"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 9 de febrero de 2018
RICARDO LÓPEZ MÉNDEZ
Nunca
Yo sé
que nunca besaré tu boca,
tu
boca, flor de púrpura encendida;
yo sé
que nunca llegaré a la loca
y
apasionada fuente de tu vida.
Yo sé
que inútilmente te venero,
que
inútilmente el corazón te evoca;
pero a
pesar de todo yo te quiero,
pero a
pesar de todo yo te quiero,
aunque
nunca besar pueda tu boca.
Nota:
Este poema fue musicalizado por Augusto Cárdenas ("Guty" Cardenas). En la canción,
el segundo verso de la primera estrofa se canta sin la palabra “flor” y en el
cuarto verso de la segunda estrofa se sustituye la palabra “adoro” por la
palabra “quiero” (cosas de cantantes).
DAVID ESCOBAR GALINDO
Los que pasan no saben...
Los que pasan no saben
que una flor
es el precio de la suerte.
Los que pasan no saben
que tras la piel
se esconden otras vidas.
Los que pasan no saben
que los grandes espacios
son nuestra casa del mañana.
Los que pasan no saben
que la sangre es el único
pasaporte seguro.
Los que pasan no saben
que nadie es fuerza viva
antes de penetrar en otro espíritu.
Los que pasan no saben
que la luz del amor
jamás será ceniza.
Los que pasan no saben
que una flor
es el precio del milagro.
Los que pasan no saben
que ya somos eternos.
Con sólo tener esta
conciencia del misterio.
Los que pasan no saben
que una flor
es el precio de la suerte.
Los que pasan no saben
que tras la piel
se esconden otras vidas.
Los que pasan no saben
que los grandes espacios
son nuestra casa del mañana.
Los que pasan no saben
que la sangre es el único
pasaporte seguro.
Los que pasan no saben
que nadie es fuerza viva
antes de penetrar en otro espíritu.
Los que pasan no saben
que la luz del amor
jamás será ceniza.
Los que pasan no saben
que una flor
es el precio del milagro.
Los que pasan no saben
que ya somos eternos.
Con sólo tener esta
conciencia del misterio.
De: “Doy fe de la esperanza"
MAYRA OYUELA
Hay quienes me han dicho
Hay
quienes me han dicho
que le
amor fallece de fiebre los domingos.
En lo
personal, lo he visto fallecer los lunes, martes,
miércoles
y todos
los días de estas semanas punzantes,
en las
esquinas, en las bibliotecas desoladas;
pero
también lo he visto quedito, tímido,
en el
sueño fugaz de los adolescentes.
Procuro
desenredar esa apatía
que no
tiene nombre ni título, tan sólo es,
y que
se pega como chicle en todos mis pasos,
y sus
avenidas, vueltas y trabalenguas
me
hacen descubrir la vida
y a
cada encuentro es como un suicidio,
o como
un abigarrado sentimiento de culpa.
Para
entonces los versos
se
anclan como postales en mis ojos.
El amor
es muy extravagante en estos días,
mejor
hablemos de déficit, impuestos, globalización;
al fin
y al cabo, al amor, no le importan las despedidas.
JORGE CADAVID
Hacer cosas con palabras
Quiero hacer cosas con palabras
por
ejemplo, construir un vaso de vidrio
y una
imagen clara como el agua
que
atraviese su forma devota
Quiero
beber su espectro luminoso
en el
gastado hilo del día
Deseo
sentir el recorrido absorto
de la
transparencia en mi garganta
y
verificar en silencio
que las
ideas descienden líquidas
y es
imposible retener su caudal
con
solo mi pensamiento.
ESTHER DE CACERES
A una magnolia
Acércame los pétalos de fragante magnolia
con que, en horas de sueño,
el Amor poderoso ilumina mi sombra.
En la sien, en la palma, entre ébanos de noche
tus pétalos reposan.
No los turba el ardiente llamado de mi pulso,
ni del santo madero la grave y sorda música.
Hasta que alguna vez los clavo con mis ojos
en una cruz severa,
y una herida sin sangre les descubro.
-Es una saeta oculta
que atraviesa en verano el claroscuro
del agua Pura y quieta en los lagos nocturnos.-
Gime el ser en silencio. Con mi fuego dialoga
tu distante fragancia, tu impasible blancura.
De lejos nos contestan, en el aire nocturno
de jardines y selvas, las cítaras insomnes.
Me acerco a ti; te busco
la herida misteriosa que sólo yo conozco.
Todos mis huesos cantan despiertos, dolorosos,
el canto en que se queman,
sin quemarte, en la sombra.
Tú acércate; amortigua esta sedienta lumbre.
Acércame en el fuego tus frescos, apacibles
pétalos de magnolia.
Tú
acércate, magnolia!
Acércame los pétalos de fragante magnolia
con que, en horas de sueño,
el Amor poderoso ilumina mi sombra.
En la sien, en la palma, entre ébanos de noche
tus pétalos reposan.
No los turba el ardiente llamado de mi pulso,
ni del santo madero la grave y sorda música.
Hasta que alguna vez los clavo con mis ojos
en una cruz severa,
y una herida sin sangre les descubro.
-Es una saeta oculta
que atraviesa en verano el claroscuro
del agua Pura y quieta en los lagos nocturnos.-
Gime el ser en silencio. Con mi fuego dialoga
tu distante fragancia, tu impasible blancura.
De lejos nos contestan, en el aire nocturno
de jardines y selvas, las cítaras insomnes.
Me acerco a ti; te busco
la herida misteriosa que sólo yo conozco.
Todos mis huesos cantan despiertos, dolorosos,
el canto en que se queman,
sin quemarte, en la sombra.
Tú acércate; amortigua esta sedienta lumbre.
Acércame en el fuego tus frescos, apacibles
pétalos de magnolia.
Tú
acércate, magnolia!
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