lunes, 16 de marzo de 2015

ANTONIO MACHADO


 

Cuando sea mi vida...

 

Cuando sea mi vida,
toda clara y ligera
como un buen río
que corre alegremente
a la mar,
a la mar ignota
que espera
llena de sol y de canción.
Y cuando brote en mi
corazón la primavera
serás tú, vida mía,
la inspiración
de mi nuevo poema.
Una canción de paz y amor
al ritmo de la sangre
que corre por las venas.
Una canción de amor y paz.
Tan solo de dulces cosas y palabras.
Mientras,
mientras, guarda la llave de oro
de mis versos
entre tus joyas.
Guárdala y espera.

 

 

MIGUEL DE UNAMUNO


  

Dolor común

  

Cállate, corazón, son tus pesares
de los que no deben decirse, deja
se pudran en tu seno; si te aqueja
un dolor de ti solo no acíbares

a los demás la paz de sus hogares
con importuno grito. Esa tu queja,
siendo egoísta como es, refleja
tu vanidad no más. Nunca separes

tu dolor del común dolor humano,
busca el íntimo aquel en que radica
la hermandad que te liga con tu hermano,

el que agranda la mente y no la achica;
solitario y carnal es siempre vano;
sólo el dolor común nos santifica.

 

 

 

JUAN LARREA


 

Locura de la danza

  

Su olor se alía a la obediencia de mi memoria
si en el mundo existen hojas ella no tiene la culpa
En los muros de alas sus olvidos vienen a ser muebles de época
su voz agrupa en la sombra las ráfagas de ojos negros

Sus manos de habitación que comunica con el establo
respiran el orden que reina en el corazón de los rompientes de luz
sus ojos se agrietan en la superficie de un agua de mesa
sobre la mesa una flor sostiene su presencia de espíritu

Ella come las víctimas de un durmiente solitario
Al andar desprende una estatua a cada paso

Pero cuando su piel no es más que una nueva forma de obediencia
la pelusa que mi alma despide hacia su ombligo
sale en tribus de nieve o de huesos sacudidos por la danza
sale de los pequeños túneles de mis piernas visibles

 

Traducción de Gerardo  Diego

 

GERARDO DIEGO


 
 
Glosa

 

Déjame vivir verdades:
la verdad de tus miradas,
la de tus apasionadas
promesas de eternidades,
y entre tus sinceridades,
la doble verdad querida
con que llaman a la vida
tus dos palmas amorosas
cuando estrechan, perezosas,
mi mano desfallecida.

 

 

 

VICENTE ALEIXANDRE


 


Muñecas


 

Un coro de muñecas,
cartón amable para unos labios míos,
cartón de luna o tierra acariciada,
muñecas como liras
a un viento acero que no, apenas si las toca.

Muchachas con un pecho
donde élitros de bronce,
diente fortuito o sed bajo lo oscuro,
muerde -escarabajo fino,
lentitud goteada por una piel sedeña.

Un coro de muñecas
cantando con los codos,
midiendo dulcemente los extremos,
sentado sobre un niño;
boca, humedad lasciva, casi pólvora,
carne rota en pedazos como herrumbre.

Boca, boca de fango,
amor, flor detenida, viva, abierta,
boca, boca, nenúfar,
sangre amarilla o casta por los aires.

Muchachas, delantales,
carne, madera o liquen,
musgo frío del vientre sosegado
respirando ese beso ambiguo o verde.

 

Mar, mar dolorido o cárdeno,
flanco de virgen, duda inanimada.
Gigantes de placer que sin cabeza
soles radiantes sienten sobre el hombro.

 

 

 

LEOPOLDO LUGONES


 

La alcoba solitaria

 

El diván dormitaba; las sortijas
brillaban frente a la oxidada aguja,
y un antiguo silencio de Cartuja
bostezaba en las lúgubres rendijas.

Sentía el violín entre prolijas
sugestiones, cual lánguida burbuja,
flotar su extraña anímula de bruja
ahorcada en las unánimes clavijas.

No quedaba de ti más que una gota
de sangre pectoral, sobre la rota
almohada. El espejo opalescente

estaba ciego. Y en el fino vaso,
como un corsé de inviolable raso
se abría una magnolia dulcemente.