Nada te apartará de mí, que paso
Nada te apartará de mí, que paso,
dicha frágil, tú misma pasajera.
El rigor que te exige duradera
es más fugaz que tus substancia acaso.
No da abundacia la abstinencia al vaso,
ni divide la sed como quisiera.
Hora que, para ser, otra hora espera,
no existe más cuando agotó su paso.
De sí mismo el placer no se desprende.
Si para conservarse, se traslada
al instante más hondo que provee,
ya no es placer lo que el placer suspende.
Qué vana entonces la avidez pasada
a su muerte futura desposee.
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