viernes, 2 de octubre de 2020

DELIA QUIÑÓNEZ

 

 


Misiva de Cloe

 


 

Querido:

Una noche la cara visible de la luna
          me descubrió tu parte gris,
               tu enlutada presencia
                         de amante confuso y veleidoso.

 

Entonces empecé a recorrer
          los caminos del llanto y de la ira
               y desterré los secretos
                         que ardieron como leño
                              en las cuatro esquinas de la alcoba.

 

Envolví las arenas de tus puertos,
               quemé los soles de tus mares errantes
                              y cubrí de espuma el fuego de tu nombre.

 

Mucho tiempo después
          lancé saetas desde mi propia herida
               y tus ojos derramaron sangre
                         hasta quedarse vacíos.

 

Por eso, querido,
               no podrás leer nunca
                         esta misiva que te escribo
                              desde la cara invisible de la luna.

 

Cloe: Ninfa casada con el pastor Dafnis. Al descubrir la infidelidad de su esposo lo dejó ciego. Éste, abrumado de tristeza se mató al caer a un precipicio.

 

REYNALDO URIBE

  


 

En mi andar de soñador comprendí mi mal de vida





Andar

con la memoria a cuestas

refugiarme

sólo

en la estación que vendrá,

esa

que ya no recibe

ni despide trenes.



Buscar el amor

que siempre

parece cerca,

esconderme de la muerte

agazapada en mi sombra,

querer asir la vida

que inevitablemente

está en la línea de horizonte.



Habitar casas

como hoteles,

oler flores

del mantel y las cortinas



ver de las valijas



(como del vaso de vino)



la mitad llena

o la mitad vacía.


ALEX FLEITES

 



Alguien enciende las luces del planeta


 Para Zaida del Río

 


 

Entre tus manos
y este objeto retórico que es mi corazón
el viento del Caribe ha completado un círculo

 

En él se ve, como a través del agua,
la fronda que tu pulso dictó secretamente
para que mi palabra se echara a descansar
después de una larga jornada por el mundo

 

A veces sucede una llamada nocturna
y tengo que desandar la trama de las hojas
hasta llegar a ese punto donde sólo tú eres posible,
animal entrampado bajo su desnudez de miedo

 

Hay quienes padecen la más cruel belleza
Cierra al dormir, amiga, la ventana
Sería fatal que te inundaras de estrellas

 

En todo momento
un hombre enciende las luces del planeta
Basta para ello que dentro de su cabeza
alguien dibuje pájaros y árboles

 

Cuida de mi voz como de un pobre perro
Es lo que tengo para salvarte y salvarme

 

MASAOKA SHIKI

  


 


El aire es frío;
Aplasto a la niña contra mí,
Es tan hermosa.

WILLIAM BLAKE

   

 


El tigre




Tigre, tigre, que te enciendes en luz 
por los bosques de la noche 
¿qué mano inmortal, qué ojo 
pudo idear tu terrible simetría? 

¿En qué profundidades distantes, 
en qué cielos ardió el fuego de tus ojos? 
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Qué mano osó tomar ese fuego? 

¿Y qué hombro, y qué arte 
pudo tejer la nervadura de tu corazón? 
Y al comenzar los latidos de tu corazón, 
¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies? 

¿Qué martillo? ¿Qué cadena? 
¿En qué horno se templó tu cerebro? 
¿En qué yunque? 
¿Qué tremendas garras osaron 
sus mortales terrores dominar? 

Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas 
y bañaron los cielos con sus lágrimas 
¿sonrió al ver su obra? 
¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo? 

Tigre, tigre, que te enciendes en luz, 
por los bosques de la noche 
¿qué mano inmortal, qué ojo 
osó idear tu terrible simetría?

 

Versión de Antonio Restrepo

 

MAROSA DI GIORGIO

 


 

Bajó una mariposa a un lugar oscuro...




Bajó una mariposa a un lugar oscuro; al parecer, de
hermosos colores; no se distinguía bien. La niña más chica 
creyó que era una muñeca rarísima y la pidió; los otros 
niños dijeron: -Bajo las alas hay un hombre.
Yo dije: -Sí, su cuerpo parece un hombrecito. 
Pero, ellos aclararon que era un hombre de tamaño natural.
Me arrodillé y vi. Era verdad lo que decían los niños. ¿Cómo
cabía un hombre de tamaño normal bajo las alitas?
Llamamos a un vecino. Trajo una pinza. Sacó las alas. Y un
hombre alto se irguió y se marchó.
Y esto que parece casi increíble, luego fue pintado
prodigiosamente en una caja.


De: "La liebre de marzo"