"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 24 de octubre de 2017
MOISÉS VEGA
llevas
en la garganta la fatiga del mundo
la memoria del tigre
la memoria del tigre
que fue
herido por un temblor interno
náufrago
de aquel que fuiste
encendido solo a ratos
por la liturgia de los días
estás solo y envilecido
encendido solo a ratos
por la liturgia de los días
estás solo y envilecido
antes
al menos temblabas a oscuras
un dolor desnudo y tenso era tu gracia
un dolor desnudo y tenso era tu gracia
ahora
llevas a cuesta
el mismo tallo fresco e inocente
de los ahorcados
el mismo tallo fresco e inocente
de los ahorcados
De: “Memorias del cuerpo”
JOSÉ DÍAZ CERVERA
Escrito en el vaho de un cristal
Tengo
esta fe preñada de gallinas negras.
Urgente
voy al agua golpeando en la deshora
la
costilla del pan,
y soy
apenas
un
débil dios rasguñando el peso del espanto.
Aquí la
tarde es llaga y me gusta mucho más
porque
está en latitud de amamantar cuchillos
que son
la piel del sueño en que me nombras.
Mira
con qué trabajo venzo los sonidos;
mira
este amor de alambres y equinoccios
cavando
mar y mar, pala y palabra.
Tengo
esta fe lagarta y quevediana,
ubérrima
y peluda como la paz del llano;
esta fe
ronca de decirte ausencia,
de
acariciar la ubre adolescente del vinagre
al pie
de la bravura.
Cruje
la luz mientras estoy cantando
para el
felino corazón de tus guarismos
y el
lápiz se me escurre hasta la mala carne
de
saber quién soy,
ventana
abierta al músculo del llanto.
Coágulo,
beso y fe,
agua
longeva de decirte ausencia en el relámpago:
aquí mi
corazón terrible y polimorfo
te ama
en la leche simple del dolor que estalla.
Diente
de sal, riñón de humo descalzo,
¡ay,
médula constante de la llama! Espejo.
MANUEL TEJADA
A pesar de lo fugaz
Crece
la ciudad. Crecemos.
Crezco
yo.
En el
ojal de mis días
asombros
e incertidumbres
arden.
Soy. Lo
más profundo
lo más
edulcorado
en la
grisácea voladura
de
escandios, vigas y paneles
que
suben, trepan, van
llegando
al cielo donde mis ojos
aún
recuerdan la llanura.
Ven
sombra pero no aplaques
la
euforia de mi sangre.
Mis
ojos se hacen tarde,
mis
penas tantas,
pero
soy. En la hendidura del aire
lo más
profundo.
A pesar
de lo fugaz.
PAULINA VINDERMAN
Pongo
un vaso y una flor
en la mesita atestada junto a su cama,
pero él no los mira.
En realidad lo hago para mí.
La vida todavía debe ser para mí,
el viento que insiste en abrir la ventana
aún puede dejar un poema en la escudilla.
La crueldad de haber arrancado la flor
a su madre planta, para mi egoísmo -
verla morir en un escenario sórdido-
es un anzuelo limpio (carece de rencor.)
Del otro lado, la bolsa de sangre lanza
destellos azules, mal copiados, de mi flor.
Para avisarme que ella es la vida por ahora:
una paciencia de color azul.
(La lluvia que veo caer sobre los tubos
de oxígeno en el patio, también es para mí.)
en la mesita atestada junto a su cama,
pero él no los mira.
En realidad lo hago para mí.
La vida todavía debe ser para mí,
el viento que insiste en abrir la ventana
aún puede dejar un poema en la escudilla.
La crueldad de haber arrancado la flor
a su madre planta, para mi egoísmo -
verla morir en un escenario sórdido-
es un anzuelo limpio (carece de rencor.)
Del otro lado, la bolsa de sangre lanza
destellos azules, mal copiados, de mi flor.
Para avisarme que ella es la vida por ahora:
una paciencia de color azul.
(La lluvia que veo caer sobre los tubos
de oxígeno en el patio, también es para mí.)
De: "Hospital de veteranos"
MIGUEL VEYRAT
La huella del nómada
Vive en su mente una lengua
que se apoya sobre el viento:
De luciérnagas se nutre
y ya sabe como el fuego,
que posee cuanto nombra.
Pero la huella del nómada
sólo es un aroma, una palabra,
acaso una canción que acude
hasta el lugar donde se inicia
la espiral del gran regreso.
Así es el viajar del hombre,
temeroso de sombras y evidencias:
Para cruzar los desiertos,
loco de amor trastorna
la razón de las palabras.
Y sólo existe cuanto mira,
vive solamente aquello
que en él se ilumina y crea.
Vive en su mente una lengua
que se apoya sobre el viento:
De luciérnagas se nutre
y ya sabe como el fuego,
que posee cuanto nombra.
Pero la huella del nómada
sólo es un aroma, una palabra,
acaso una canción que acude
hasta el lugar donde se inicia
la espiral del gran regreso.
Así es el viajar del hombre,
temeroso de sombras y evidencias:
Para cruzar los desiertos,
loco de amor trastorna
la razón de las palabras.
Y sólo existe cuanto mira,
vive solamente aquello
que en él se ilumina y crea.
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