martes, 24 de octubre de 2017


MARIO BENEDETTI




109



se despidieron
y en el adiós ya estaba
la bienvenida


MOISÉS VEGA





llevas en la garganta la fatiga del mundo
la memoria del tigre
que fue herido por un temblor interno

náufrago de aquel que fuiste
encendido solo a ratos
por la liturgia de los días
estás solo y envilecido
antes al menos temblabas a oscuras
un dolor desnudo y tenso era tu gracia
ahora llevas a cuesta
el mismo tallo fresco e inocente
de los ahorcados


De: “Memorias del cuerpo”



JOSÉ DÍAZ CERVERA




Escrito en el vaho de un cristal



Tengo esta fe preñada de gallinas negras.
Urgente voy al agua golpeando en la deshora
la costilla del pan,
y soy apenas
un débil dios rasguñando el peso del espanto.
Aquí la tarde es llaga y me gusta mucho más
porque está en latitud de amamantar cuchillos
que son la piel del sueño en que me nombras.
Mira con qué trabajo venzo los sonidos;
mira este amor de alambres y equinoccios
cavando mar y mar, pala y palabra.
Tengo esta fe lagarta y quevediana,
ubérrima y peluda como la paz del llano;
esta fe ronca de decirte ausencia,
de acariciar la ubre adolescente del vinagre
al pie de la bravura.
Cruje la luz mientras estoy cantando
para el felino corazón de tus guarismos
y el lápiz se me escurre hasta la mala carne
de saber quién soy,
ventana abierta al músculo del llanto.
Coágulo, beso y fe,
agua longeva de decirte ausencia en el relámpago:
aquí mi corazón terrible y polimorfo
te ama en la leche simple del dolor que estalla.
Diente de sal, riñón de humo descalzo,
¡ay, médula constante de la llama! Espejo.




MANUEL TEJADA




A pesar de lo fugaz



Crece la ciudad. Crecemos.
Crezco yo.
En el ojal de mis días
asombros e incertidumbres
arden.

Soy. Lo más profundo
lo más edulcorado
en la grisácea voladura
de escandios, vigas y paneles
que suben, trepan, van
llegando al cielo donde mis ojos
aún recuerdan la llanura.

Ven sombra pero no aplaques
la euforia de mi sangre.
Mis ojos se hacen tarde,
mis penas tantas,

pero soy. En la hendidura del aire
lo más profundo.

A pesar de lo fugaz.



PAULINA VINDERMAN




Pongo un vaso y una flor...



Pongo un vaso y una flor
en la mesita atestada junto a su cama,
pero él no los mira.
En realidad lo hago para mí.
La vida todavía debe ser para mí,
el viento que insiste en abrir la ventana
aún puede dejar un poema en la escudilla.
La crueldad de haber arrancado la flor
a su madre planta, para mi egoísmo -
verla morir en un escenario sórdido-
es un anzuelo limpio (carece de rencor.)

Del otro lado, la bolsa de sangre lanza
destellos azules, mal copiados, de mi flor.
Para avisarme que ella es la vida por ahora:
una paciencia de color azul.

(La lluvia que veo caer sobre los tubos
de oxígeno en el patio, también es para mí.)


De: "Hospital de veteranos"


MIGUEL VEYRAT



  
La huella del nómada



Vive en su mente una lengua
que se apoya sobre el viento:
De luciérnagas se nutre
y ya sabe como el fuego,
que posee cuanto nombra.
Pero la huella del nómada
sólo es un aroma, una palabra,
acaso una canción que acude
hasta el lugar donde se inicia
la espiral del gran regreso.
Así es el viajar del hombre,
temeroso de sombras y evidencias:
Para cruzar los desiertos,
loco de amor trastorna
la razón de las palabras.
Y sólo existe cuanto mira,
vive solamente aquello
que en él se ilumina y crea.