domingo, 31 de diciembre de 2017


JUAN JOSÉ ARREOLA




IV



Boletín de última hora: En la lucha con el ángel, he perdido por indecisión.


De: “Clausulas”



JEANNETTE CLARIOND




Génesis



Como un espejo que sangra,
como una herida que escurre,
resbalo.
Desfallezco y resbalo por la boca del volcán,
resbalo entre tus piernas,
tiemblo ante la vacilación.
Tiemblo,
procuro sostenerme.



PAULINA VINDERMAN




El Puente



En un instante fragua y se rompe
el puente que va de la sonrisa
al relámpago roto de la ira,
de la loca beatífica que sostiene
como un falo una rosa por el aire
hasta el auto que pasa lento, negro,
patrullando la calle sigilada.
Y ya no hay nexo, línea, mano
que una la dispersión.
Veo volar vidrieras que están quietas
y una infernal granada que derrama
sus glóbulos de sangre.
Veo aventar las plumas del tiempo,
que es un faisán viejísimo,
sobre caras sin énfasis,
armadas contra la visión del delito.
Veo la cerrazón suicida.
Reyes de penas, ápices de un sueño
sumergido, los todavía líricos,
los siempre esperanzados,
los pescadores de otros mares mágicos,
a cada paso dado apartamos los vidrios
y tememos.


MIJAIL LAMAS




A otra más cruel



Ella no duerme nunca,
hace ronda en mi pecho.
Ella respira música
entre líneas de sangre y deterioro.

Va montada en el lomo
oscuro de los pianos,
o se va cabalgando
yeguas de la noche.

Hay voces que no duermen
al otro lado estos muros.

Ella no tiene rostro,
su cuerpo se desprende de mi cuerpo;
es la bestia que pugna por salir de mi pecho.


De: “Canción del navegante de si mismo”





MIGUEL VEYRAT



  
Elegía en Tholos

                                                       A Martine Broda,
                                                          In memoriam



Mas si creemos que nuestro único sujeto
es el deseo y al mismo tiempo
nuestra esencia, querríamos ser el objeto
perdido y olvidar todo lenguaje.
Dormir en la colina disfrazados de chopos
y cantuesos. Dormir junto a las cosas
enterradas bajo un horizonte
de leche negra -dormir entre las zarzas
jaras y sarmientos que un día fueron
sujetos abrasados. Y también con los muertos
de dolor o de una borrachera. Dormir
bajo la grava junto a las flores de Víznar
o Bagdad, crucificadas de noche
por el odio que despierta la conciencia
de ser libre. Dormir en la colina
de Spoon River tras un mausoleo cualquiera,
bajo el manzano de un huerto
o sobre una sima del mar. Ser para siempre
un ser aunque muerto deslumbrante
de deseo -y conseguir que dure al menos
el tiempo de regreso hasta el chispazo inicial.
Sólo un gesto. Y dormir para siempre
de la mano de nadie -como duerme Martine
con su enjuto cuerpo entregado
en ofrenda a sus amantes lares, Jouve
Juarroz, Celan o Lacan. Todos duermen
ahora en la colina de Tholos. Y nosotros también
muertos con ella como objetos cosas
húmedas entre la seca arena -este silencio.
 


SANDRA URIBE PÉREZ




[Hipótesis tardías]



Si mi casa estuviera hecha con palabras no me calcinaría el silencio,
la humedad y las grietas no serían más que metáforas del frío
que se alimenta con mis huesos.

Si mi morada fuera un poema tendría una fuente en la mitad del patio
y las monedas oxidadas por la memoria de tantos deseos perdidos
no hablarían en los bolsillos del hambre.

Si la argamasa de los muros estuviera hecha de aliento incontenible,
si las vocales llenaran las horas con ese humo que no asfixia,
sería difícil desprenderse del fuego,
alejarse cuando el crepitar se hace canto y la luz sube por la garganta:
no mediarían en la atmósfera los vocablos de la muerte,
no podría, como ahora, olvidar la manera de respirar.



sábado, 30 de diciembre de 2017


MATSUO BASHO




¡Ve al roble, cómo
esta ahí,  indiferente
a tanto brote!


LURIEL LAVISTA




Detrás de tus ojos



Junto a los recibos que siguen cayendo de mi bolsillo
deje varios escritos en tu nombre
he tenido ganas de reducirlo todo,
intento seguir el trasvolar de las verdes y gustosas moscas
que no sé cómo se han multiplicado
me entretengo inhalando de mi pañuelo,
prendo allumettes para reaccionar
me digo:
nada de enviarlos,
ni corregirlos,
ni tan siquiera hojearlos
sirven para mantener calor aquí.

Sostengo la risa
siempre sí se secó el aceite del piso.

Todo viene a mí, con tenacidad me estrujo los ojos
pienso en esto que estuvo tan lejos de tus palabras.

Te veo ocupada en tus obligaciones
me recuesto algo cercas
la hierba fresca me causa repulsión
mirándote busco la mía que no he quemado.

He venido hasta aquí durmiendo poco
bebiendo nada
me tratas de entretener con un libro
desconozco al autor,
me cansan sus renglones
pero me interesa saber cómo murió.

La mujer del cuadro se me asemeja a ti
solo pienso en besarte,
te digo muy despacio:
a mi ángel de la guardia lo deje morir de hambre.


JUAN FELIPE HERRERA




Mitad mexicano



Extraño es ser mitad mexicano, déjame ponerlo de este modo
yo soy mexicano + mexicano, entonces, queda la cuestión de la mitad
decir mexicano sin la mitad, bueno, eso quiere decir otra cosa
uno puede decir solamente mexicano
y entonces pensar en pirámides, vetas de obsidiana, códices de fuego, diosas con
rostros desollados, zarpas en los pies y cráneos como cinturones
—esto no es mexicano
estas son existencias, eso es decir:
esclavitud, tendones, corazones destazados sacrificios por el continuum
galaxias y quarks, la leche cósmica que fluye al interior de los árboles
luego oscuridad
Qué es lo otro  —Sí,
eso también es mexicano, aun sin forma, salpicado de partículas.
Piezas europeas? Decir Colonia o Poder es incorrecto
mejor pensar en Kant en su diminuto cuarto
arrastrando sus calcetines negros en busca de la noción del tiempo
o Einstein volviendo sobre la ecuación errónea
acerca del modo en que la luz se curva —todo esto tiene que ver con
El medio,  el medio-algo, cuando se es medio-alguien

Tiempo

Luz

Cómo ellos te acechan y cómo tú les imploras,
todo esto se convierte en tu proyecto de por vida, esto es
tú eres mexicano. Una mitad mexicano la otra mitad
mexicano. Entonces, la mitad en contra de sí misma.


ELIANA MALDONADO

  


Ella



Ella huele a sal
a sudor
a deseo

Ella inspira carne
Placer

Ella es simplemente
Un aroma
Un tormento



ELÍ URBINA




I



El jade del delirio
fulge en tus ojos
Ya somos piedra
bebemos la bilis de las olas
los escupitajos de los dioses
Ya somos piedra
guardamos en nosotros
los golpes del odio contra el hueso
los golpes del odio contra el odio
Ya somos piedra
el epicentro de la sangre
la carne destrozada
la frente de los perros solitarios
que deambulan sin destino






GABRIELA D’ARBEL





Era difícil andar sin
pisar cadáveres de plástico.
El mal aliento de la hora  calurosa.

demasiado tarde,
dónde poner un pie luego
el otro pie, entre tanto
desastre.

Las semanas inservibles obstruyen
las puertas de la casa
las ideas se secan sólo con pensar en estos mundos.

Tantas marcas registradas
tantas fechas vencidas, tantas redes.
Tantas extinciones.




viernes, 29 de diciembre de 2017


CONCHA URQUIZA




Jezabel



Palidez consumada en el deseo,
suma de carne transparente y fina,
ya sellada, en profética rutina,
para el soldado y para el can hebreo.

¡Oh desahuciada fiebre, oh devaneo
que oscila como péndulo en rüina,
de un viñedo que el sol mimba y fulmina
a cruenta gloria y militar trofeo!

Horror de pausa y de silencio, acaso
para no conocer turbias carreras
del corazón, hacia el fatal ocaso,

ni sentir que en sus válvulas arteras
se endulza ya la sangre paso a paso
para halagar las fauces de las fieras.


24 de agosto, 1944

ÁLVARO VALVERDE




Mecánica terrestre



Lo mismo que una imagen
recuerda a alguna análoga
y una sombra a la fresca
humedad de otra estancia
y un olor a una escena
cercana por remota
y esta ciudad a aquélla
habitable y distante,
así, cuando la tarde
se hace eterna y es julio
todo expresa una múltiple,
inasible presencia,
y el agua es más que el filtro
de lo que fluye y pasa
y la luz más que el velo
que ilumina las cosas
y el viento más que el nombre
de una oscura noticia.


De: "Mecánica terrestre"


MARIA EUGENIA VAZ FERREIRA




Hacia la noche



Oh noche, yo tendría
una palma futura, desplegada
sobre el gran desierto,
si tú me das por una sola noche
tu corazón de terciopelo negro,
y yo, al compás de su morena sangre,
canto con las ondas beatas el sacro silencio.

Mi canto será vivo
sólo por el deseo
de serenar la cotidiana angustia...  

Oh noche, yo te quiero
sin el fulgor de luminosos astros,
sin marinos clamores
y sin la voz que finge
en los cráneos sonoros el rumor de los vientos.

Oh dulce noche mía, oh dulce noche!
Aunque el glorioso pájaro del alba.
rompa después mi lapidario ensueño,
un polvo de inquietud arda en mis ojos,
y me seas de nuevo
sólo una palma antigua, replegada
sobre el gran desierto.


CARLOS MARIANIDIS




Canción del gato trovador



Soy el Gato Trovador
que maúlla en los tejados,
en galpones y tinglados
cuando nadie puede verme,
porque medio mundo
duerme
 y sólo quedan despiertos
los gatos enamorados.

Yo le canto a todo el barrio,
a chiquitos y a grandotes,
loros, lauchitas, perrotes
y, sobre todo, a la luna
que quiero más que a
ninguna,
porque gracias a ella veo
si me tiran con cascotes.

Y aquí me pongo a cantar,
al compás de las estrellas,
que son las cosas más
bellas
que hay en el firmamento
y ahora me voy, atento,
mientras trepo a mi terraza
para encontrarme con
ellas…



KO UN




Simplemente



                                          Se dice que seguimos
              el camino que cada uno ha tomado
   porque alguien nos dijo que lo tomemos
se dice que el agua que fluye simplemente
                                                              por el valle
                                                          está fluyendo
            porque alguien le dijo que lo hiciera
                Qué pobre es la sabiduría humana



Versión de Joung Kwon Tae  - Revisada por Isabel R. Cachera


De: "108 poemas Zen"

  

GABRIELA MARI




Encontrarte



No me pidas que escarbe en los olvidos
porque voy a encontrarte, no tan lejos.
Y voy a verte mudo.
Y vas a verme ciega.
Y voy a ver tu sombra en los pasillos.
Y vas a ver mis sueños escondidos.
Y vas a reclamarme tu presencia.
Y voy a refugiarme en mis ausencias.
Y vamos a olvidarnos del olvido.

No me pidas que escarbe en la esperanza
porque voy a encontrarte, quizás lejos.
Y quizás nos pidamos un respiro
una paz mullida, un pasto tierno
y quizás nos besemos en las puertas
acunando el olvido, ya sin penas.



jueves, 28 de diciembre de 2017


JOSÉ KOZER


  

Principio último de realidad



El sol efectúa su ascenso esta mañana, dejadez, luz
            destituida, incombustible,
            con inusitada lentitud.

Es hora, no me muevo, el minutero avanza con retraso
            evidente, me imagino
            rumbo al cuarto de
            baño, si meo olerá a
            espárragos, a camomila
            quizás: reloj digital
            ejecuta sus pasos
            deteniéndose más de
            lo preciso en albercas
            de agua gris, carpas
            jadeantes, una golondrina
            todavía del atardecer de
            ayer procura alcanzar el
            campanario de aquel
            pueblo donde pasé tres
            veranos consecutivos,
            la cigüeña y la guadaña,
            la cigüeña empollando y
            la guadaña acechando:
            dio el reloj de la torre
            la una, su campanada
            duró varias horas. Hora
            tercera, relumbró la
            guadaña, al filo de la
            madrugada.

Tendría que dejar (jadeo, ligero) la cama, acercarme al
            fogón, prender la hornilla,
            poner a cocer tres huevos
            morados, aguardar de cinco
            a siete minutos, sentir el
            endurecimiento de las
            membranas. Aquel farruco
            que fui está hecho un
            guillote. Me desperezo,
            echado, un orzuelo
            incipiente, dolor en el
            rabillo del ojo derecho,
            ver el mundo a través
            de una cortina de
            infección (pus) la
            realidad es un pugilato
            que confunde al más
            pintado. Esforzarme,
            dejar la cama, preparar
            café, rellenar el tarro
            del azúcar prieta, poner
            los huevos a cocer (¿a
            qué viene esa sonrisa
            fullera?): estoy a la
            espera de algo grande
            a sabiendas de que la
            luz y el reloj, breves
            compases con retraso,
            a ojos vistas me señalan,
            con orzuelo y todo, mi
            desconchinflamiento.
            Un flato, una erupción,
            un peso mucilaginoso,
            y estoy frito.

Arte y parte soy de mi desconfiguración.

Primero el contorno, luego lo focal, lo último que se pierde
            es la facultad (visión)
            auditiva: atrás siguen
            las coyunturas (años y
            años descomponiéndose)
            por último la voluntad
            de ir a la cocina a
            constatar que quedan
            tres huevos, cazo, hornilla
            y ebullición.

Me quedo echado imaginando que he imaginado, y que hace
            rato la cigüeña parió
            heces, el sol se desfondó:
            de las tinieblas el reloj
            extrajo los números
            cuatro y cinco, yazgo,
            mandíbula desencajada,
            ojos de par en par, oigo
            (cenizas crepitar) letras
            (nueve) cincelar.



AGUSTÍN MAZZINI




El perfume de la flor tatuada

A Juli Rey Meyer



Con dos alas tatuadas en la espalda y un perfume
que detiene el paisaje y lo hace
caer, pétalo a pétalo,
como un secreto revelado de a poco,
las nubes son de espuma de cerveza
y hay quemaduras de tabaco
por el cielo que arrastra esa mujer.

Ella sucede cuando el día es una mancha roja y amarilla,
una hoguera a medio apagarse donde pasta el murmullo
(y doy mi sed de beber a los mendigos
y los enfermos de amor se clavan espinas en sus soles;
y los árboles son pedazos gigantes de futura madera,
y las palomas aletean en las ventanillas de los autos).

Viejas bocas montadas en un burro que viene
del pasado traen hambre; historias de hambre, amores
de hambre, hambre de hambre y la ausencia
es un ángel débil con la voz de Julia.

Después de esto,
ella al fin se convierte en un violín desafinado
que me golpea en la cabeza para dejar
huellas dentro de los bosques de la imaginación,
cerca de lo gris de una tarde de jueves o de agosto,
cerca del vidrio de un quiosco donde la lluvia trata de entrar.