viernes, 27 de mayo de 2022


 

PEDRO SANTACILIA

 

 

¡Adiós!

 

 

¡Partir es preciso! –Con voz iracunda
que parta me ordena destino feroz,
el llanto por eso mis ojos inunda
que es triste a la patria mandar un ¡adiós!

No más, Cuba hermosa, veré tus montañas,
tus límpidas aguas, tu fúlgido sol;
que pronto vagando por tierras extrañas
ni habrá quien escuche mi lúgubre ¡adiós!

Por eso abatida mi frente altanera
la nube oscurece de acerbo dolor;
por eso es horrible la voz lastimera
que sale del pecho diciéndole ¡adiós!

No más la sonrisa veré seductora
del ángel hermoso que guarda mi amor,
y sola y doliente mi suerte deplora
la voz escuchando que lleva este ¡adiós!

Mi triste familia que gime angustiada
al cielo elevando ferviente oración,
tal vez para siempre de mí separada
tan solo el recuerdo tendrá de mi ¡adiós!

Mis fieles amigos, mis pobres cubanos,
al yugo sujetos de férrea opresión,
también un suspiro cual buenos hermanos
darán al proscrito que manda este ¡adiós!

¡Adiós, pueblo mío! –Con voz iracunda
que parta me ordena destino feroz,
el llanto por eso mis ojos inunda
que es triste a la patria mandar un ¡adiós!

Si quiere el destino que lejos sucumba
del suelo adorado que vida me dió
mi voz postrimera: la voz de la tumba
en alas del viento te irá con mi ¡adiós!

 

LUIS ALBERTO AMBROGGIO

 

  

Olas de fuego

 

 

Mis besos suenan
como gotas de agua
abriendo al caer
tu mansión de agua y de seda.
Tus besos no suenan
forman agua con mi agua
naufragio divino
de varias profundidades

No sé si llegaremos a ser un mar
de ritos evaporados.

 

 

RICARDO POCHTAR

  

  

Revés de las preguntas

 

 

Un recodo callado
de la voz
que les vuelva
los puños a las dudas,
que atrape
la punta del ovillo,
que averigüe
el brillo escondido
del error.

 

EDUARDO GALEANO

 

 

La función del lector

 

 

Cuando Lucía Peláez era muy niña, leyó una novela a escondidas. La leyó a pedacitos, noche tras noche, ocultándola bajo la almohada. Ella la había robado de la biblioteca de cedro donde el tío guardaba sus libros preferidos.

Mucho caminó Lucía, después, mientras pasaban los años.

En busca de fantasmas caminó por los farallones sobre el río Antioquia, y en busca de gente caminó por las calles de las ciudades violentas.

Mucho caminó Lucía, y a lo largo de su viaje iba siempre acompañada por los ecos de los ecos de aquellas lejanas voces que ella había escuchado, con sus ojos, en la infancia.

Lucía no ha vuelto a leer ese libro. Ya no lo reconocería. Tanto le ha crecido adentro que ahora es otro, ahora es suyo.

 

 

TULIO MORA ALARCÓN

 

  

Ilusión en el crochet



Tejiendo la vi esa tarde
yo iba para volver
con su ilusión quinceañera
en la punta del crochet.
Una larga cadeneta
de hilo fino, rosa aurora,
proyectaba sus anhelos
para el tiempo de señora.

Yo no sé dónde estarás,
niña que en mi pueblo vi
tejiendo al sol de la tarde
tu ilusión en carmesí.
Quizá llegaste al final
con tus manos hacendosas
o quedaste a medio vuelo,
sorprendida mariposa.

Te recuerdo todo el tiempo
pobre niña tejedora
y pregunto sin respuesta
por dónde andarás ahora.
Que galán te habrá encontrado,
florecilla de mi valle
quizá fue en el mismo pueblo
o en desconocida calle.

Quién aprendió tu tejido
urdido con ilusiones
y te dio el hilo dorado
de esperanzados amores.
Quién quemó tus suaves alas
paloma que nunca has vuelto
y requisó tus anhelos
mensajera sin regreso.

Esperando allá en Renalco
por Angol o por Traiguén,
miro cada tren que pasa
hacia el valle de Purén.
Empujado al norte o sur
buscando no sé por qué,
ya en Concepción o Temuco
parece que te he de ver.

Cuando a lo lejos, volviendo,
paso por donde te vi,
te recuerdo niña triste
con tu blonda carmesí.
Pienso en la tarde lejana,
cuando iba para volver,
con tu ilusión y la mía
unidas en tu crochet.

 

AMELIA DENIS DE ICAZA

 

 

Patria

 

 

¡Oh Patria idolatrada!, mi pueblo generoso,
al fin ¡ay! te obligaron a levantar la frente
y en un supremo grito te alzaste valerosa,
llevando entre tus manos la enseña independientemente.

¡Oh Patria!, yo he sufrido contigo en tus dolores,
tus luchas amargaron mis noches y mis días,
de lejos he escuchado tus hórridos clamores
enviándote mi espíritu sus hondas simpatías.

¡Oh Virgen!, yo soñaba tu porvenir de gloria.
Mirándote tan bella, de orgullo sonreía,
hoy te hacen que aparezcas ingrata ante la historia,
a ti, tan noble víctima de oDiosa tiranía.

¿Qué has hecho?, no te culpo, los otros te arrojaron,
los otros que en tres años de lucha desgraciada
tu rico y albo manto con zaña destrozaron
cuando eras de Colombia la joya más preciada.

¿Qué has hecho de tu gloria?, mi pueblo tan querido,
y cuál será la suerte, pregúntome yo a solas,
de aquellas mis montañas donde formé mi nido
de mis doradas playas besadas por las olas.

Escucha, Ser Supremo, la súplica ferviente
que mi alma de rodillas eleva ante su altar:
conserva al pueblo ístmico su libertad naciente
sin que un extraño lábaro la llague a profanar

Dejad ¡Oh Ser Supremo! que el Istmo siempre viva
con el trabajo honrado y la virtud por guía,
que no sea su esperanza cual sombra fugitiva,
ni su soñada gloria como la flor de un día.