"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 3 de noviembre de 2019
ADAN ECHEVERRIA GARCIA
Atrapado
En
tu piel desgarrada
Soy
luz que mana del pecho
Y sube por las piernas
Hacia el mundo de ojos quemarropa.
En
el tiempo intranquilo
Y
con el silencio sonámbulo
Me deslizo en círculos, rodeándote.
PEDRO MATA FONTANET
Pandereta
¡Beban otros las burbujas
de esa champaña extranjera!
¡Yo prefiero las agujas
Del vino de la Ribera!
Sin desdeñar lo extranjero
en vino y arte prefiero
lo netamente español...
Me gusta la manzanilla
las mujeres con mantilla,
el rasguear de una guitarra
bajo el toldo de una parra
en una tarde de sol.
Y en la austeridad severa
de una estancia castellana
sorprender una mañana
toda el alma de Castilla
dentro de una serranilla
del Marqués de Santillana,
o en la gracia soberana
de una estrofa de Zorrilla...
¡Oh, Castilla, mi Castilla!
mi rancio suelo español,
mis romances de Zorrilla,
mi caña de manzanilla
hecha con hebras de sol...
Te aseguro que no envidio
ni otras patrias ni otros cielos,
yo prefiero, como Ovidio
el solar de mis abuelos.
Cambio toda la elegancia
de tus vestidos de Francia,
todos tus ricos tesoros
de tus plumas y tus pieles,
por el ramo de claveles
que te llevas a los toros...
Más que todos los sombreros,
más que todas las diademas
que inventaron los joyeros,
me gusta, la maravilla
del marco de tu mantilla
cuando te miro apoyada
sobre una capa bordada
tendida en tu barandilla
de delantera de grada.
Me gustas por tu arrogancia,
me gustas por tu constante
desplante de chulería.
Me gustas por cariñosa,
me places por religiosa,
me seduces por celosa
y me encantas por bravía.
Te quiero por tu alegría,
por tu gracia macarena
por tu mirada serena
y tus labios de amapola.
Te quiero por española
y te adoro por morena,
y te quiero porque eres
la más hermosa mujer
entre todas las mujeres.
¡Beban otros las burbujas
de esa champaña extranjera!
¡Yo prefiero las agujas
Del vino de la Ribera!
Sin desdeñar lo extranjero
en vino y arte prefiero
lo netamente español...
Me gusta la manzanilla
las mujeres con mantilla,
el rasguear de una guitarra
bajo el toldo de una parra
en una tarde de sol.
Y en la austeridad severa
de una estancia castellana
sorprender una mañana
toda el alma de Castilla
dentro de una serranilla
del Marqués de Santillana,
o en la gracia soberana
de una estrofa de Zorrilla...
¡Oh, Castilla, mi Castilla!
mi rancio suelo español,
mis romances de Zorrilla,
mi caña de manzanilla
hecha con hebras de sol...
Te aseguro que no envidio
ni otras patrias ni otros cielos,
yo prefiero, como Ovidio
el solar de mis abuelos.
Cambio toda la elegancia
de tus vestidos de Francia,
todos tus ricos tesoros
de tus plumas y tus pieles,
por el ramo de claveles
que te llevas a los toros...
Más que todos los sombreros,
más que todas las diademas
que inventaron los joyeros,
me gusta, la maravilla
del marco de tu mantilla
cuando te miro apoyada
sobre una capa bordada
tendida en tu barandilla
de delantera de grada.
Me gustas por tu arrogancia,
me gustas por tu constante
desplante de chulería.
Me gustas por cariñosa,
me places por religiosa,
me seduces por celosa
y me encantas por bravía.
Te quiero por tu alegría,
por tu gracia macarena
por tu mirada serena
y tus labios de amapola.
Te quiero por española
y te adoro por morena,
y te quiero porque eres
la más hermosa mujer
entre todas las mujeres.
JUAN GUSTAVO COBO BORDA
Deberes del poeta
Comprobar
el nacimiento del asombro.
Medir
el ascenso de la sangre
a
través de una piel
que
se entibia con sólo mirarla.
No
tenerle miedo a la palabra ternura.
Éstos
podrían ser algunos.
Otros:
Ver
a kilómetros de distancia
una
pequeña mujer
enseñándole
a su hijo
poemas
de Rubén Darío.
Tararear,
con
la más profunda convicción,
melodías
sin sentido.
Asomarse
al abismo
y
advertir cómo esos ojos
se
repliegan luego en la dicha.
Constatar
los
vertiginosos cambios en los sentimientos,
la
premurosa carrera de todo hacia el olvido,
el
inhóspito desierto de los días carentes de fibra.
O
si no, enronquecer de júbilo.
Bendecir
al mundo.
Jugar
para que el hombre no se pudra.
Podría
también callar
de
modo definitivo y profundo.
GERARD MANLEY HOPKINS
El Oxford de Duns Escoto
Torreada
ciudad y ramosa entre las torres;
Cucosonante,
campanambrada, alondrecida, cornevejada,
río-rodeada;
El
lirio de espigas policromas a tu pie; en esa comarca
y pueblo
Otrora
se encontraron poderes aquí contrapuestos y cabales.
Tienes
allá una falda baja y ladrillada, amarga
La
naturaleza vecina en que tu gris hermosura se asienta
Mejor;
crecimiento sin gracia, has confundido
La
rural costumbre rural — gente, rebaños y flores.
Mas
¡ah! de este aire que aspiro y que libero
Vivió
él; estas hierbas y aguas, estos muros son los que
Frecuentó
quien de todos los hombres más apacigua
mi espíritu;
De
lo real el devanador de vena más rara; una sin
Rival
percepción, ya rivalicen Italia o Grecia;
Que
incendió a Francia por María inmaculada.
Oxford,
marzo 1879
EDGAR LEE MASTERS
Amanda Barker
Henry
me embarazó
sabiendo
que no podría dar a luz
sin
perder la vida.
Así
fue que en mi juventud
pasé
por los portales de polvo.
Viajero:
en el pueblo donde viví se cree
que
Henry me amó con amor de esposo,
mas
proclamo desde el polvo
que
por satisfacer su odio me mató.
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