viernes, 10 de abril de 2020


ANA PÉREZ CAÑAMARES





Hija



Hija, si en algún momento,
mientras estás ocupada en crecer,
-dura y lícita tarea-
puedes mirarme a los ojos,
hazlo.

No te dejes las preguntas
para cuando sea la misma voz
la que cuestione y la que responda.

Mira que en esta familia
tenemos la dolorosa costumbre
de conocernos mejor de muertos.


FRANCISCO ESPADA





Canción a una niña muerta

   

Le robaron la muñeca que adormecía
en su infantil regazo,
y la ofrecieron a ella como flor inmadura
a un cuarentón de caudales babosos
que desgarró sus entrañas pueriles
segándola por el tallo.

Sus padres decidieron por ella
el instante en el que dejar de ser niña
y tronchar su espiga;
así, a un tiempo,
le evitaban ese espacio baldío
y onírico de la pubertad,
tan desorientada y sin otra lógica
que las chifladuras de la juventud;
era aún fragilidad, en formación,
y padeció el vértigo de ese salto al vacío
donde, privada de las ensoñaciones
con príncipes o emires, con coronas o turbantes,
imaginarse tejiendo camisones con hilos de oro.

Todavía era flor de harina,
no había posibilidad de levadura en su seno
y la sometieron,
la mancillaron siendo promesa de ázimo
al riguroso calor extremo del horno
de la fructificación,
donde sólo habita la codicia,
la sed irracional del néctar primerizo.

Era un durazno incipiente, verde y rechinante,
y no resistió el filo embotado de la navaja,
pues toda ella era candidez naciente
que soñaba con muñecas
y aún aplazaba para años venideros
las fantasía de mocita casadera.

Era apenas futuro no conjugado
y quedó para siempre en la lujuria
de unas sábanas ultrajadas con su propia sangre.


12 septiembre 2013

Noticia que motivó el poema: Una niña yemení de ocho años, fallece en la noche de su boda debido a múltiples lesiones sexuales...



ERNESTO KAHAN





Pedazo de pan en Auschwitz



Implacable cadalso que
se abre al pueblo mío
en el campo de la muerte...

Y Ruth la judía
rapada en las puertas
de la cámara de gas...

¡Silencio!
Es fin de su vida
Es la renuncia a El...

E inexplicable hastío
con desesperado ardor,
¡Ay! por un pedazo de pan.


ANTONIO GARCÍA VARGAS





Tiro de gracia



Avanzo a trompicones durmiéndome entre el humo y la tormenta
con esta enorme eñe que es España. En el lecho titilan tus dos
senos, mariposa fugaz, cintura palpitante deshaciéndose en mis
dedos,la sangre derramada, el pequeño postigo,
la mirada despidiendo la luz de la mañana. Me arrancaría
la lengua si pudiera para decir:
¡me duele, vida mía!, me duele el suave tacto de tu pelo…
Ya me llega el sonido de los pasos carceleros del alba,
desgraciados de dedos temblorosos, vista baja, musitando:
Lo siento, camarada.
La senda hace camino hacia la nada, ¡cómo recuerdo el tacto
de tu pelo! Cruje el esparto bajo mis pisadas cual quejumbrosa
escarcha, la arboleda absorbe los disparos, se desatan los ecos
cual mortajas desinfladas. Hay un revoloteo entre las hojas,
mil aves temerosas que se escapan. Por mucho que lo intento
no consigo recordar el sonido de la bala que rubricó el postrer
tiro de gracia.


Abril de 2011

PEDRO GANDIA




  
Laudamía a Protesilao si, ya espectros, éste le saliera al encuentro



A qué vienes a mí, si el amor es ausencia.
Regresa a tus infiernos, y el mito signifique.
Cuando aquel dios sombrío te arrebató en batalla,
fui yo quien murió en Troya
bajo un cielo implacable de puñales helados.
Pero el último anhelo de nuestro juego trágico
cifró, en aquella estatua que mis manos soñaran,
nueva pasión.
                             Dormíamos la vida entrelazados,
ajenos a las voces de todos los amantes del pasado.
Volvió a negar Acasto nuestro vínculo
y te lanzó a las llamas.
Aun así, no acepté ver cerrado el destino
y entré al fuego a abrazarte y a ser contigo el humo.
Después de tanta muerte, aprendí la verdad
del amor:
estas pavesas.


De: "Acrópolis"





GOYA GUTIERREZ





X. Como flor de heliotropo
Queriendo absorber toda la luz,
Me siento yo de ti avariciosa,
Y tengo a veces miedo
Si no de dividirnos,
Sí, de que un azar ingrato
O un accidente absurdo,
-Aquél a quien llaman el destino-
Imponga la tiranía ciega,
Y sus celdas oscuras
De aislamiento.

Por eso enciendo velas
En toda nuestra casa,
Acaricio el color de las maderas
Y viajo a través de nuestros cuadros
Esperando a que llegues,
Sentada en un viejo balancín,
Y lleno todos los huecos y rincones
De blanca sal marina.


De: “La Flor del Hibisco” en "El cantar de las amantes".