A lo largo del río
Quien
sale ve inesperados signos,
manchas
de nieve en los montes. El frío
de
la Pascua, es cruel con las flores,
empeora
a débiles y enfermos
y
más de uno, perdida la esperanza,
tirita
bajo cuellos y bufandas.
No
será culpa mía si te encuentro.
Sigo
el curso de este rápido río
insinuado
entre barracas y túmulos.
Sitios
donde el vagabundo, flautista
o
lanzador de cuchillos, atiza
el
fuego, acerca a las manos
dormita;
el viejo desata al perro
junto
a la orilla y ve la corriente;
un
hombre, de pie sobre la gabarra, hurga
el
fondo con la pértiga durante
horas
y horas, hasta que en las barracas
colocan
los quinqués sobre la mesa.
Es
el paisaje humano
que
por falta de amor
parece
desunido y extraño.
Cuántos
rodeos los tuyos, solitaria.
Es
más claro que nunca, el sufrimiento
penetra
en el ajeno sufrimiento
o
acaso es vano
—no
como río helado, como fuego
comunicante,
sólo quisiera...
Amor
difícil de ofrecer,
difícil
de recibir. Se conturba
al
atreverse, siente el frío de la sierpe
mas
torna insatisfecho al no atreverse,
apremia
en todas las edades de la vida.
El
río corre, desata sus rápidos,
arde
la espera, la familia se reúne
para
la cena, se comparte el alimento.
Truena.
Medio llovizna. Crece la hierba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario