lunes, 3 de abril de 2017


ANIBAL NÚÑEZ




Los deseos de Pilar



1

Mira de los tres ríos
ese nudo que forman confundiendo
aguas y nombres y depón la pértiga
de la barca en las jambas de la puerta arruinada.
Habrá nacido -dime- amarga hiedra
o trepadora correhuela
por los muros. Quién fuera
capaz de sostener al hacha y -ya ofreciendo
este sudor urbano a las aguas sagradas
o al viento que hace hablar a los álamos blancos-
tallar la viga firme, el puntal rezumante
para iniciar la obra.

                                      Dime dónde
hubiéramos hallado barro bueno
para hacer los adobes. Necesito
la imagen del corral, una fotografia
de las viñas perdidas, una leyenda -aun breve-
sobre el poblado antiguo.
                                           No haya nunca
tareas sin horizonte, ni entre los dos, palabras
de desaliento. Álzanse-
no sólo trigos- muros en la isla
de la casa invisible que tu solo deseo
levantó.
                 Una bandada
de palomas lo dijo.
lo escribió con reflejos irisados
sobre el cristal del dulce regadío.


2

Di si a tu corazón abarrotado
responden los vilanos tras el deseo y el soplo.
Mira si están ahí de cualquier forma
dispuestos por los prados en número cualquiera,
inertes ante agosto los que quedan, distinta
su configuración a las constelaciones
todas, aun disponibles
los infinitos puntos de vista. Necesito
que arranques uno o que lo caces
al vuelo y, si no sabes
un conjuro, es igual: sóplalo y pide
lo imposible. Sabré por lo que digas
cuando levantes el teléfono
si se ha cumplido tu demanda, aunque
me imagino que no ha de ser rotunda,
tímida como sigues, medio escondida aún
detrás del chopo aquél
de cuando tú querías ser bailarina. Pide
-¿será lo que hayas hecho?- ser bailarina; tiempo
tienes.
            Yo sé que aunque te pesen
tanto veneno y golpe sobre tu cuerpo -tantas
veces compuesto y astillado-
hemos de verlo grácil, volador,
danzar sobre las penas sobre el estrado, puestas
a tus pies como pétalos.
                                        Caza, caza un vilano,
agarra al vuelo un diente de león.


Agosto, 1984




CÉSAR DÁVILA ANDRADE




Umbral



Yo, que fui poeta sin parroquia
ni ocupaciones respectivas,

¿que
pensaré ahora
frente a estas torres de cien cuerdas
que nadie toca?

¿Dudaré
del traspiés metafísico,
humano,
ante esta hechura de lodo
en el umbral misérrimo de la Suerte Pública?

¡No!

Yo
descubrí el átomo de helio
en los ojos oscuros del vasallo.
Yo
descubrí los discos escritos
con sangrienta gramática
por la furiosa pluma del Emperador.
Sólo hubo una época hermosa:
la caza era entonces un rostro suspendido en el Espacio.
Hoy
nadie puede perdonarlos
porque saben lo que matan.



FRANCISCO GONZALEZ DE LEON




Mañana errabunda



Mas sin esas gallinas del suburbio
que en las encrucijadas de las calles
picotean y son dueñas por entero
del podrido e hirsuto basurero,
el pueblo no tendría
su fisonomía.

Quieren quitar de la esquina de la plaza
el añejo portal:

El portal tres veces secular
donde en un puesto de mercadería
muchas generaciones han vendido
herrajes viejos y quincallería.
Mas sin aquel portal,
según el entender de mi porfía,
el pueblo silencioso va a perder
su fisonomía.

La gran plaza,
el portal,
la soledad perpetua de las calles;
y hacia allá,
más,
aún más,
las tapias cenicientas del suburbio
y algún canto perdido de torcaz.
Y en el azul impávido del cielo,
como un negro tatuaje,
los tristes zopilotes de ala muerta
que son como la firma del paisaje.

Mis devociones por las cosas viejas:
las retorcidas rejas,
los cerrados balcones,
las certeras visiones que me agencio:
La ciudad toda entera,
como una compotera
colmada de conserva de silencio.
Los rotos y vetustos caserones,
consejas, misticismos, tradiciones:
una vejez abuela y polvorienta
que pasa santiguándose en su inopia...

Sin el convento que en el río se copia,
sin el halcón que silencioso acecha
posado en la alta cruz de la Parroquia.
Sin todas estas cosas,
sin toda esa quietud injerta en rosas:
sin toda esa poesía,
faltará al pueblo su fisonomía.


De: “Voces de órgano”



GUILLERMO E. PILÍA




Ars legendi



Sobre la mesa de luz se me han ido juntando
los libros que leí desde un año a esta parte.
Ya está cerca la Navidad y puedo
borronear mis memorias. –Más que mis ojos, las páginas
delatan mis pasiones, mis proyectos inconclusos,
el pavor a la nada de mis noches–.

Lectura, mi amor primero: si yo hubiese guardado
año tras año esos títulos, hoy podría escribir
mi exacta autobiografía –mucho más elocuente
que los premios y ediciones que anoto con pudor
en las solapas de mis propios libros–.

Ahora que vuelvo a verlos, desde abajo hacia arriba,
pienso en Rilke una mañana de invierno en la estación,
la historia de la lengua en el inicio
de otro ciclo lectivo, los poetas españoles
del próximo seminario:

todo lo que la muerte
como una fría empleada doméstica,
acomodará por fin un día en los estantes.


De: “Ojalá el tiempo tan sólo fuera lo que se ama”



LUCIANA MELLADO

  


Gesto



Ese gesto me asusta por lo humano
por complejo de rostro y la cesura.
La distracción mejor no tiene lujos
cuando viene como hoy de otros escombros
pero la intimidad que te intimida es tuya
y no hay trampa ni celo que la guarde.

El peligro quizás está en lo frágil
piedras pequeñas que parecen astros
ramas torcidas que ilustran las alianzas
vasos de agua que interpelan nuestra sed
paisajes de belleza aglomerada.


De: “Crujir el habla”



MARTA BRAIER




Naturaleza muerta con nísperos




La cabeza se inquieta en la almohada
para ver. Pero no.


La cabeza se inquieta en la almohada
para ver. Y vuelve. Vuelve
la frutera de nísperos colmada: el esplendor.


Se inquieta la cabeza en la almohada
Para ver. Pero ni pájaros se ven:
_ está tan alto el cielo, aquí.


De: "Gestos de Minué"