martes, 25 de abril de 2017


ALFONSO CORTES




La danza de los astros



La sombra azul y vasta es un perpetuo vuelo
que estremece el inmóvil movimiento del cielo;
la distancia es silencio, la visión es sonido;
el alma se nos vuelve como un místico oído
en que tienen las formas propia sonoridad:
luz antigua en sollozos estremece el Abismo,
y el Silencio Nocturno se levanta en sí mismo.
Los violines del éter pulsan su claridad.


ALFREDO R. PLACENCIA




Mis tristezas



Mi dolor es un mar; en él se pierden
el fúnebre cortejo, mis tristezas,
silentes, majestuosas y sombrías,
como góndolas negras.

Allí buscando la tranquila playa
naufragaron mis tímidas quimeras,
y como pobres pájaros heridos
mis sueños aletean.

Y el hastío, el pesar y el desengaño
surgen siniestros de sus brumas densas
y sus olas se encrespan y se agitan,

cuando pasan mis fúnebres tristezas
silentes, majestuosas y sombrías,
como góndolas negras.



SALVADOR DIAZ MIRON



  
El fantasma



Blancas y finas, y en el manto apenas
visibles, y con aire de azucenas,
las manos —que no rompen mis cadenas.

Azules y con oro enarenados,
como las noches limpias de nublados,
los ojos —que contemplan mis pecados.

Como albo pecho de paloma el cuello,
y como crin de sol barba y cabello,
y como plata el pie descalzo y bello.

Dulce y triste la faz, la veste zarca...
Así, del mal sobre la inmensa charca
Jesús vino a mi unción como a la barca.

Y abrillantó a mi espíritu la cumbre
con fugaz cuanto rica certidumbre,
como con tintas de refleja lumbre.

Y suele retornar y me reintegra
la fe que salva y la ilusión que alegra,
y un relámpago enciende mi alma negra.


Cárcel de Veracruz, el 14 de diciembre de 1893



JORGE CARRERA ANDRADE




Polvo, cadáver del tiempo



Espíritu de la tierra eres, polvo impalpable
Omnipresente, ingrávido, cabalgando en el aire
cubres millas marítimas y terrestres distancias
con tu carga de rostros borrados y de larvas.

¡Oh, sutil visitante de las habitaciones!
Los cerrados armarios te conocen.
Despojo innumerable o cadáver del tiempo,
tu ruina se desploma como un perro.

Avaro universal, en huecos y en bodegas
tu oro ligero, inútil, amontonas sin tregua.
Coleccionista vano de huellas y de formas,
les tomas la impresión digital a las hojas.

Sobre muebles y puertas condenadas y esquinas,
sobre pianos, vacíos sombreros y vajillas
tu sombra o mortal ola
extiende su cetrina bandera de victoria.

Sobre la tierra acampas como dueño
con las legiones pálidas de tu imperio disperso.
¡Oh roedor, tus dientes infinitos devoran
el color, la presencia de las cosas!

Hasta la luz se viste de silencio
con tu envoltura gris, sastre de los espejos.
Heredero final de las cosas difuntas,
todo lo vas guardando en tu ambulante tumba.



JORGE CUESTA




Nada te apartará de mí, que paso



Nada te apartará de mí, que paso,
dicha frágil, tú misma pasajera.
El rigor que te exige duradera
es más fugaz que tus substancia acaso.

No da abundacia la abstinencia al vaso,
ni divide la sed como quisiera.
Hora que, para ser, otra hora espera,
no existe más cuando agotó su paso.

De sí mismo el placer no se desprende.
Si para conservarse, se traslada
al instante más hondo que provee,

ya no es placer lo que el placer suspende.
Qué vana entonces la avidez pasada
a su muerte futura desposee.



ISABEL FRAIRE



a Virginia Woolf




y todo ha de terminar en un oleaje de amargura
que rompe sobre su cabeza mientras avanza lentamente
dando la espalda al mundo
que estalla como una pústula

las olas estallan contra la costa

el veneno se acumula lentamente
pujante efervescente
multiplicándose las causas y los síntomas
de la putrefacción
hasta que las membranas se rompen incapaces ya de
contenerlo
y se derrama
horror indescriptible profecía realizada

estallan estallaron estallarán

y sin embargo
hay momentos
en que el mar es un remanso que llena el horizonte
y se justifica
la intensa voluntad
la voluntad de ver
de verlo claro
de llenarse
de ese momento eterno
en que el mundo es perfecto
visible
radiante mecanismo

una ola tras otra reproduce
chorreante su equilibrio esplendoroso