viernes, 5 de junio de 2015

CHARLES BUKOWSKI

 

Carta desde muy lejos


Ella me escribió una carta desde un pequeño
cuarto cerca al Sena.
dijo que iba a asistir a clases de
baile. Se levantaba, dijo
a las 5 en punto de la mañana
y escribía a máquina poemas
o pintaba
y cuando sentía deseos de llorar
tenía una banca especial
junto al río.

Su libro de Cantos
se iría
en la Caída.

No supe qué decirle
pero
le conté
que haría sacar cualquiera de los dientes dañados
y tener cuidado del amante
francés.

Puse su foto junto al radio
cerca del ventilador
y se movió
como algo
vivo.

Me senté y lo observé
hasta cuando ya había fumado
5 o 6
cigarrillos que quedaban.
Entonces me levanté
y me fui a la cama.

 

Versión de Rafael Díaz Borbón

FINA GARCÍA MARRUZ


 

¡Oh vosotras, lámparas del otoño!
                                                   Here is a wind where the rose was
                                                                           Walter de la Mere


 
 
Oh vosotras, lámparas del otoño,
más fragante que todos los estíos!
¿Por qué ha de ser aquel que devenimos
con el tiempo, más real, menos efímero,
que aquel que fuimos a tus luces pálidas?
¿Por qué el polvo desierto, la agonía
junto a las armas bellas, quedan sólo
del resplandor de la victoria? Lejano
es todo vencimiento. En otro espacio
sucede, más allá del moribundo
rostro que hunde la gloria y deja ciego
junto al viento que lleva las banderas
espléndidas que huyen.
Fiera es toda victoria.

 

ALBERTO GIRRI


 

Cámara oscura


Mientras espera que la desnuden,
la expresión se esfuerza en desearse
a sí misma en blanco y negro,

                      y el ojo cuidadoso acecha
hasta sorprenderla empañándose,
empañada por matices de tensión,
físico desamparo.

                  Se trata de cazar,
y se trata de robo,
                               la víctima
lo consciente, sometiéndose,
y el ladrón llena de facciones, visajes,
su bolsa;

                    no supone angustias, trabajo aflictivo,
incomodidad, suceso infeliz.
                                pero es un tomar lo ajeno
desde artificios que requieren
ingenio en proporción directa
con la propiedad, limpieza,
austeridad de recursos,

             y soluciones fortuitas, ocurrencias,
"Improvisación creadora", diría
de su pillaje el que aquí, súbito,
se decide a atacar cubriendo
las lentes con tules, muselinas,
                       y en el incomparablemente joven
perfil modela por distorsiones
otra carne, helada y luminosa,
                             placidez de máscara noh,
                             ascenso a lo andrógino.


 
De "Obra poética IV"

 

 

CÉSAR SIMÓN


 

Elegía del tren eléctrico


Aquella estación. La veo.
Oigo el silbo del tren.

Me voy. Está lloviendo. Estoy sentado,
tarde grande de mayo, dolorosas
punzadas.
                     Lluvias.
                                      Tú, amor mío.
¿Qué importa?
La tierra está muy seca.
Es mejor, sin palabras, que así sea
todo, que así se caiga
todo.

Pero aquella estación...
Y aquel azul...

Cómo se va hacia dentro
la verdad, oh noche
perdida, circulando,
silbando como el tren
encendido.


 
De "Erosión"

 

 

ANTONIO GAMONEDA


 
 
Estar en ti

 

Yo no entro en ti para que tú te pierdas
bajo la fuerza de mi amor;
yo no entro en ti para perderme
en tu existencia ni en la mía;
yo te amo y actúo en tu corazón
para vivir con tu naturaleza,
para que tú te extiendas en mi vida.
Ni tú ni yo. Ni tú ni yo.
Ni tus cabellos esparcidos aunque los amo tanto.
Sólo esta oscura compañía. Ahora
siento la libertad. Esparce
tus cabellos. Esparce tus cabellos.

 

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA

 

Al túmulo del rey que se hizo en Sevilla...


«¡Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla!;
porque, ¿a quién no suspende y maravilla
esta máquina insigne, esta braveza?

¡Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más que un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla,
Roma triunfante en ánimo y riqueza!

¡Apostaré que la ánima del muerto,
por gozar este sitio, hoy ha dejado
el cielo, de que goza eternamente!»
Esto oyó un valentón y dijo: «¡Es cierto

lo que dice voacé, seor soldado,
y quien dijere lo contrario miente!»
Y luego encontinente
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.