sábado, 8 de octubre de 2022


 

ADRIENNE MONNIER

 


 

A Paul Claudel

 

 

Tu potente plegaria viene a turbar mi sueño,
Pone sitio a mi noche con el miedo y el fuego.
A mi pesar imploro la fuerza de tu Dios,
Sé que puede ahuyentar el tropel que en mí misma
Atormenta a la hija de quienes lo sirvieron.

Me verá la mañana llorando por ser débil,
Elevando hacia el sol mis manos como hojas.
Pero ya que lo quieres, ¡oh Padre!, en esta noche
Que nos trae tu orden y en la que el ala obscura
Tiembla, te encontraré. ¡Oh, que tu exilio pueda
Contener en su seno mi tierna sumisión!
Estoy contigo, sí, bajo tu voz me inclino
Como una llama vacilante,
Digo ese nombre que es la dicha
Y la alabanza de tu boca,
Mas cuya cruz hiere mi frente.

 

Versión de Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán

 

HENRI MICHAUX

 

 

Puertas que dan al fuego

 

 

El agua ya no corre para mí
La vida ya no tiene días para mí
Vasallo del brazo partido, vivo insularmente

Mis puertas dan al fuego
La ropa desgarrada sobre mi carne, mi piel ya no me envuelve
Ya nada me envuelve
Batalla furiosa librada en el interior de mis fronteras

¡Cuán débiles las patas de las nevatillas!
Pero así les bastan

Como una herramienta caída de un carretón
he quedado en el camino

Mis aves ya no vuelan
Un solo hueso partido ha apresado mi vida

De mi cuerpo escucho relaciones que aúllan
El dolor de mi llaga hunde su escorpina

Hospital y momias del mañana
¡Oh! Cuán profundamente cercado todo

Noches sin fin
Lentamente, lentamente las agujas tornan la noche en alba

Tiempo inexorable que debo recorrer sin perder un minuto
¿Quién me concederá tan sólo uno?

Noches como un toldo sobre la plaga
Cuando el sufrimiento se refleja en sufrimientos
cuando el sufrimiento sobre mil espejos resuena y repercute
…y todos los grados que faltan por ascender

No más cielo
Han arrancado las cintas

Una quilla caída, todas las quillas oscilan

Sufrimiento nunca controlado
su loca fanfarria
su trompeta desgarradora sólo para mí
entre nosotros, cortinas corridas

Sufrimiento que a todos sobrevive, como un culto inepto
transmitido incomprendido
que a todos somete
Ascua

Ascua y abertura
¡Horrible esta ascua!
Allí estaba mi brazo, antes

Fuego. Fuego. Fuego. Fuego incesantemente fuego.

La lengua fría del cuchillo
vaga sola entre los labios del hombre solo

Abejas liban flores de hierro
Pájaros vuelan entre árboles de hierro

Perros muerden. Jaurías de perros
olas incesantes de perros

En pleno día, espero la salida del sol

En este país
y en los países que rodean a este país
y en los países del otro lado
y en los países que rodean a los países
del otro lado de este país
ahora
muchedumbre
por todos lados, muchedumbre

Enfermedad de los conjuntos
Este es el tiempo de las oleadas
Masa aumenta
Todos piensan que juntos piensan
Ciudades
Ciudades
Y más ciudades
Estratos. Estratos
Estratos sin fin
pero estratos para anivelar

Ruido
Ruido aumenta
devorando el silencio
de modo que nada quede
La sangre del silencio
corre sin cesar

Entre altos muros
se acarrean los deseos
El tiempo de permanecer en el mundo
de ser parricida
fraticida
Entre dos edades
se izan los colores
El curso ya no puede ser cambiado.
Viene de todos lados
la capa que a ningún lugar conduce

En la cabeza
una divinidad viuda
En todos los rincones del mundo
perros recorren las estepas de los lobos
para hacer de estos nuevos perros

Bajo el frente ya no pueden disiparse
las plantas luminosas
Un tic es el más pequeño de los prodigios
Hasta los leones en la sabana
han comprendido que ya no son los reyes

 

 

ANNA DE NOAILLES

 


 

XX



¡Esto fue, y después desapareció
nada se reemplaza jamás!
¡Tanto lo sé, que estoy cansada
de ser un universo de lamento!

¡Busco en vano el olvido, la esperanza, la inconsciencia
para estar liberada al fin de tu ausencia!

 

De: “El honor del sufrimiento”

 

 

SAINT-JOHN PERSE

 

  

La ciudad

 

 

La pizarra cubre sus techos, o bien la teja en que vegetan los musgos.
Su aliento se vierte por el tiro de las chimeneas.
¡Grasas!
¡Olor de los hombres ungidos, como de un soso matadero!,
¡agrios cuerpos de las mujeres bajo las faldas!
¡Oh ciudad contra el cielo!
Grasas, aspirados alientos, y el vaho de un pueblo contaminado
-pues toda ciudad se ciñe de inmundicia.
Sobre la lumbrera del tenderete -sobre los cubos de basura del hospicio
-sobre el olor de vino azul del barrio de los marineros
-sobre la fuente que solloza en los patios de la policía
-sobre las estatuas de piedra mohosa y sobre los perros vagabundos
-sobre el chiquillo que silba, y el mendigo cuyas mejillas tiemblan
en la cavidad de las mandíbulas,
sobre la gata enferma que tiene tres pliegues en la frente,
la noche desciende, entre el vaho de los hombres…
-La Ciudad por el río mana hacia el mar como un absceso…
¡Crusoe! Esta noche, cerca de tu Isla, el cielo que se aproxima loará al mar,
y el silencio multiplicará la exclamación de los astros solitarios.
Corre las cortinas; no enciendas:

Es la noche sobre tu Isla y en su contorno, aquí y allá,
dondequiera se curva el impecable vaso del mar;
es la noche color de párpados, sobre los caminos entretejidos del cielo y del mar.
Todo es salado, todo es viscoso y pesado como la vida de los plasmas.
El pájaro se arrulla en su pluma, bajo un sueño aceitoso;
el fruto vano, sordo de insectos cae en el agua de las caletas, cavando su ruido.
La isla se adormece entre el circo de vastas aguas,
lavada por cálidas corrientes y grasas lechadas,
en la frecuentación de légamos suntuosos.
Bajo los manglares que lo fecundan, lentos peces entre el cieno
han descargado burbujas de su cabeza chata; y otros que son lentos,
manchados como reptiles, velan. -Los légamos son fecundados.
-Oye chasquear a las huecas bestias en sus conchas.
-Sobre un trozo del cielo verde hay un humo apresurado
que es el enmarañado vuelo de los mosquitos.
-Los grillos bajo las hojas se llaman dulcemente.- Y otras bestias que son dulces,
atentas a la noche, cantan un canto más puro que el anuncio de las lluvias:
es la deglutición de dos perlas hinchendo su gollete amarillo…
¡Vagido de las aguas girantes y luminosas!
¡Corolas, bocas de moaré: el duelo que apunta y se ensancha!
Son grandes flores móviles en viaje, flores vivientes para siempre,
y que no cesarán de crecer por el mundo…
¡Oh el color de las brisas circulando sobre las aguas calmas,
las palmas de las palmeras que se menean!
Y ni un lejano ladrido de perro que signifique la choza;
que signifique la choza y el humo de la tarde
y las tres piedras negras bajo el olor de pimiento.
Pero los murciélagos cortan la noche blanda con pequeños gritos.

¡Alegría!. ¡oh alegría desatada en las alturas del cielo!

…¡Crusoe!, ¡estás ahí! y tu rostro se ofrece a los signos de la noche,
como una invertida palma de la mano.

 

De: “Imágenes para Crusoe”

 

 

MANUEL JULIÁ

 

  

Mi soledad, mi poema

 

 

Cierro los ojos y siento que no estoy solo. Veo a la muerte. Sostiene una luz en la lejanía y me acerco hasta ella esperando ver la eternidad, que es un viaje con mi padre en un camión destartalado cruzando los olivares de Jaén para llegar a un pueblo que aún no ha derruido la memoria. Llego hasta donde está la muerte y me dice que la siga. Observo que está vestida con harapos de recuerdos oscuros podridos en el alma, harapos de días y niebla iluminados por un sol oscuro que sale de sus ojos. La muerte me obliga a seguirla. Me atrevo a tocarla y percibo que se ha vuelto de repente una niebla dorada que sale de la cocina luminosa, donde mi madre está sentada mirando la nevera y el calendario. Mi madre me mira, me habla, me dice que hay una estrella azul en la camisa de las sombras, que hay una voz viajando por la oscuridad, una voz que me dice que en la muerte encontraré mi verdadera casa después de tantos siglos vagando sin saber adónde voy. Mi juventud, mi pelo gris, mi soledad, mi poema, mi palabra que llega a la muerte y olvida que navega por las aguas turbulentas de un sueño. Mi muerte que me habla cuando aún estoy vivo. Ese amor por ti que se desvive en el tiempo. Esa mirada que se queda quieta en los años. Ese amor que permanece siempre igual en la memoria. 

 

De: “Madre”

 

 

ÁLVARO TATO

 

  

Alba voz

 

 

Renace de repente

una mañana tímida cualquiera

de flor temprana en alba enredadera

coronada la frente

 

como una adolescente

que deja de ser niña o la primera

luz que funda el color de primavera

y cuando ya presiente

 

el gemido del mundo en pie y en celo,

el silencio hecho herida,

el trino vuelto vuelo,

 

mi voz se alza otra vez recién nacida

hacia el azul del cielo

en medio del camino de la vida.