El Puente
En un
instante fragua y se rompe
el
puente que va de la sonrisa
al
relámpago roto de la ira,
de la
loca beatífica que sostiene
como un
falo una rosa por el aire
hasta
el auto que pasa lento, negro,
patrullando
la calle sigilada.
Y ya no
hay nexo, línea, mano
que una
la dispersión.
Veo
volar vidrieras que están quietas
y una
infernal granada que derrama
sus
glóbulos de sangre.
Veo
aventar las plumas del tiempo,
que es
un faisán viejísimo,
sobre
caras sin énfasis,
armadas
contra la visión del delito.
Veo la
cerrazón suicida.
Reyes
de penas, ápices de un sueño
sumergido,
los todavía líricos,
los
siempre esperanzados,
los
pescadores de otros mares mágicos,
a cada
paso dado apartamos los vidrios
y
tememos.
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