"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 24 de septiembre de 2016
ÁNGEL COLLADO RUÍZ
IV
En
busca de la luz se puede ir toda la vida
mas
el ciego pregunta si valdrá la pena
Conozco
ciegos que aman la luz de la memoria
el
lustre profundo de sus días
rabia
suprema del deseo
No
impide la luz amar ni ser feliz
Temo
al miedo de no poder romper el cerco
luchar
por ello
Hay
luces al otro lado del abismo
ALFONSO CANALES
Qué
indefinible tristeza, cuando uno escucha...
Qué indefinible tristeza, cuando uno escucha
las palabras casi sin sentido
que surten de miles de labios
y que se van, sin orden, amontonando en el aire,
las palabras como insectos que liban
en miles de orejas ambulantes, las palabras
que se disuelven, como olas, sobre la playa de la tarde,
adelgazando, trocándose en espuma,
en humedad, en nada. Y qué tristeza finísima,
qué sombra, qué aire de tristeza,
cuando uno piensa que es imposible comparar
a estos seres que se agitan con las nubes
que circulan por las calles del cielo,
o con el ir y venir del viento
entre las hojas de los árboles.
Y sobre todo, qué inmenso desconsuelo
cuando uno se da cuenta
de que estas tristes reflexiones en torno
a estas criaturas que giran en la tarde
lo han convertido a uno en alguien
infinitamente abandonando, en alguien que,
desde el otro lado del tiempo, escucha,
lleno de soledad, el fragor
de éste monótono rebaño de corazones.
Qué indefinible tristeza, cuando uno escucha
las palabras casi sin sentido
que surten de miles de labios
y que se van, sin orden, amontonando en el aire,
las palabras como insectos que liban
en miles de orejas ambulantes, las palabras
que se disuelven, como olas, sobre la playa de la tarde,
adelgazando, trocándose en espuma,
en humedad, en nada. Y qué tristeza finísima,
qué sombra, qué aire de tristeza,
cuando uno piensa que es imposible comparar
a estos seres que se agitan con las nubes
que circulan por las calles del cielo,
o con el ir y venir del viento
entre las hojas de los árboles.
Y sobre todo, qué inmenso desconsuelo
cuando uno se da cuenta
de que estas tristes reflexiones en torno
a estas criaturas que giran en la tarde
lo han convertido a uno en alguien
infinitamente abandonando, en alguien que,
desde el otro lado del tiempo, escucha,
lleno de soledad, el fragor
de éste monótono rebaño de corazones.
MARÍA CHOZA
Cuatro
oraciones al cielo
Adentro,
un hombre se persigna
la
cara cubierta de vendajes.
Busca
a dios, y saluda
con
el padrenuestroqueestásenloscielos
a
todos los santos en la pared,
sólo
uno responde mientras que una mujer
reza
a la virgen con chapa de oro
un
padrenuestroqueestásenloscielos
más
largo y doloroso.
Quiere
que ese oro de su forma
le
caiga en el rostro,
la
bañe y le vuelva sagrada,
al
mismo tiempo que afuera
un
niño se orina
cuando
la pistola de los guerrilleros
le
besa la sien
como
lo hizo su madre en la mañana
y se
le escapa un murmullo
del
padrenuestroqueestásenloscielos
que
dijeron el hombre y la mujer.
Con
esos mismos orines se tapa cada noche
un
vagabundo
porque
no se sabe
ningún
padrenuestroqueestásenloscielos.
SANDRA CORNEJO
Clase 62
Llegó
el verano
pero no estabas bajo la nieve.
pero no estabas bajo la nieve.
Jamás
te olvidaremos.
De: “Borradores”
MARÍA ZAMBRANO
Una tinieblas que prometen y a veces amenazan abrirse. Y es difícil creer que
quien recorre tal camino no se vea acometido por el tempor y un temblor casi
paralizantes. Es la luz de un viaje más bien extrahumano, que el hombre
emprendía asomándose al lado dé allá, a ese lado al cual se supuso, cada vez
con mayor ligereza, que sólo se asoman los místicos. Es la luz que se vislumbra
y la luz que acecha, la luz que hiere. La luz que acecha en la inmensidad de un
horizonte donde perderse parece inevitable, y que hiere con un rayo que
despierta más allá de lo sostenible, llamando a la completa vigilia, ésa donde
la mente se incendiaría toda.
De: "Los bienaventurados."
RAUL ORLANDO ARTOLA
landscape
En la
pintura
se ve
una gris
casa
de leños,
antigua
y sólida,
en
medio del bosque.
Parece
confortable,
un
edén posible
para
hacer la vida
libre
y volátil
de la
imaginación,
siembras
y cosechas,
amores
y comidas.
De
pronto, el cuadro
se
abre ante nosotros,
nos
devora
y dentro
encontramos
moho,
alimañas,
tabiques
vencidos
y un
acre olor
a
leños húmedos.
Vive
gente allí
que
se recela
y
duermen
con
un ojo abierto
y la
mano
en el
hacha.
De: [teclados], el suri porfiado, 2010
Suscribirse a:
Entradas (Atom)