lunes, 14 de abril de 2014

VICTOR BIDÓ

 

La morada

 
En la ventana el cigarrillo
con el hilo azul de la moratoria.
Opuesto al otero y a la infancia
busco el Tao.
Posiblemente la volátil sensación del alma
en el inmueble de las donaciones.

El ojo en el cadalso.

Lo inexplicable salva el mundo.

En la calle los automóviles
y la sonrisa puntual del reloj
y, como una muchacha desengañada,
la tarde campanea por las paredes.
La siento como un anatema en la memoria.

(Cierro la taza la hierba y la esquina
como un precipicio)

El mito resurge y saquea.
En la lluvia se pasea el instante
y no percibo los muertos de mi genealogía.

Un salto, el cigarrillo ha quemado
el borde de la ventana; estornudo
y una mujer junto a la puerta.

¿Cuál será mi morada?

 

 

De “Suma presencia”

 

CÉSAR AUGUSTO ZAPATA

 

Icaro caído 

 

El sol ha vuelto a ser un joven ojo sobre mi sombra
Otras puertas perdidas y cerradas no sonríen
Y un rumor de bestia confunde los oráculos
Alcé vuelo una mañana y es la tarde
Sobre esta piedra dura que repite voces
Cansado de alas he caído de la luz
De un laberinto a otro menos solo
Adentro hago chillar la bestia que me habita
Pequeños abandonos me circundan
Ya no veré a mi amada con su traje de oro
Ninguna libertad tiene sentido sino es dicha
A esta hora cae un pétalo al estanque
Y grazna un pájaro silvestre
Mientras espero por el abrazo
Que al fin me ponga afuera
Con las recuperadas maneras de morirme.


DIONISIO DE JESÚS

 

Así se destempló el acero 

 

Un golpe de oscura luz entre los labios
El mar rabioso azul con música tibia
Y una rosa lejana como el misterio
La nieve del corazón con un olor a dios inválido
Un niño reconstruye su vida 

En la terrible belleza de unos senos
Toda la cruel alevosía de la tarde
Abaten la borracha muerte del poeta
Sólo en el espejo guardamos la horrible mitad
La forma de cadáver que transita los sueños. 

 

 

MANUEL GARCÍA-CARTAGENA


 

Sutra # 255521589722118662

  

El tiempo de la carne es el tiempo del dolor:
la voz abierta como un chorro,
en los ojos las pisadas de un pensamiento
que se niega a existir,
el grito decapitado que se oye a sí mismo
mientras cae en su cabeza.

Todo el tiempo de ser es el de inventarse,
y el tiempo de inventarse es el tiempo del dolor:
tan sólo un río que se seca en otro río,
tan sólo un tiempo sumergido en otro tiempo.

No hay victoria para aquel que triunfe sobre el deseo.
El río sigue,
la corriente continúa mostrando su mismo rostro.
Nada es igual a la Nada en el fondo del tiempo.

 

JOSÉ MÁRMOL


 

Abdicación 

 
Dios es como el fuego, cuya pasión redime,
Como el viento poderoso, cuyo ardor desnace todo.
Dios, temor y fuerza de seguirle o acosarlo,
Como el tiempo, como el sueño y como el baño santo
de las termas paganas.
Es como un fuego Dios, su amor devora y crea.
Dónde a Dios buscar sin vano desafío?
Sea en el prodigio de tu cuerpo y tu voz,
En el quejido lento de animales y brisas,
En la distancia unida por las hierbas y las piedras,
En los repliegues suaves del mar, que es piel del cielo
O en la muda palabra de una oración estéril.
¿Dios, perpetuo buscarse,
Forma transparente de lo que nunca es?
Es como el agua Dios, cuyo beso nos pudre,
Cuchillo destapando el centro de los sueños
Y si más hondo el filo, más fecundo, más brillante
el animal que acude.
Dios es el tormento de creer o descreer,
Dimensión de lo enorme y lo nimio simultáneos,
Sentido de lo ágil, lo inasible,
Equilibrio inmutable del designio y del azar,
Contenido sin esencia a no ser la de mi voz.
Dios ya no enferma. Dios, cuyo destino le aterra
y desconcierta.
Dios soñó entonces con cuerpo de vestir,
viandas sobre la mesa,
Con cuentos de niñez (porque ha de ser terrible
haber nacido inmenso).
Dios es como un canto, cuya vocal se ahonda
Y va ganando plenas distancias eco adentro.
Dios, el que ama todo sin conocer ternuras,
Sin haber sido limpia superficie de un beso.
El iracundo, el sobrio, el que ha llorado ráfagas
de insensatez y tedio.
Es como el fuego Dios, cuya pasión consume,
Como lluvia torrencial, cuyo crimen fecunda.
Dios es como el aire, sin ser visto abraza todo,
Dios es como yo y en mi palabra quema la luz
que lo refugia.


MANUEL RUEDA


 
Fonógrafo


Suena. Fulge el espacio y da notoria
vida a su oscuridad de objeto. Grises
rincones fluyen. Relieves. Matices
concretándose en duda y vanagloria.

Gira el disco. El es la única historia.
Patria audible, sus músicas felices
surgen de antaño a eternizar raíces
como árboles de pie por la memoria.

Pasados y futuros en ahora.
Siempre el mismo presente en esa aguja
llena de un tiempo que huye y enamora,

que circunda pensándose y me piensa.
¡Triunfo de lo sonoro! Se dibuja
la eternidad. Ya calla. Recomienza...