miércoles, 6 de febrero de 2013

RAQUEL LANSEROS




  
La mujer herida



Solamente si alguna vez amaste
con uñas y con dientes
sin red
sin salvavidas
aciertes a entender el vértigo insondable
que se extiende a los pies del desengaño.

Ella creyó encontrar la fuente del principio
cuando lo conoció, en medio de la tierra,
sin más escudo que su piel de hombre
bruñida por el sol igual que el oro viejo.

Lo amó sin precipicios ni preguntas
tiernamente, en silencio
con esa gratitud voluptuosa
que provoca la lluvia en primavera.

Todo era tan sencillo.

Los versos inflamados de poetas infinitos
parecían seguirla a todas partes
como si el corazón se hubiera convertido
en un fiel animal domesticado.

Porque no existe nada que perdure
una noche aprendió, como tantos lo hicieran
antes y después de ella,
que el amor es un río con cataratas propias
y remansos ajenos
que siempre desemboca en el océano.

Míralo de este modo: la vida te ha enseñado
siguiendo su costumbre de incansable maestra
cómo el alma dibuja
serenas cicatrices sobre viejas heridas.



CARLOS JOHNSON BORDALÍ





El Rosario



Te amo como el aire que pasa por tu boca
me amas como la noche a su negrura
una y mil veces
Como las cuentas de un rosario
que no terminan jamás:

la luz refulgiendo en la cara
el alma atrapada en el péndulo
las manos dibujando la arena que estalla
                        como el agua que se escurre por tu piel
tan suave como tu risa.

Y ahí estamos de nuevo
                       abrazados
                             reviviendo cada vez que morimos
Como las cuentas de un rosario
que no terminan jamás.

HUGO MÚJICA





Sólo al final


Las dos orillas
son siempre una, pero se sabe sólo al final,
                          después, después de naufragar entre ellas.



GABRIELA MISTRAL





Amor Amor



Anda libre en el surco, bate el ala en el viento,
late vivo en el sol y se prende al pinar.
No te vale olvidarlo como al mal pensamiento:
¡le tendrás que escuchar! 

Habla lengua de bronce y habla lengua de ave,
ruegos tímidos, imperativos de mar.
No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave:
¡lo tendrás que hospedar! 

Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas.
Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar.
No te vale decirle que albergarlo rehúsas:
¡lo tendrás que hospedar! 

Tiene argucias sutiles en la réplica fina,
argumentos de sabio, pero en voz de mujer.
Ciencia humana te salva, menos ciencia divina:
¡le tendrás que creer! 

Te echa venda de lino; tú la venda toleras.
Te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir.
Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras
¡que eso para en morir!

ANA EMILIA LAHITTE





Los dioses callan todavía



Prefiero
ser un número en la noche
y no una estrella entre mis huesos.

Celebro
habernombrado
antes de que mi nombre
pronunciara silencios.
Tengo la certeza
-un resplandor, una llaga-
de ser lo que aún ignoro
y ya sabe mi muerte.

Vivo el temor
de que la soledad no esté desnuda
y exista el tiempo más allá de la hierba.

Los dioses callan todavía.



LÍA MIERSH





Haikus



Llovizna a cántaros.
Una líquida luna
tiñe el otoño