sábado, 8 de octubre de 2022

MANUEL JULIÁ

 

  

Mi soledad, mi poema

 

 

Cierro los ojos y siento que no estoy solo. Veo a la muerte. Sostiene una luz en la lejanía y me acerco hasta ella esperando ver la eternidad, que es un viaje con mi padre en un camión destartalado cruzando los olivares de Jaén para llegar a un pueblo que aún no ha derruido la memoria. Llego hasta donde está la muerte y me dice que la siga. Observo que está vestida con harapos de recuerdos oscuros podridos en el alma, harapos de días y niebla iluminados por un sol oscuro que sale de sus ojos. La muerte me obliga a seguirla. Me atrevo a tocarla y percibo que se ha vuelto de repente una niebla dorada que sale de la cocina luminosa, donde mi madre está sentada mirando la nevera y el calendario. Mi madre me mira, me habla, me dice que hay una estrella azul en la camisa de las sombras, que hay una voz viajando por la oscuridad, una voz que me dice que en la muerte encontraré mi verdadera casa después de tantos siglos vagando sin saber adónde voy. Mi juventud, mi pelo gris, mi soledad, mi poema, mi palabra que llega a la muerte y olvida que navega por las aguas turbulentas de un sueño. Mi muerte que me habla cuando aún estoy vivo. Ese amor por ti que se desvive en el tiempo. Esa mirada que se queda quieta en los años. Ese amor que permanece siempre igual en la memoria. 

 

De: “Madre”

 

 

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