martes, 26 de noviembre de 2013


JOSÉ MARTÍ



En un dulce estupor soñando estaba...


En un dulce estupor soñando estaba
Con las bellezas de la tierra mía:
Fuera, el invierno lívido gemía,
Y en mi cuarto sin luz el sol brillaba.

La sombra sobre mí centelleaba
Como un diamante negro, y yo sentía
Que la frente soberbia me crecía,
Y que un águila al cielo me encumbraba.

Iba hinchando este gozo el alma oscura,
Cuando me vi de súbito estrechado
Contra el seno fatal de una hermosura:

Y al sentirme en sus brazos apretado,
Me pareció rodar desde una altura
Y rodar por la tierra despeñado.


EILYN LOMBARD



  
Elena, como el mar



Elena sabe del mar
y de peces tan rojos como velas de un barco.
Elena tiene canciones, marineras
suaves para la playa en las mañanas,
lentas en el verano.

Sabe reírse con las olas,
pero asustan los peces su tristeza.
Y ella no comprende:
demasiada dulce soledad para la playa.

Se le escapa la arena
y ella sólo sonríe:
el mar no ha sido nunca sólo el mar.
Elena sabe de él,
—lo prueba todo, es suficiente—.
Pero el mar parpadea,
se abre y se cierra.
Y Elena no dice que lo sabe.

Peces rojos que duelen
porque el mar no es de agua,
sino de agua terrible.
Peces para conjurar los días
con los sueños de Elena.


Elena, el mar la lleva a ningún sitio,
pero la guarda siempre.
Irreal como el tiempo,
los peces y las velas.

Elena, como el mar.
Prefiere el mar.


JOSÉ LEZAMA LIMA




El abrazo



Los dos cuerpos
avanzan, después de romper el espejo
intermedio, cada cuerpo reproduce
el que está enfrente, comenzando
a sudar como los espejos.
Saben que hay un momento
en que los pellizcará una sombra
algo como el rocío, indetenible como el humo.
La respiración desconocida
de lo otro, del cielo que se inclina
y parpadea, se rompe
muy despacio esa cáscara de huevo.

La mano puesta en el hombro de la mujer.
Nace en ellos otro temblor,
el invisible, el intocable, el que está ahí,
grande como la casa, que es otro cuerpo
que contiene y luego se precipita
en un río invisible, intocable.
Las piernas tiemblan, afanosas de llegar
a la tierra descifrada,
están ahora en el cuerpo sellado.
Comienza apoyándose enteramente,
un cuerpo oscuro que penetra
en la otra luz
que se va volviendo oscura
y que es ella ahora la que comienza
a penetrar.
Lo oscuro húmedo que desciende
en nuestro cuerpo.
Tiemblan como la llama
rodeada de un oscilante cuerpo oscuro.
La penetración en lo oscuro,
pero el punto de apoyo es ligeramente incandescente,
después luminoso
como los ojos acabados de nacer,
cuando comienzan su victoriosa aprobación.

La mano no está ya en el otro hombro.
Se establece otro puente
que respaldan los cuerpos penetrantes.
Ya los dos cuerpos desaparecen,
es la gran nebulosa oscura
que apuntala su aspa de molino.
Los dos cuerpos giran
en la rueda de volantes chispas.
Como después de una lenta y larga nadada,
reaparecen los cabellos llenos de tritones.
Miramos hacia atrás separando el oleaje
Y aparece el desierto con alfombras y dátiles.

Los dos cuerpos desparecen
en un punto que abre su boca.
Lo húmedo, lo blando,
la esponja infinitamente extensiva,
responden en la puerta,
abrillantada con ungüentos
de potros matinales
y luces de faisanes con los ojos apenas recordados.

El dolmen que regala los dones
en la puerta aceitada,
suena silenciosamente su madera vieja.
Los dos cuerpos desaparecen
y se unen en el borde de una nube.
La manta, la lechuza marina,
seca el sudor estrellado
que los cuerpos exhalan en la crucifixión.
El árbol y el falo
no conocen la resurrección,
nacen y decrecen con la media luna
y el incendio del azufre solar.
Los dos cuerpos ceñidos,
el rabo del canguro
y la serpiente marina,
se enredan y crujen en el casquete boreal.


LEONEL LICEA




Deseos



Quiero hacerme daño.
Mirarme en tu pupila,
sentir que hueles
a silencio,
a mariposas azules
entre señales de fuego.
Verte vibrar.
Cantarte Feelings
escondiendo mi voz
en la apoteosis de tu cuerpo,
donde posar las manos
acariciándote
me hace crecer,
como las olas
a la espuma feliz del mar.

Ser tu poema
escrito a media noche.
El mapamundi que gira
embriagado de tu pelo.
El manantial escondido
que se despierta en otoño.
Beber tu frenesí.

Susurrar palabras
que iluminen tu cuerpo
y la perversión de mi lengua
de humedecer tus costumbres.

Quiero apoyar mis manos,
nuevamente en tu cintura,
y bailar el tango y la rumba
en esta tierra de nadie…

Perderme en el tiempo
cuando lloras jazmines
que inundan mi alma
e ignoras mi nombre
y mi acento extranjero
tatuando en mi pecho,
con tus dientes, la saliva


IRELA CASAÑAS HIJUELOS




Lo que te hubiera dicho

Por Courbet.


Vuelves terco y sensual a provocarme, aunque no soy París ni te he vivido. Tú puedes ser el mar donde derrame el cuerpo, agotado del mundo y de otros cuerpos. Nunca te libraré de multitudes que piden tu cabeza y no tu arte. Hablo de la promesa floja e imprudente, de tu perfil asirio entre mis senos encarnados, de tu mano hundida en mis entrañas. Hazlo. No me dejes mirarte en la distancia. Quiero ser la desnuda que entre todos te contempla, pero contémplame también. Haz que vengan tus musas baratas, ofrece la inmortalidad que dan los lienzos, quiero verte acariciarles la entrepierna y luego amarte yo. Solo así tendré el origen del mundo ahora que en las calles lo eterno está vibrando.


ALFONSO DEL ROSARIO DURÁN






Vuelo nocturno

Apiñes is a warm gun
Lennon


Ahí está Yoko Ono sobre la cama
consumiendo el último cigarrillo
mirando detenidamente el blanco del techo
(horas antes quizás hubiera cantado
Love me do contigo en la bañera)
sus manos palpan su delgado rostro
mientras la luz espera a que vuelvas.

Su pelo largo
sus ojos finos
su sonrisa que te gusta
esperan en vano

Se pone de pie
hoy podría ser un día igual a otro

Pero hoy es ocho de diciembre
John está camino de la felicidad


Ya han sonado los disparos.