domingo, 30 de abril de 2017


ÁNGELA GENTILE




Casa del Citarista
Taberna d-ivni procuri



Alguien habla,
mientras el silencio labra sabiduría
en las gargantas
de la tierra del viento.
Unos pocos alumbran los templos.
Otros,
detienen las  lenguas
y alcanforan la eternidad.

Muy lejos,
los adoradores de carneros
resumen,
observan,
transmutan
en reptil o ave.

Los soñadores cultivan tubérculos,
los buscadores de plumas
diseñan palomas en el éter, 
sibilando profecías.

Tiempo de héroes
en calles muertas,
de barcos bajo Selene,
de  hechizadas bocas,
de estrellas
que siempre regresan,
a la traición de los océanos.


De: “Cantos de la Etruria”


JOAN MARAGALL




Escolium



Cual dos que hablando juntos van,
andando por un sendero partido,
uno por el veril soleado;
otro abajo, en la umbría,
Adelaida y el poeta se han hablado,
cuerpo y espíritu él; tan sólo espíritu, ella.

Adelaida:
Ay! ¡Cuánta angustia en este camino!
¡Cuán oscuro y cuán malandado!
Veías siquiera el sol, las montañas,
brillar las cosas bajo el cielo azul,
y no este limbo de voces extrañas
sin forma ni color… Dime, Arnaldo:
¿Quién es ése que por la triste senda
nos conduce cual sombras sin virtud?
Ya será algún poeta que sueña
el sueño de eterna inquietud.

El poeta:
La verdadera vida
del espíritu vives, ¿y aún te quejas?
Hacia lo inmutable caminas.

Adelaida:
¡Nada hay como ver el sol!
Llévanos, pues, a la senda
de las cosas corporales,
buen amigo, aunque sea
sufriendo todos sus males.
Aunque la luz nos deslumbre,
aunque el fragor nos atonte,
y el cuerpo entero nos infierne,
con todos sus sentidos sufriendo,
la vida primera quiero,
ver, oir, gustar y tocar:
no sé vivir de otro modo,
ni tampoco deseo probar.

El poeta:
La vida que ahora ansías
es la gran resurrecci6n.
Quizá no fuera la que tenías,
pero tampoco la otra; aún no.

Adelaida:
Pues bien te contentas tú
con la vida que ahora tienes.

El poeta:
Mientras pueda ver a través del mundo
lo que para ti sólo es puro gozo o tormento,
de mi vida estaré contento,
ya que en una dos vidas son.
Pero si este ser fuese dividido
y sólo corporales quedaran mis sentidos,
antes preferiría abandonarlos
y, como tú, ser sólo un espíritu.
No ahora, que todo canta en mis entrañas,
y esposa tengo, e hijos,
y que en la cima de las solariegas montañas
un grito hay de renacimiento entre mil peligros.
De amor y lucha es éste mi momento,
y ansío brazos para amar, luchar.
Cuanto tengo, deseo, y a lo hecho pecho.
Mas, ¿qué sé yo de lo que querré mañana? (…)

Adelaida:
¿Y qué sabes tú de este mundo o de otros,
ni lo que un cuerpo es, o un espíritu,
ni el poder que el deseo tiene sobre nosotros,
en el pecho alentando hasta el final?
Si por muerta me tienes, yo me tengo por viva;
si bien, cual enterrada en vida,
mis sentidos furiosamente quiero,
mas algo hay que me oprime.
Si no puedes librarme de ello,
¿de qué os sirve, pues, poetas, la poesía?

El poeta:
En tal punto una voz escucho
que escuchar de otro modo no podría.

Adelaida:
¡Oh! ¡La voz sin sonido del difunto!
No es esta voz la que querría,
sino la que de mi pecho surgida
en torno mío alegre resonaba:
ésa es, amigo, la que yo te pido,
todo cuánto ella comportaba.
y si tanto no puede tu poesía,
si no puedes volverme al mundo, calla y acaba.

El poeta:
Por piedad, Adelaida,
al igual que aún hay cosas no sabidas,
apenas la poesía está iniciada,
y de virtudes desconocidas está llena.
Mas tienes razón, ya basta de hablar.
En silencio aguardemos otra edad.


Versión de José Batlló



CARLOS BOUSOÑO



  
Mujer ajena



¡Oh realidad sin gozo y sin aurora!
Era la noche entera entre tus brazos.
Yo te tenía y sostenía. Abrazos
nos daba el sufrimiento a cada hora.

Viví contigo una verdad. No llora
quien tiene que vivir tan duros lazos.
Era vivir, abrirse paso a hachazos
en una selva de impasible flora.

Con brazos rotos y partido pecho,
abrirse paso a hachazos. Consumida
así tu vida, amor de mi derecho.

Abrirse paso y ver ya sucumbida
toda esperanza en el sendero estrecho;
cerrado trecho a la cerrada vida.


WILLIAM OSPINA




Teléfono



A medianoche, en Nueva York,
ella, emergiendo de los mares del sueño,
escucha esa palabra cargada de agua azul
como otro sueño: Adriático,
y sobre un ajedrez de hierro y luna
acaso ve las naves.


ANTONIA TALETI




Infancia



Bordeaba el margen lluvioso
un charco de enero.
Era chica
supe que ese instante
se condenaba al vacío
si no lo aferraba.
Lo guardé… para alguna vez.
Poesía, memoria de charcos.


De: “La voz que nunca alcanzo”



WILLIAM WORDSWORTH



  
Agua, puro elemento



Agua, puro elemento, dondequiera abandonas
tu mansión subterránea, hierbas verdes y flores
de brillante color y plantas con sus bayas,
surgiendo hacia la vida, adornan tu cortejo;
y en el estío, cuando el sol arde, veloces
insectos resplandecen y, volando, te siguen.
Si falta tu bondad, resuella el bosque, y ciervo
y cierva y cazador con su venablo, juntos
languidecen y caen. No deja de sentirse
en el alma turbada tu benigna influencia;
y tal vez en la entraña marmórea de la tierra,
donde sufren tormento espíritus que lloran
gracia y bondad perdidas, tus murmullos apagan
su angustia ya los tuyos mezclan sus dulces cantos.


Versión de Màrie Montand


sábado, 29 de abril de 2017


CÉSAR DÁVILA ANDRADE




Reunión bajo el piso



Pasa de mí esta sopa sin fondo. Pasa
de mí esta copa de hielo
en que humedece
su ojo de vidrio
el Tenedor de Libros.

Pasa de mí este suelo
en el que dilapido,
metro a metro,
el tiempo de perderme
en la Tierra,
suspensa como un chiste.

Pasa de mí la esfera y la circunferencia,
pues no hay cabeza ni diadema ya
entre los bellos polos del demente.

Pasa de mí todos los recipientes
y devuélveme
a la luz del Vacío Boquiabierto.





FRANCISCO GONZALEZ DE LEON




El alma es una beata...



En la indolencia de las tardes quietas,
algunas de esas tardes femeninas
con alma de beguinas
rezando "Horas Completas".

Tardes azules que al llegar la noche
se hacen moradas y en seguida grises:
tardes que al envejecerse
patinan el color de sus matices.

Impreciso y callado entre el amago
de sus medias tintas,
el patio se nivela.
Yo alcanzo a descubrirlo
desde mi azotehuela.

El patio por tan triste, parece estar enfermo;
el patio, por tan grande, parece una plazuela;
el patio a la distancia, supersticiona un yermo.

Acaso sea la hora de cautelosa cita;
de sombras y misterios el ámbito se llena;
y como en tradiciones de un libro cenobita,
cruce por aquel patio llorando un alma en pena.

Y al contacto sedoso de tardes sin deseos
en que en balsas de aceite se amodorran los ruidos
andan por los rincones medrosos cuchicheos,
y el alma es una beata que cree en aparecidos.


De: Voces de órgano




ALFREDO R. PLACENCIA




Las estrellas



Llaman islas de luz a las estrellas
y no sé la razón por qué las llaman.
Dicen que hay un beleño misterioso
en su tibio fulgor para las almas;
y hay quien diga que ellas, muchas veces,
sus pupilas encienden la esperanza.

¡Qué mentira tan triste…!
Yo jamás he pensado en contemplarlas.
Cuando buscan mis ojos las estrellas,
las estrellas se esconden o se apagan…

Dicen que sus fulgores, simulando
blanca lluvia de lágrimas,
tristemente descienden por las noches
y visitan las ruinas solitarias
de retoños silvestres
o de fúnebres musgos coronadas.

Tal vez lo hagan así. Suele el viandante
de tiempo en tiempo suspender la marcha,
y sentarse a leer en cada piedra
que el tiempo azota o la intemperie labra,
la memoria inextinta y dolorosa
de las cosas pasadas.

Tal vez lo hagan así; mas hace tanto
que inútilmente el corazón lo aguarda…

Muchas veces, de noche,
me he sentado a las puertas de mi casa;
y en mis largos insomnios,
y en mis continuas y mortales ansias,
¿qué han hallado en el cielo mis pupilas…?
Abismo, soledad, tinieblas… ¡nada…!
que aunque alumbran las ruinas, las estrellas,
no hay que esperar que alumbren para el alma.

Dicen que los poetas, esos seres
que adivinan lamentos y palabras,
sollozos, anatemas,
gritos, imprecaciones o amenazas,
las han visto llorar sobre las tumbas,
cuando el silencio de la noche avanza,
a envolver las gavetas y las cruces
en el triste vapor de sus miradas.

¿Para qué mentirán…? Si fuera cierto
que de las tumbas y el dolor se apiadan,
yo lo supiera bien. ¡Ay, cuántas veces,
huyendo del dolor que me acompaña,
me he sentado a las márgenes del río,
por sentir a mis pies quejarse el agua
y en la arena ensayar la última estrofa
que en rumores traducen las montañas…!

¿Para qué mentirán…? Huérfano y solo,
sin luz la frente: y sin calor el alma,
¿qué otra cosa es mi vida que una tumba
de mortales recuerdos coronada...?

Muchas veces, de noche,
me he sentado a las puertas de mi casa;
y en el ir y tornar de mis recuerdos,
y en mis continuas y mortales ansias,
se han hundido en el cielo mis pupilas,
mas no logra encenderse mi esperanza.
Cuando buscan mis ojos las estrellas,
las estrellas se esconden o se apagan.




ISABEL FRAIRE





Breve incendio de pájaros agudos
con la aurora en el pico caen muertos
bajo una andanada de papeles
fechas, citas, silencios.

El gigante del mundo crece, hueco
con un niño en los brazos
de ojos grandes abiertos
que nace cada día, decapitado.

Se han tapado las bocas con escombros
los ojos se han nublado
las manos se entreabren y entrecierran
y en estremecimientos sucesivos
se sacuden la carne y los deseos.

Cada día la historia es más antigua
las palomas más nuevas cada día se repiten
el milagro se empolva en un momento.

El tiempo se acelera, estrechando su órbita
sin futuro, de círculo cerrado.


ELSA LÓPEZ




Aladas



Yo no soy esa muchacha
de pelo ensortijado y cintas en el pelo
que baila para ti en los antiguos salones del Coimbra.
Yo no soy esa otra que se desliza suavemente
por las gastadas alfombras del viejo comedor
                     -los brazos en alto como nubes o pájaros-
tarareando canciones que te dejan partido el corazón..
No te engañes, mi amor,
no confundas mi voz y mis canciones
con el tono ligero de las suyas.
Resucítame y créceme, amado, no te escondas.
Emerge de la lluvia, del mar, de las cenizas.
Resurge en llamaradas.
Que el brillo de tu rostro no lo empañe la noche
ni el llanto de mis ojos.
Acaricia mis hombros
con la suave ternura de otros tiempos
                      -la misma que utilizas con ella-
y di que aún soy hermosa
y que mi pelo brilla como si fueran alas.

No me hagas la muerte más difícil.


2002


De: "Mar de amores"



VICENTE NÚÑEZ



  
Libros

                                      En el gabinete de Walter Wartburg



En el frío papiro de turbios editores
volqué yo aquellas ansias de una pasión sin límite.
¿Era eso mi vida? Asco me dio de ella.
Con qué clarividencia sentí que estaba muerto.


De: "Ocaso en Poley"


viernes, 28 de abril de 2017


FRANCISCO VILLAESPESA




La sombra



¡Remansos del crepúsculo! Lejanos
amores de una copla campesina…
De los cielos desciende una divina
paz, sobre el sueño de los verdes llanos.

Vuelven a perfumar los sueños vanos,
y yo no sé qué angustia nos domina,
que se cierran los ojos, y se inclina
la frente, pensativa, entre las manos.

Por el azul magnífico del cielo,
sobre la frente que el dolor abrasa
y en las manos se apoya dolorida,

tiembla la sombra rápida de un vuelo…
-¡Esa sombra, mortal, que rauda pasa,
es la fugaz imagen de tu vida!



YOLANDA PANTIN



  
Canción



Todo lo que me separa de ti
es tristeza

Todo lo que siente
corazón distante
muda pena
es todo cuanto escucho

mío cante

Madre
que estás en aquellos
que he amado

Sombra
cuya sombra mudó
hasta alcanzarte
fría tierra
dó el niño dejó

y fue instante

Cuanto siente
ciega
corazón grave

todo lo que me une a ti
es tristeza



RICARDO COSTA





Mundo terrible la geometría.
Todo lo que resta es un círculo,
una línea volviendo a su origen,
una figura creada para sabernos
sobre un espacio seguro.

Todos contemplamos la redondez
de esa línea, pero festejamos el vacío,
no la línea.

Así nosotros: un punto sobre otro.

Imprudente ciencia, dicen, y alguien
olvida la luz; ama la sombra que borra.

Entonces la geometría estalla.


De: “Teatro teorema”




FELICIANO MEJÍA




La balada de Joe



Fue por la avenida Reed,
frente al cartel de hamburguesas
de la carretera que va para Nevada,
bajo las palmas,
entre las raíces,
que Joe Kirpatrick, el Rengo, dejó,
empapelada en papel manteca,
su metralleta azul.

La guardó como se guarda una joya
o una bolsa de pan:

la dejó con preocupaciones de padre,
la dejó con precauciones de enfermo,
la dejó
para que descansara
luego de la matanza de Bel Air.

Que duerma, que descanse, decíase degustando chop-suey,
ya mañana despertará.
Si, fue por la avenida Reed,
cuando caía el sol,
cuando los carros se hundían en la noche…




DIANA BELLESSI




Corre paradigma de miel…



Corre paradigma de miel
Yo me quedo en el jardín viendo
abrir las semillas de gingo
un árbol sabio por antiguo
y simple como el brote de un
poroto

Ríos de la mente sabrán porqué
elrevés de la trama te lleva hacia
Leyenda
Un alma sola enfrenta su pasado
para luego dar la cara a la muerte

Aquí, no hay poder del
pensamiento ni saber
que al mundo modifique
Paciencia solamente
que busca sentimiento,
sentido en la astillada
totalidad del puma
cruzando el tiempo como
a un tapiz. El bosque
se transforma en jardín
a medias modelado
por la conciencia humana

como si una mujer hablara a otra en
un cruce de aguas profundas y claras


ALFONSO GUMUCIO DAGRON




Refrán



El que a hierro mata
tiene cien años de perdón.
Al menos, tiempo de sobra
para gozar estafas millonarias,
malversar la memoria,
limpiar la sangre seca
en el libro arrugado de la historia,
recibir incluso algún honor,
un cóndor desplumado,
homenajes póstumos, varios.


jueves, 27 de abril de 2017


ANIBAL NÚÑEZ




Madrigal



Tus ojos de ese verde
que no sube la bolsa ni los corceles pastan
-corceles son caballos guerreadores-
                                 Tus ojos
que me cuentan de fértiles inundaciones cíclicas



De: "Taller del hechicero"

CÉSAR DÁVILA ANDRADE



  
Poesía quemada



Entre las obras puras, nada que hacer. Tampoco
entre las Ánimas o las Ruinas.

El poema debe ser extraviado totalmente
en el centro del juego, como
la convulsión de una cacería
en el fondo de una víscera.
Y reír de sí mismo
con el costillar del ventisquero.

Sólo lejos de ti, en el milagro
de no encerrar cordero en el pan de cada día.
Y nada que se asemeje
al punzante abalorio de los cítricos.

Me tentaré lejos de Dios, mano a mano,
a mí mismo,
con la sinceridad hambrienta del perro
que duerme temblando
sobre el pan enterrado por su madre.
¡Y te quemaré en mí, Poesía!
En ladrillos de venas de amor, te escribiré
empapándote profundamente.
¡Luego
vendrá el sol y te extraerá con los colmillos!



FRANCISCO GONZÁLEZ DE LEÓN




Hospiceña



Momentos de orfandad
en que hace un frío
que produce en el alma un calofrío
como el que acusa una enfermedad.

Las horas despeñándose en la norma
de una fatalidad.
Horas nocturnas
de diciembre a enero
en que faltan argucias de un lucero
sobre lo intenso de la soledad.

Un silencio dormido en un olvido;
la lechuza que aguza su chirrido;
con ríspida acritud de maleficio;
y el alma que tirita
como una huerfanita
que cruza solitaria,
y enferma,
por su hospicio.


De: Voces de órgano



GUILLERMO E. PILÍA




Bayas de humilde color



Fue un mediodía de invierno en Provenza:
íbamos de Barcelona hacia Niza,
buscando un parador para almorzar.
Y de improviso –igual que si brotasen
de un recuerdo– surgieron en la rambla
que partía la ruta esos arbustos:
achaparrados, de bayas rojizas
y ramas espinosas, tan idénticos
a los que veíamos en los cercos
de nuestra infancia en el país del sur...
Nunca hubiera creído que esas plantas
con sus bolitas de lánguido rojo
pudiesen encerrar tanta nostalgia
de patria; que en tan poca cosa entrase
algo que duele y se ama en extremo
como es la tierra en que se nace y crece...
Bayas de humilde color en la tarde
de Provenza: vieja herida que late
sordamente en la sangre, hasta que un día
se revela transformada en palabras.


De: “Ojalá el tiempo tan sólo fuera lo que se ama”


LUCIANA MELLADO

  

Espejismo



Hay delirios tan intensos como el trajinar
de un sonámbulo obsesivo
que se busca los ojos en el rostro.
También los hay sinuosos
de esos que se tocan a sí mismos
como si fueran otros
y extravían las cartas
que ya estaban perdidas.
El de hoy espejea en la estridencia
de un tren próximo cargado de rehenes
sin memoria
a plena luz del día cosechados.


De: “Crujir el habla”


MARTA BRAIER





Mujer sentada



Pero sé que debo hablar de esa puerta,
en un hotel para turistas de la calle Cangallo.

Recuerdo con nitidez un finísimo rayo de sol
y las partículas del aire jugando con la luz.
( Ah el sencillo fulgor de una habitación en penumbras ).

Estoy sentada sobre un sucio cobertor.

El conserje me entregó la llave de la diecinueve
y miró con cara de nada
cuando le hablé de tiempo de sosiego.

Cerró la puerta y me dejó queriendo comprender.

( Los mosaicos hacían muecas con su geometría ).

Poco importa si por la calle pasa un hombre,
si hay una fábrica, un frigorífico o muchos árboles.
Pero, el aire. ¿Entra por los pulmones, sale o permanece?

¿Qué hago. Qué hago aquí,
en un cuadrado sórdido y ajeno?
Ajeno. Sórdido. Agujero del mundo, digo.

Sentada sobre un sucio cobertor.



De: "Gestos de minué"


miércoles, 26 de abril de 2017


ARTURO ZAFRA MORENO




Una tarde pesada



Una tarde vacía y aséptica,
eso es todo lo que poseo ahora
mismo. Mirar por la ventana
del tercer piso
y ver las hojas de la palmera meciéndose
como agujas,
y los platos ya los he lavado hace
dos horas o así
y no tengo mucho más que hacer.
La luz de la cocina titubea al encenderse
y se asemeja a una mosca agonizando
mientras que el bar en el que
quise leer unos poemas
ha cerrado este sábado por
la tarde.
Lo bueno es que al menos
no he ido en balde
y al darle dos empujones a la puerta
y ver que no se abría
he comprado una hamburguesa en una máquina
expendedora, con el kétchup
acumulado en un lado y el beicon aún
frío.
Todo lo que tenía planeado para hoy
era hablar con el dueño
y rogarle que me permitiera leer algo
o que me de trabajo, o me invitara
al café.
Las calles están vacías, la gente se ha ido
a la playa o a la piscina de la tía
y me han abandonado en medio
de este desastre urbano y sin gracia
y no me queda otro remedio que envidiarles
porque para ellos olvidarme es sencillo y simple
y yo llevo toda la vida intentando
conseguirlo.
Voy a la cocina, cojo uno de los vasos
que he lavado antes y abro el grifo
hasta que rebose.
Lo miro, lo huelo y me lo bebo.
El mayo acto de autoconfianza
que he hecho en meses.



ROBERTO CIGNONI





Lo habíamos
aprendido, sin oír
nada más, entregarrados, como
si la palabra de todos hiciese
la Palabra, estrella y
sentido y estrella, como si al fin nos
amásemos.

En la entrelínea, allí
no palpamos, no atendimos la penumbra
en el cielo, era
vez,
creación, hablaba, sabes, hablaba con lo desierto.