martes, 30 de junio de 2020


GUIDO RIGGIO POU




6



Miro y soy mirado
por aquel otro jardín
que mira el lago.



De: “El otro jardín”

NOÉ JITRIK




Do you know?

a D.G.



Supongamos un desierto,
supongamos que sólo las fuerzas paternales te conducen
por el desierto y la brava gente tan impenetrable,
pensarás que es natural que no sepas cómo hacer:
juntarás entonces rodillas con mentón
los ojos muy abiertos y los puños contra el pecho,
sin motivo llorarás pero con muchas ganas
atrapada en ese amor que no te guía y no aparece;
supongamos que no hay drogas no hay bebidas
                                                                [ni pretextos,
sabrás, lo sabés, que despertar es recorrer esas praderas
de hombres exigentes, de arriesgados tés donde la música
es una plaga, un contagio doloroso,
una cristalería que se derrumba:
te gustará sentir el aluvión de las aguas que te bajan
                                                                   [de los ojos
y pedir piedad porque una voz que te suena implacable
                                                                   [y hermosa
te despierta no sé qué resonancias, no sé qué desdichas
pero no el árbol querido y viejo de los sueños,
pero no esa infancia a todo preferida;
el cuerpo y los deseos, la soledad y el miedo.

De: “Addio a la mamma, fiesta en casa y otros poemas”


JUAN CARLOS SUÑEN




29



Si el instante reclama
su derecho al pasado,
si tanto se parecen
la luz, el vaso, el libro,
tanto él mismo, esa mano, el derrotero
del día. Si no hay otra diferencia
que el momento siguiente, ¿a qué venimos?
¿A qué se vuelve el signo, la lectura
de un verso de perdón, la algarabía
de los pájaros? ¿Dónde?
¿A qué se vuelve que no es ya el recuerdo
sino una vana y seca
solicitud? ¿Qué puede
la intención, qué la prisa,
la delación de un nuevo sobresalto
ganado o no, qué puede
que cambia todo en este lance y torna
prudente la mirada,
la tentación consuelo,
aperitivo el vino?


De: "La prisa"


GIORGIO CAPRONI




Vejez, o: mortificación



            En el Luxembourg. Por la mañana.
La joven en camiseta
que me pregunta dónde está la letrina.



ANGELO POLIZIANO





Yo te doy gracias, Amor



Yo te doy gracias, Amor,
de toda pena y tormento,
y de hoy más estoy contento de todo dolor.
Contento estoy de cuanto he podido sufrir,
Señor, en tu hermoso reino;
ya que por tu merced, sin mérito mío,
me has dado tan gran prenda,
ya que me has hecho digno
de tan bienaventurada sonrisa,
que al paraíso ha llevado mi corazón.

Yo te doy gracias, Amor.
Al paraíso mi corazón han llevado
los bellos ojos risueños,
donde yo te vi, Amor, estar escondido
con tus llamas ardientes.
¡Oh, lindos ojos lucientes
que el corazón me habéis quitado!

Yo te doy gracias, Amor.
Ya temía yo por mi vida:
Mi señora vestida de blanco
con sonrisa amorosa me socorrió
gozosa, bella y honesta:
Matizada tenía la cabeza
de rosas y alhelíes,
y sus ojos al sol vencen en su esplendor.
Yo te doy gracias, Amor.


Versión de Carlos López Narváez





EDGAR LEE MASTERS




La señora de Charles Bliss



El reverendo Wiley me aconsejó no divorciarme
por el bien de los hijos,
y el juez Somers, a él, le aconsejó lo mismo.
Así llegamos juntos al fin del camino.
Pero dos de los hijos creían que él tenía razón,
y dos de los hijos creían que yo tenía razón.
Y los dos que tomaron parte por él me echaban la
culpa a mí.
Y los dos que tomaron parte por mí le echaban la
culpa a él.
Y sufrían por la parte de sus preferencias.
Y estaban todos destrozados por la culpa de haber juzgado,
de alma torturados porque no podían
querernos por igual.
Ahora bien: todo jardinero sabe que las plantas cultivadas
en un sótano o bajo piedras
son retorcidas, amarillas y débiles.
Y ninguna madre permitiría que su hijo
tomara mala leche de su pecho.
Y todavía los predicadores y jueces aconsejan
la crianza de almas
donde no hay sol, sino penumbra,
donde no hay calor, sino fría humedad
¡Predicadores y jueces!


lunes, 29 de junio de 2020


WANG WEI




De cara a la alta torre de guardia una despedida al comisionado Li



Nos separamos y veo desde la torre
La llanura del río toda oscurecida
El sol descendido y los pájaros volando a casa
El viajero está en camino.


STÉPHANE MALLARMÉ




Esta noche



La sombra amenazaba ya con su fatal ley
a un viejo Afán que mis vértebras ha deshecho;
triste por perecer bajo el fúnebre techo
sus alas posó en mí. ¡Ay, sala de carey
y de ébano, capaz de sobornar a un rey,
la Muerte las guirnaldas de gloria ha contrahecho
y es mentira tu orgullo para el que satisfecho
de fe, vive alejado de la equivoca grey!
Sé que en la inmensidad de esta noche, la Tierra
arroja un resplandor de misterio que yerra
a través de los siglos, cual fulgido remedio.
El idéntico espacio, anulado o crecido,
a los testigos fuegos muestra desde su tedio
que en un astro, entre fiestas, un genio se ha encendido.




WALLACE STEVENS




El vidrio índigo en la hierba



¿Cuál es la realidad?
¿Esta botella de vidrio índigo en la hierba,
O la banca con el tiesto de geranios, el teñido
Colchón y los overoles lavados secándose al sol?
¿Cuál de ellos contiene en verdad al mundo?
Ni uno, ni los dos juntos.


MARIO LUZI




A lo largo del río



Quien sale ve inesperados signos,
manchas de nieve en los montes. El frío
de la Pascua, es cruel con las flores,
empeora a débiles y enfermos
y más de uno, perdida la esperanza,
tirita bajo cuellos y bufandas.

No será culpa mía si te encuentro.
Sigo el curso de este rápido río
insinuado entre barracas y túmulos.
Sitios donde el vagabundo, flautista
o lanzador de cuchillos, atiza
el fuego, acerca a las manos
dormita; el viejo desata al perro
junto a la orilla y ve la corriente;
un hombre, de pie sobre la gabarra, hurga
el fondo con la pértiga durante
horas y horas, hasta que en las barracas
colocan los quinqués sobre la mesa.

Es el paisaje humano
que por falta de amor
parece desunido y extraño.
Cuántos rodeos los tuyos, solitaria.
Es más claro que nunca, el sufrimiento
penetra en el ajeno sufrimiento
o acaso es vano
—no como río helado, como fuego
comunicante, sólo quisiera...
Amor difícil de ofrecer,
difícil de recibir. Se conturba
al atreverse, siente el frío de la sierpe
mas torna insatisfecho al no atreverse,
apremia en todas las edades de la vida.
El río corre, desata sus rápidos,
arde la espera, la familia se reúne
para la cena, se comparte el alimento.
Truena. Medio llovizna. Crece la hierba.



JULIO TRUJILLO




Mi casa y yo



Aunque no puedo conocer
el número infinito de rincones
ocultos en mi casa
(apenas hace un día sorprendí,
detrás de algunos libros,
un mínimo vacío
por el cual
respira agradecido el edificio);

aunque me agota recorrerla con los ojos
(porque en mi casa todo,
incluso la señal del deterioro,
me lanza sus anzuelos persuasivos);

aunque fue aquí donde una sangre
concebimos
cuya ascendencia no se agota
en nuestros padres ni en los padres
de sus padres;

aunque mi casa se confunde
con las nubes, digo,
es tan pequeña
como una codorniz que se entregara
a la amenaza de mi rústico apetito.

Hacia donde voltee me flanquea
una pared,
o la escalera
cuyo abismo es muchas veces
un súbito terror.

No sé si es la carencia
de alguna menudencia original
o mi incapacidad de desplazarme con cautela.

Es tan pequeña que mis brazos se laceran
contra los bordes diarios
de lo usual
(mis brazos, que al vaivén
tiran las fotos familiares
o despedazan la servil azucarera).

Y es que no sólo es diminuta
y yo brutal,
sino que se adereza con objetos delicados:
aquí y allá
minúsculas y frágiles delicias
cuyo esqueleto tiembla ante mi tosca
cercanía.

Lo cierto es que camino y nunca sé,
a ciencia cierta,
si hay un espacio franco
debajo de mis pies
o una fina tacita para el té.

Pero soy yo,
que veo cómo mis manos
se dejan atraer
por las espinas de los cactus familiares.

Soy yo,
que entro con yelmo a la cocina
para emprender gozoso la excursión
y descuidar en las alturas
la cabeza.

Soy yo,
cetáceo en una prístina pecera.
Nadie me dijo cómo había que navegar
las olas de este mar domesticado.


ANDRÉ BRETON




La muerte rosa



Los pulpos alados guiarán por última vez la barca cuyas
velas están hechas de ese solo día hora a hora
Es la velada única tras la cual sentirás subir por tus cabellos
el sol blanco y negro
De los calabozos rezumará un licor más fuerte que la muerte
Cuando se la contempla desde lo alto de un precipicio
Los cometas se posarán suavemente en los bosques antes
de fulminarlos
Y todo pasará dentro del amor indivisible
Si el motivo de los ríos nunca desaparece
Antes de que sea completamente de noche observarás
La gran pausa de la plata
Sobre un pescador en flor aparecerán las manos
Que escribieron estos versos y que serán husos de plata también
Y también golondrinas de plata sobre el oficio de la lluvia
Verás el horizonte abrirse y de pronto habrá acabado el
beso del espacio
Pero el miedo ya no existirá más y los cristales del cielo y del mar
Volarán por el viento con más fuerza que nosotros
Qué haré yo con el temblor de tu voz
Sonríe danzarina alrededor del único lustro que no caerá
Trampa del tiempo
Subiré los corazones de los hombres
Para una suprema lapidación
Mi hambre dará vueltas como un diamante demasiado tallado
Trenzará los cabellos de su hijo el fuego
Silencio y vida
Pero los nombres de los amantes se olvidarán
Como la adónica gota de sangre
En la luz enloquecida
Mañana engañarás a tu propia juventud
A tu gran juventud luciérnaga
Los ecos solos harán moldes de todos los lugares que existieron
Y en la infinita vegetación transparente
Te pasearás con la celeridad
Que se pide a los animales de los bosques
Acaso te desgranes entre mis despojos
Sin verlos lo mismo que uno se arroja sobre un arma fluctuante
Pero yo perteneceré al vacío semejante a los Peldaños
De una escalera cuyo movimiento se llama muy penoso
Para ti los perfumes desde entonces los perfumes prohibidos
Lo angélico
Bajo el musgo esponjoso y bajo tus pasos que no existen
Mis sueños serán vanos y formales como el rumor de los
párpados del agua en la sombra
Me introduciré en los tuyos para sondear la profundidad
de tus lágrimas
Mis llamadas te dejarán dulcemente vacilante
Y en el tren hecho de tortugas de hielo
No tendrás que tirar de la señal de alarma
Llegarás sola a esta playa perdida
Donde una estrella descenderá sobre tus equipajes de arena


Versión de Manuel Álvarez Ortega


domingo, 28 de junio de 2020


RUBÉN BAREIRO SAGUIER





Separación



Qué cosa más extraña
estar vivo bajo el árbol oscuro de la distancia.



TUDOR ARGHEZI





Candor



Confiesa ser cristiano ortodoxo.
Se santigua.
Es observante; reza el rosario.
Paga los himnos a la Santa Virgen,
la bendición del agua,
las misas y las oraciones para difuntos.
Llora a los pies del gran icono.
Sabe todas las reglas de memoria:
los días de Cuaresma, los de ayuno,
todos los libros de oración
y el Pentateuco.
Hace los solos en el coro
y canta el Kyrie Eleison.
Podría ser un abad
sin envidia
o un archimandrita
inmaculado;
pero sólo es un soldado más
de Nuestro Señor Jesucristo.

Interpreta las Sagradas Escrituras
en voz baja y temblando,
y es inocente cual una rosa
con hábitos de brocado…

Pero en los archivos de la cárcel
constan en su haber cuatro asaltos a mano armada,
nueve robos como carterista
y un imperdonable pecado:
un asesinato.


AL-KHANSA




  
El tiempo me ha roído, mordido y cortado…



El tiempo me ha roído, mordido  y cortado.
El tiempo me ha dañado, me ha herido,
y ha destruido a mis hombres que han muerto juntos.
Esto ha conseguido inquietarme.
No había un puerto para el cruel
Que al igual que el sol halla refugio para el pueblo.
Vimos caballos galopar
y levantando polvo.
Y a los jinetes, con espadas brillantes, y grandes lanzas grises;
¿Aquel que con sus lanzas destroza cuerpos
se convierte en blanco mortal de las espadas?
Derrotamos a quienes pensaban
que nunca serían derrotados.
Y aquel que piensa que no se verá perjudicado
piensa en lo imposible.
Evitamos acciones deshonrosas y honramos a nuestros huéspedes.
Y guardamos los elogios (de personas).
Llevamos las armas en la guerra
Y la seda, la lana y el algodón durante la paz.


SAMUEL BECKETT





De ese modo a pesar



De ese modo a pesar
por el buen tiempo y por el malo
encerrado en su casa y en la de otros
como si fuera ayer acordarnos del mamut
el dinoterio los primeros besos
los periodos glaciares no traen nada nuevo
el gran calor del año trece de su era
humo sobre Lisboa Kant fríamente colgado
soñar en generaciones de robles y olvidar al
padre
sus ojos si tenía bigote
si era bueno de qué murió
no por esto nos come sin menos apetito
el mal tiempo y el peor
encerrado en su casa y en la de otros


WOLE SOYINKA





Après la guerre



No ocultes las cicatrices
en la rápida destilería de la sangre
he olido
efluvios de narcóticos conocidos
no ocultes las cicatrices

El tubérculo de nuestra carne común
pisoteado hasta lo hondo de la tierra combate
la muerte, recién cinchado arremete contra el sol
mas temiendo que resulte ser una concha hueca
o que los pies de las vidas recién nacidas
se hundan en el vacío de la falsedad
no hinches la piel ajada de la tierra
para glasear las grietas del tambor

No te cubras de costras
ni hagas del dolor el lamento
de un farsante con mala lengua
su rostro una máscara de velos pintada
el aliento reseco por su propia bilis
un corazón de retazos y una sonrisa de calavera
para burlar los rigores del
exorcismo.

Grietas en la pintura. Legad
los solos latidos del duramen
a los seguidores del velatorio
recién nacidos.





MASAOKA SHIKI





Soledad;
Después de los fuegos artificiales,
Una estrella fugaz.


sábado, 27 de junio de 2020


CECÍLIA MEIRELES





Canción de otoño



Perdóname, hoja seca,
no puedo cuidar de ti.
Vine a amar en este mundo,
y hasta el amor perdí.
¿De qué sirvió tejer flores
en las arenas del suelo
si había gente durmiendo
sobre el propio corazón?
¡Y no pude levantarla!
Lloro por lo que no hice
y por esta flaqueza
es que soy triste e infeliz.
¡Perdóname, hoja seca!
Mis ojos sin fuerza están
velando y rogando por aquéllos
que no se levantarán.
Tú eres hoja de otoño
que vuela por el jardín.
Te dejo mi nostalgia
-la mejor parte de mí.
Y voy por este camino,
segura de lo inútil que es todo.
Que todo es menos que el viento,
menos que las hojas del suelo.