Luis Reina Palazón


JULIO TRUJILLO





Vista



Nace un ojo,
luego el otro.

El largo sueño acumuló en sus bordes
costras de sagas,
grumos de imágenes que fueron claras.

Todo es gelatinoso.
En la viscosidad del humor vítreo patalean
las representaciones.

Se despereza el cristalino.

Las córneas buscan instintivamente
un punto de reunión
para fugarse.

Así aparece, paulatina,
como por un secreto acto de magia,
la espabilada habitación.

El mundo y sus figuras comparecen.



HOWARD PHILLIPS LOVECRAFT





V. Vuelta a casa



El demonio dijo que me llevaría a casa,
A la tierra lívida y sombría que recordaba vagamente
Como un lugar elevado con escaleras y terrazas
Rodeadas de balaustradas de mármol que peinan los vientos del cielo,
Mientras muchas millas más abajo, a la orilla de un mar,
Se extiende un laberinto de torres y torres y cúpulas superpuestas,
Una vez más, me dijo, volvería a quedar embelesado
Ante aquellas viejas colinas, y oiría el lejano rumor de la espuma.
Todo esto prometió, y por las puertas del ocaso
Me arrastró a través de lagos de llamas lamientes
Y tronos de oro rojo de dioses sin nombre
Que gritan de miedo ante un destino ominoso.
Después, un negro abismo con ruido de olas en la noche:
«Aquí estaba tu casa», se burló, «¡cuando aún veías!»


Versión de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt

RAFAEL COURTOISIE





Estado sólido



     La soledad, esa piedra masculina que reposa en una habitación sin horas
como un planeta hermoso y advertido.
     Una fruta de hierro.


De: "Estado sólido"