jueves, 19 de agosto de 2021

FELIPE FLORES

 


 

 

Un flamboyán aquí
otro allá,
¿es un cenzontle el que canta?

 

MICHAEL AUGUSTIN

 

 


 

Lübeck, 1. Septiembre de 1939

 



En la cuarta silla
a la mesa del desayuno
se sienta hoy por primera vez la guerra.

 
Saltó desde la radio
al medio de la habitación
y tomó su lugar.

 
Esta es la guerra,
dice mi abuela.
Y mi abuelo asiente.

 
Pero mi pequeña madre,
Que ocho años tiene,
no entiende qué significa eso.

 
Hambrienta va,
dice mi abuelo, con gran hambre
y siempre con apetito.

 
(Y la última vez,
aunque mi abuelo prefiera no decirlo,
se comió a su hermano).

 
Pero lo que la pequeña quiere
en realidad saber hoy es:
¿viene el circo?

 
Y el padre rebusca
en el periódico:
¡el Circo Krone llega!

 
 

Con veintitrés elefantes
y un gigantesco
espectáculo de monos.

 
Llega de Hamburgo
al mediodía a Lübeck
e ¡iremos mañana!

 
Sobre eso hablan todos
hoy en el patio de la escuela:
¡El Circo Krone llega!

 
Con veintitrés elefantes
y un gigantesco
espectáculo de monos.

 
(Ah es cierto, también con
Sigi, Waltraut y con Edith
se sienta hoy la guerra a la mesa del desayuno).

 

FRÉDÉRIC FORTE

 


 

 

 

todo es como de costumbre-a simple vista
la diferencia es mínima
o no existe/entre la casa
de ayer y la de hoy-espero
un poco luego continúo/el pequeño juego
del tiempo transcurrido
desde las piedras-alguien ha hecho la limpieza
-después de días sin hacer nada
ya no sé qué más debo hacer

 

LUIS VIDALES

 

 


 

El hueco

 

 


Mis versos dicen.

Hueco

único sitio habitable.

Casas.

Casas.

Casas.

Huecos interrumpidos por paredes y puertas.

Huecos divididos en cuadros.

 

Mi vida

mi vida transeúnte

está llena de las troneras

de las horribles cavernas

que las casas les hacen a los huecos.

 

Y ya no puedo

borrar en mí la sensación

de los huecos de la ciudad

encerrados en los cajones de los cuartos.

 

LUIS FELIPE VIVANCO

 



Qué bien sé lo que quiero

 

 

Qué bien sé lo que quiero: sólo un trozo —con rocas,

junto al río Voltoya—de la provincia de Ávila.

Sólo un trozo de monte de encinas y berruecos.

Sólo un monte con grandes encinas distanciadas

en sus faldas rocosas, amplias, largas y diáfanas,

muchos días seguidos, antes de entrar en Ávila

(por las calles prosaicas de las afueras, entre

madrugada y conventos de clarisas, bernardas,

carmelitas descalzas), con el alma descalza.

Sí, ese trozo (con rocas y encinas) me prepara

para la entrada en Ávila, me instala en su tardanza,

me sujeta a su mucha claridad de horizonte,

me quita de los ojos lo que todos prefieren,

me deja en equilibrio de piedra caballera

y en pujanza absoluta de azul sin importancia.

Es un trozo tan alto de fatigas, tan fino

y ocioso de matices, tan activo en suspenso

—a pesar de la sombra creciente del barranco—

que al llegar el crepúsculo no hacen falta campanas.

Es un sueño perpetuo de nieve o sol de agosto

y alegres margaritas de primavera escasa.

Es un trozo —y un solo pajarillo que canta—

con vegas del Adaja, y aun del Eresma, lejos,

y cerca una pequeña ciudad amurallada.

¡Qué bien sé lo que quiero!: quedarme entre sus rocas

y encinas, oponiéndome a todo lo que sea

merma o deformación política del alma.

 


ZAZIL ALAÍDE COLLINS

 

 


 

 

VACA MUERTA dice que soy hija de la honra,
mi cara es coraje
sed de raíz    ceiba
ruina-Tajín
sacrificio-Cobá
cansada de los lamentos,
en las piedras de Chiricahua.

 

Si yo tuviera la gema del silencio
buscaría tu cuerpo dulce
en mi entraña
pero ha muerto el mar,
el mar tibio y abierto de un corazón
            intermitente
: me ha engañado la vida
con eso de aquí podía reinventarme.

 

Vaca muerta dice que soy costra del aceite,
mi piel blanca es roja
herida por fuego y vidrio
herencia de redheads y patarajadas
enamorada entre las sábanas
blancas y el palo verde de Catalina.

 

A Patagonia–Sonoita voy
voy con sus colibríes
a chupar las flores
que me ven llorar y se marchitan
me ven llorar las flores
cuando Vaca muerta dice mu
dice mu
mu
frente al granero de las papas
las pobres papas que nos calientan
: papa comemos los hijos de la honra.

 

Si yo tuviera la gema del silencio
arrancaría la rama del árbol
que me recuerda tu nombre en el follaje,
ayudaría a cavar ese cementerio
donde renacen los halcones
de campo abierto a tu amor
gañiendo por Vaca muerta
que dice mu
dice mu
mu