viernes, 8 de noviembre de 2019


FÉLIX MARÍA SAMANIEGO




Fábula XI



11. Los dos cazadores



Que en una marcial función,
O cuando el caso lo pida,
Arriesgue un hombre su vida,
Digo que es mucha razón.
Pero el que por diversión
Exponer su vida quiera
A juguete de una fiera
O peligros no menores,
Sepa de dos Cazadores
Una historia verdadera.

Pedro Ponce el valeroso
Y Juan Carranza el prudente
Vieron venir frente a frente
Al lobo más horroroso.
El prudente, temeroso,
A una encina se abalanza,
Y cual otro Sancho Panza,
En las ramas se salvó.
Pedro Ponce allí murió.
Imitemos a Carranza.


EVARISTO CARRIEGO




  
En silencio



Que este verso, que has pedido,
vaya hacia ti, como enviado
de algún recuerdo volcado
en una tierra de olvido...
para insinuarte al oído
su agonía más secreta,
cuando en tus noches, inquieta
por las memorias, tal vez,
leas, siquiera una vez,
las estrofas del poeta.

¿Yo?... Vivo con la pasión
de aquel ensueño remoto,
que he guardado como un voto,
ya viejo, del corazón.
¡Y sé, en mi amarga obsesión,
que mi cabeza cansada,
de la prisión de ese ensueño
caerá, recién, libertada
¡cuando duerma el postrer sueño
sobre la postrer almohada!


FRANCISCO VILLAESPESA





La sombra de Beatriz



El crepúsculo está lleno de aromas,
de campanas de plata y de cantares...
Zumban abejas en los azahares.
Baja un temblor de esquilas por las lomas.

El aire sabe a miel de abiertas pomas,
y al tornar a sus blancos palomares
proyectan en los verdes olivares
sus sombras fugitivas las palomas.

Yo sueño con tu amor... Una infinita
dulzura sube del florido huerto...
¿Por qué el ensueño de una margarita,

hoja tras hoja mi saudade arranca,
si en la penumbra del balcón abierto
falta esta tarde tu silueta blanca?


JULIA PRILUTZKY





Yo me pregunto así, de qué manera...



Yo me pregunto así, de qué manera
recomienza aquel cántico olvidado,
surge aquel horizonte
de una distante playa sin reparo.
De qué extraña manera
los labios se entreabren o se pliegan
y las manos adquieren un tremendo
rebrotar de caricias.
Por qué, en alguna hora,
nada es más importante que pensarlo,
como un arroyo terco
sobre la tierra.

No sé de qué manera ha sucedido
pero aquí está otra vez, huésped callado,
nocturno pasajero,
fracturador de vidrios,
escalador de muros,
humilde visitante, sigiloso fantasma,
bandolero magnífico y perverso.
Yo me pregunto entonces, en qué forma
crece otra vez la insólita marea
que embiste contra el pecho
desde adentro,
de qué modo barbota aún la sangre
eterna solfatara
mientras un lento río de tambores
golpea incoercible en las arterias.

Y sin embargo, ahora, todavía,
no ha hecho todo el daño:
su presencia es apenas una máscara.
Pero qué dura imagen es su ausencia


GUILLAUME APOLLINAIRE





Las horas pasan lentamente...


Las horas pasan lentamente
Como el desfile de un entierro
Llorarás la hora en que lloras
Que huirá también rápidamente
Como pasan todas las horas

Versión de Andrés Holguín

CARLOS MONTEMAYOR





Memoria para las hermanas



Estoy, otra vez, solo en el monte.
Miro mis pensamientos atropellarse como un día de fiesta.
El cielo es azul, sin nubes.
(Algo en tan inmenso azul está hablando).
A lo lejos, en las huertas,
junto a los niños que juegan,
caen las sombras de los nogales.
Y como un rumor de muchas tardes juntas,
de árboles o de voces,
siento que en el viento que traviesa el monte
pasa el mismo viento de hace muchas tardes.
Y me parece comprender que algo queda después de ese
viento.
Como si una tristeza elevara el polvo
de lo que deseo con todas las fuerzas de mi vida,
de todos los seres que he amado
y que permanecen bajo mis pensamientos, bajo mis
recuerdos,
Como si no nos fuéramos para siempre de los lugares
y algo quedara en nosotros de lo que hemos sido,
algo que no siente nostalgia y después del viento se queda,
como la tierra o las piedras.